Capítulo 60.

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¿Un mito?

Janice.

Las agujas del reloj colgando en la pared de mi oficina, resuenan y llenan el silencio sepulcral que está a punto de asfixiarme por los nervios. Ese par de ojos violetas no dejan de mirarme con desconcierto.

—¿Y? ¿Vas a decir algo o no?—cuestiono nerviosa, mordiendo mi uña con ahínco. Camino de un lado a otro como lobo enjaulado, creo que si lo hago por unos minutos más un agujero se abrirá en el suelo.

Jedan sacude la cabeza como si quisiera enfocarse, suspira ruidosamente.

—Déjame ver si entendí.—rompe por fin con el silencio, despegando su espalda del mueble y apoyando sus codos en las rodillas. Me mira analítico—Necesitas encontrar el séptimo y último objeto maldito para así, conseguir el Libro de las Siete Maldiciones.—asiento—Y para que eso pase, tienes que ir a Mardolle para poder tenerlo—vuelvo a asentir, él habla con lentitud como si quisiera asegurarse de lo que dice—Pero los Walter están a favor de la revolución. Ellos no van a aceptarte allá, no van a dejar que pises sus tierras, ¿Cómo vas a hacer?

Detengo mi caminata, aliviada de que por fin lleguemos a la parte importante.

—Y justo aqui es donde necesito tu ayuda.

Su ceño se frunce, confundido.

—¿Y yo en que te...?—se va callando poco a poco, su mirada se pierde y luego, abre mucho los ojos. Me mira negando con la cabeza—No, no, no. Ni locos haremos eso, mini Alecxander.

—Pero Jedan, escúchame...—pongo las manos en sus hombros, impidiendo que se ponga de pie.

—¡Eso es algo suicida, mujer!—se altera.

—Pero...

—Mi madre les ha dado su protección, hombres armados hasta los dientes con Atomita, drones, cámaras de seguridad—niega con la cabeza, alterado—No podemos, nosotros no podemos...¡Dioses, eres igual a él!

Esconde la cara entre sus manos, ahogando un montón de maldiciones y gritos. Me enderezo, viendo a todas partes confundida, ¿Ahora que hago?

En parte lo entiendo, o bueno, lo entiendo en todo. Tiene razón en alterarse y no querer ir a enfrentarse con los hombres de su madre que ahora con la Atomita en su poder, representan una gran amenaza. Pero es que no soy tan loca como para querer ir sin un plan.

Si, tengo un plan. Un medio plan, pero sigue siendo un plan.

Lo importante aqui es que, necesito ese objeto, yo necesito tomarlo y conseguir lo que tanto deseo y que puede ser la solución a todos mis problemas. Rompo las maldiciones, venzo a la octava Sangre Negra, salvo a Alecxander, y él tiene toda la libertad de tomarse la pirámide sin que Drangfield se le venga abajo por el hechizo de las Sangre Negra.

No sé que objeto es, que forma tiene o donde está; no tengo idea alguna sobre él. Y no puedo quedarme aqui, de brazos cruzados relajada, a la espera de que por fin en mis sueños aparezca la visión de lo que debo tomar. No, yo necesito ir allá directo, tomar lo que me pertenece y darle una cura a Alecxander porque con cada minuto que pasa, es un minuto en el que el Oscuriveno crece más en su interior y lo va alejando más de mí.

Y no puedo permitirlo.

El suspiro de Jedan capta mi atención, retrocedo dándole espacio para que se ponga de pie y me mire desde arriba con una pequeña sonrisa.

—Si conseguirlo puede detener esta guerra y salvar a Alecxander de esa cosa, acepto.—estira una mano, y yo siento que el aire vuelve a mis pulmones—¿Qué es lo que haremos?

PODER: El Libro De Las Siete Maldiciones. [+18]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora