Capítulo 25.

438 35 1
                                    

Alecxander.

—Ya el primer pelotón llegó y están cubriendo la zona, mi señor. —informa Kirston, siguiéndome el paso en lo que me  encamino a la pista de vuelo.

—¿Han habido heridos, daños?—recibo el chaleco antibalas y chaqueta que uno de los hombres vestidos de negro me pasa al salir. Lo ajusto y tomo el arma que me entregan, mientras espero la repuesta de Kirston que teclea con rápidez en la pantalla de la tablet.

El helicoptero que espera por mí hace sonar las aspas, ventiando con tanta rudeza que el cabello se me mueve y debo entrecerrar los ojos para poder ver bien.

—No, su madre junto con los sirvientes fueron enviados a la habitación del pánico apenas el primer misil cayó. —responde—Y daños, sí, no han logrado penetrar el sistema de protección pero siguen atacando para conseguirlo.

Asiento comprendiendo, mi mente va maquinando con mucha rápidez la situación, pensando en estrategias, en como voy a hacer para quitarme de encima Lyonel Strone. De seguro se enteró de lo mismo que llevó a la muerte a Roger Azlov y ha querido intervenir para que mis planes no se lleven a cabo.

Un acto realmente estúpido de su parte, teniendo en cuenta que su ejército es nada a comparación del mío, y por mucho que quiera matarlo por lo que ha hecho, no puedo. No puedo porque hacerlo sería ya despertar la duda en el resto, alarmarlos. Quiero la guerra y posicionarme en la cima, sí, pero por ahora no puedo mientras Janice no encuentre el libro y la maldición no se rompa.

Saco de mi bolsillo el reloj y miro la hora, bien, no ha pasado mucho. Esto es una lucha contra el tiempo y si tardo un minuto más, es un minuto en el que pueden acabar con el palacio de Primstone, penetrar la seguridad y matar a todo el que se encuentre dentro.

—Tú te quedas aqui, llevas a Janice a Valecrest y no la pierdas ni un solo segundo de vista porque ya vas a ver. —lo apunto con un dedo, él asiente obediente—Bien, anda rápido con ella que debe estar alterada y va a querer escaparse.

Kirston murmura algo que no logro escuchar por el bullicio del helicóptero, no le digo más nada dejando que se vaya y corra en busca de mi esposa que debe estar ardiendo en rabia ahora mismo pero, no me importa. No sé que rayos fue lo que le pasó por la cabeza como para creer que la traería conmigo a esto.

Que me odie todo lo que ella quiera, no me importa. Yo la necesito viva, conmigo.

A paso firme me acercó a la aeronave, verificando meticulosamente cada detalle antes de subir a la cabina de mando, cuatro hombres me siguen y se montan en la parte trasera con sus rifles contra el pecho y sus cabezas cubiertas con los pasamontañas y cascos.

Una vez a bordo, me ajusto los audífonos y micrófono, familiarizándome con los controles. Con destreza, enciendo los motores y comienzo a mover las diversas palancas y botones que activan los sistemas de navegación y comunicación. Con precisión milimétrica, guío la aeronave por la pista de despegue, dando gas gradualmente hasta que nos elevamos en el aire. El viento golpea mi rostro mientras voy ascendiendo suavemente hacia el cielo azul, maniobrando con habilidad para mantener el control del helicóptero.

Ajusto el auricular del sistema de comunicación, activando el canal para contactar con la base en Primstone.

—Control, ¿cómo va el perímetro en Primstone?—solicito con la vista fija en el frente—Necesito información del estado de la situación antes de descender.

Mientras voy recibiendo las actualizaciones sobre la situación en tierra, voy planificando el descenso.

—Preparándome para descender en zona de conflicto. —repito una vez más, escuchando la voz de la mujer al otro lado del auricular confirmar y darme las instrucciones necesarias.

PODER: El Libro De Las Siete Maldiciones. [+18]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora