𝑪𝒂𝒑𝒊𝒕𝒖𝒍𝒐 𝑽𝒆𝒊𝒏𝒕𝒊𝒔𝒆́𝒊𝒔

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Pov Daniela

Gimo, este es mi paraíso particular. Paso la lengua por el sexo de mi mujer; chocolate y champán se unen al sabor natural de ella que me atrapan al instante. Me arrodillo al lado del sofá y me abalanzo sobre ella, instándola a separar más los muslos y manteniéndolos abiertos sobre mis hombros..Cuando la saboreo otra vez, mueve agitadamente las caderas y gime;el sonido haciendome excitar aún más, que me se acerque peligrosamente a aquel punto en el que pierdo el control.

Esta noche no me importa.

Vuelvo a disfrutar el tentador sabor de
mi esposa, lamiéndole el clítoris. Ella respira
pesadamente y cierra sus puños sobre mi pelo, haciendo que sienta una punzada de dolor en
el cuero cabelludo y una increíble necesidad de seguir saboreándola.

Cojo la copa de mousse de la mesita y esparso
un poco más de dulce entre sus cálidos pliegues, después vierto otro chorro de champán sobre su
hinchado clítoris. Ella gime fuerte.

Me inclino y tomo el duro brote con la boca, succionándolo a la vez que introduzco un par
de dedos en su mojada y estrecha abertura. Ella grita de placer.

Los músculos internos de Poché palpitan con fuerza en torno a mis dedos, hambrientos y exigentes, y no puedo dejar de imaginar qué sentiría ella cuando sea mi miembro el que la
llene por completo.

Cualquier cosa de esta mujer, mi esposa, me hace sentir hedonista y posesiva.

Hacer el amor con ella siempre es algo indescriptible. Poché me excita más que cualquier otra mujer, y no es algo que pueda
-o quiera- evitar.

Al apaciguarse su orgasmo, cojo un poco más
de mousse con los dedos y lo extiendo sobre su
pezón. Cuando lo lamo y lo chupo con fruición, ella gime.

-¡Dany! Ooooh... -jadea con la cara y el pecho ruborizados de placer.

Dios, qué hermosa es. Mientras me arranco la ropa con rapidez y la tiro de cualquier manera sobre el respaldo del sofá, veo de reojo su mano izquierda y el diamante que brilla en su dedo. Es mía.

Incorporándome, alcanzo la copa aflautada de champán y la volco sobre el valle entre sus pechos. Ella contiene el aliento cuando la cubro con mi torso.

El líquido se calienta entre nuestros cuerpos
mientras nos frotamos sensualmente una
contra la otra. Cojo una fresa y se la ofrezco

-Cómetela -digo con voz ronca y dominante.

Ella se queda mirándome fijamente con sus asombrosos ojos olivas, centelleantes de excitación y curiosidad, y me siento un poco más cautivada.

Separa sus exuberantes labios y se los humedece con la lengua antes de aceptar mi ofrenda. Le meto la fresa bañada en chocolate en la boca. Cuando la muerde, gime. Cierro los ojos.

Mi miembro estremeciéndose de impaciencia
y necesidad, haciéndome hervir la sangre.

Muriéndome por perderme en su cuerpo.

Mientras ella mastica la fruta bañada en chocolate, me bebo el último sorbo de champán.
En el momento en el que ella traga, me adueño
de su boca con un ávido beso, saboreando
la sutil mezcla de sabores, disfrutando de la manera en que ella abre su boca, aceptándome
profundamente en su interior. Pero quiero más.

Sujetándola firmemente por las caderas,
exploro sus resbaladizos y cremosos pliegues con el glande antes de comenzar a penetrarla con fuertes envites, buscando el refugio que tanto he echado de menos durante las últimas siete semanas.

Estrecha. Poché es jodidamente estrecha. Siempre tengo que hacer fuerza para penetrarla y esta noche no es la excepción. Un empuje, otro, otro más... Cada vez que me introduzco
un poco, sus músculos internos crean una pecaminosa fricción que me hace contener
el aliento. Aprieto los dientes para no dejarme
llevar por aquel demoledor placer que me hace perder el sentido.El sexo con ella siempre es más que deslumbrante, más que enloquecedor, más que cualquier cosa que haya experimentado antes. Pero esta noche, saber que ella es mía en todos los aspectos, me despoja de cualquier atisbo de control.

𝑫𝒆𝒍𝒊𝒄𝒊𝒐𝒔𝒂 𝑹𝒆𝒅𝒆𝒏𝒄𝒊𝒐́𝒏 | 𝒞𝒶𝒸𝒽𝑒́ | Donde viven las historias. Descúbrelo ahora