𝑪𝒂𝒑𝒊𝒕𝒖𝒍𝒐 𝑺𝒊𝒆𝒕𝒆

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Antes de que pueda detenerla, me baja los pantalones y los boxer y coje mi amigo entre
sus dedos.

En honor a la verdad, ni siquiera intento detenerla.

En el momento en que ella envuelve mi
erección con la palma de su mano, siento
una sacudida como si hubiera metido los dedos en un enchufe. Santo Dios, Poché es fuego puro, potente y abrumador. Siento que me ahogo al
sentir aquella mano apremiante, cierro los dedos sobre su cabello y me tenso cuando ella
lo toma entre sus labios.

—Poché… —susurro.

¡Maldita sea! Tengo que detenerla, pero la deseo demasiado, ¿tan malo sería dejarse llevar?

Hace semanas que no tengo sexo con nadie. Después de la noche que pasé con Poché, había volcado todas las esperanzas en tener un niño con Kimber y Deke, y sólo me había acostado con la mujer de mi primo tan a menudo como
él. Pero mentiría si dijera que Poché no había invadido mis pensamientos. Estar con Kimber había sido absorbente. Luego me di cuenta de que eso había sido producto de la situación, no de la mujer. Más tarde, había dejado a un lado
cualquier impulso sexual y había apostado por el futuro, para conseguir una esposa que fuera el tipo de madre devota que ha sido la mía.

Ahora, la mujer que he anhelado desde aquella noche salvaje está de rodillas ante mí y, que Dios me ayude, no poseo la suficiente fuerza de voluntad para impedir que tome mi palpitante
polla en su boca.

—¿Lo deseas? —susurra ella.

—¡Sí! —bramo, intentando controlarme, sin conseguirlo—. Sí.

Ella abre más la boca y se inclina hacia delante. De repente se detiene.

—¿Estás segura?

¿Acaso está burlándose de mí?

Esto ha sido lo que había desencadenado todo tres meses atrás, lo que había convertido lo
que debería haber sido una noche de sexo normal en una maratón inolvidable que no tengo palabras para describir.

Había deseado marcarla, hacerla mía por completo. Y como ella no se ande con cuidado, va a recibir lo mismo en está cocina.

—Chúpamela —le ordeno con voz baja y ronca.

Ella me dirige otra de sus juguetonas sonrisas

—Como órdenes.

Esas palabras hacen que me hierva la sangre en las venas. Santo Dios, va a hacerme perder el control por completo. Esto no es prudente y lo
sé. Pero en este momento, me importa un carajo.

Lo único que quiero es sentir la boca de Poché rodeándome, sentir su lengua acariciándome y verla arrodillada a mis pies.

¿Por qué? ¿Por qué esta mujer?

Ella se acerca y separa más los labios. Afirmo las piernas, preparándome para sentir su lengua, con todo el cuerpo tenso de lujuria y perdida
en la necesidad de poseerla.

Entonces Poché respira justo encima del glande y me estremezco. Las sensaciones me envuelven y contengo el aliento, tambaleándome.

Ella saca la lengua. Es lo más jodidamente erótico que haya visto nunca. «Más cerca,
más cerca…».

—¿Hola? —se escucha una voz femenina
en el comedor—. ¿Hay alguien aquí?

Se escucha un taconeo sobre el suelo de madera en dirección a la cocina, un sonido que por fin se abre paso en mi mente anegada de lujuria

¡Maldita sea!

Poché se aparta y se pone en pie, mientras lanza una mirada de deseo a mi amigo. Me acaricia la cara con suavidad.

𝑫𝒆𝒍𝒊𝒄𝒊𝒐𝒔𝒂 𝑹𝒆𝒅𝒆𝒏𝒄𝒊𝒐́𝒏 | 𝒞𝒶𝒸𝒽𝑒́ | Donde viven las historias. Descúbrelo ahora