Capítulo 18.

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La boda del año.

Janice.

La habitación está sumida en la oscuridad, sólo la luz de la luna que se cuela a través de los ventanales, ilumina débilmente el espacio. Me encuentro acostada en la cama, rodeada por un silencio abrumador que sólo es interrumpido por mis pensamientos ansiosos.

Mi corazón late con fuerza, el nerviosismo se apodera de mí y siento un nudo en el estómago que no desaparece. Cierro los ojos, contando hasta diez e intento calmarme, calmar estos nervios, pero resulta inútil.

Mi mente está invadida por una mezcla de miedo y ansiedad, de inseguridades y dudas que no paran de atormentarme. Faltan tan sólo horas, y justo eso es lo que me tiene así.

Es la noche antes de la boda.

La noche antes de que me úna nuevamente, de una manera diferente con ese hombre. Y tengo miedo, tengo muchísimo miedo porque, no tengo ni idea de lo que me depara apartir de mañana. 

Me remuevo en la cama incontables veces, intentando encontrar una posición cómoda que me permita conciliar el sueño, pero parece una tarea imposible.

La noche se ha hecho larga, infinitamente larga y, miro el reloj en mi mesita de noche viendo que apenas es medianoche. Este día parece no querer acabar nunca.

Suspiro, saco los pies de la cama y me obligo a ponerme de pie. Otro segundo más en esa cama siendo consumida por mis pensamientos, sólo conseguirá que me termine lanzando por una ventana.

Tomo un abrigo cubriendo mi cuerpo vestido con la corta ropa para dormir, de un pantalón corto de seda por encima de los muslos y un camisón de la misma tela. Amarro en mi cintura el abrigo, calzo mis pantuflas y me dispongo a salir. Nadie ronda esta zona, apesar de las protestas de Alecxander por ponerme guardias custodiando mi puerta, decidió rendirse ante mi terquedad y la soledad que acompaña el ala este del palacio, continúa.

No estaría tan sola si Gia hubiese aceptado mi propuesta de mudarse a una habitación cercana a la mía, pero ella fue bastante franca al exigir su puesto junto con los demás trabajadores. Según ella, no quiere aprovecharse de la relación que tiene conmigo y que el resto la vea como una oportunista, ella está bien asi, y no tiene problema en compartir con los demás.

Lleva apenas un día aqui en Drangfield y no ha parado de alegar sobre lo bien y feliz que se siente aquí. Dice que el ambiente es diferente, que las personas son muy distintas y le causa algo de gracia el acento que los caracteriza. Eso me tiene calmada en sobremanera, saber que ella está tranquila y feliz, me reitera de que ha sido una buena idea traerla aqui.

Llego hasta la entrada encontrando a los hombres que custodian la puerta, al verme, no cuestionan nada sino que se hacen a un lado abriendo la puerta y luego, una leve reverencia. Los hombres que aguardan afuera tampoco hacen preguntas apenas me ven, guardo las manos en los bolsillos del abrigo y la piel de la nuca se me eriza con el frío viento de la noche que me acaricia.

Mis pies se hunden en el césped a medida que me voy adentrando en el jardín, el recuerdo de mí caminando por aqui para verme con la reina madre me invade pero lo descarto. No quiero pensar en eso.

Con cada paso que doy no puedo evitar sentirme abrumada por la belleza que me rodea. Las rosas exudan un suave aroma que llena el aire, arcos de flores en tonos vibrantes crean un camino mágico a lo largo del jardín. La luz de la luna hace brillar la fuente en el centro del jardín, creando destellos plateados en el agua que fluye suavemente.

Los árboles frondosos proyectan sombras misteriosas en el suelo mientras una suave brisa acaricia mi rostro, trayendo consigo el murmullo de las hojas. El silencio tranquilo solo es interrumpido por el suave canto de los grillos y el ocasional ladrido lejano de un perro.

PODER: El Libro De Las Siete Maldiciones. [+18]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora