𝑪𝒂𝒑𝒊𝒕𝒖𝒍𝒐 𝑻𝒓𝒊𝒆𝒏𝒕𝒂 𝒚 𝒄𝒊𝒏𝒄𝒐

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El día después de Acción de Gracias, miraba a través de la ventana de mi casa en Tyler, Texas, el borrascoso día gris. Supuse que tenía motivos para estar agradecida. Pero estaba entumecida, me era imposible sentir nada más que un enorme vacío en mi interior. Un vacío que sólo podía llenar mi esposa… Y ella no quería hablar conmigo. Huye de mí.

Abandoné la casa de Lafayette después de aquella discusión para darle tiempo y espacio. En las siguientes doce horas ella se apresuró a cambiar las cerraduras, tanto de la casa como del restaurante, así como los números de teléfono del móvil y de casa.

La noche siguiente la esperé en el atestado aparcamiento del Bonheur, como si fuera una maldita acosadora, a que ella saliera para irse a casa y poder tener así unos minutos a solas con ella para poder explicarle de nuevo lo mucho que lo lamentaba todo y que la amaba.

Tyler la acompañó al coche, la rodeó con el brazo protectoramente en cuanto me vieron junto al vehículo. El guardaespaldas me apartó de un empujón, dando tiempo para que Poché  escapara. Cuando nos quedamos solos, no aguanté más y desahogue la frustración acumulada con ese gilipollas, pero no pude intercambiar ni una palabra con mi mujer.

La noche después, Poché me llamó desde el restaurante para repetirme que la dejara en paz. Antes de que pudiera decirle lo mucho que la amaba, ella colgó el teléfono.

Aquello ocurrió ocho días atras. A principios de semana tuve que regresar a Los Ángeles para terminar el rodaje. No quería ni imaginar la mierda de programas que se habrían rodado, me mostré ausente todo el rato y sin duda tendré que volver a grabar algunas partes.

Y el día anterior, era probable que les hubiera estropeado a Deke y a Kimber la celebración de Acción de Gracias. Mi primo y su esposa tenían mucho que agradecer e invitaron a La familia de Kimber. Intenté pasar desapercibida, pero David me lanzó continuas miradas reprobadoras con las que me llamaba a las claras «jodida estúpida». El hermano menor, Logan, parecía totalmente de acuerdo.

—¿Sabes algo de Poché? — Me preguntó Kimber acercándose con una actitud tan contrita que no pude seguir enojada con ella.

Kimber sólo había asumido que, ya que Poché era mi esposa, había sido sincera con ella sobre mi problemática «condición».

—No.

—L-lo siento…

—Lo sé. —No tenía fuerzas para oírla disculparse otra vez. Lo único que conseguiría era recordar lo irremediablemente mal que estaban las cosas. Me apreté las palmas de las manos contra los ojos—. ¿Por qué no aprendí la primera vez? Además de mi primo, Deke es mi mejor amigo. Y también a él le oculté la verdad. Casi nos distanciamos por eso. Y a pesar de todo seguí sin aprender la lección. Deseaba tanto que Poché y el bebé fueran míos… —suspiré—, que me olvidé de los principios morales.

—Tú pensabas que ella te mentía sobre el padre del bebé, ¿verdad?

—Sí, fue la razón que me di a mi misma para justificar mi engaño. Pero maldita sea, como dice el refrán, dos mentiras no hacen una verdad.

—Cierto. —Kimber suspiró—. ¿Qué vas a hacer? Jamás te había visto tan infeliz.

—¿Sabes?, debería estar entusiasmada por cómo me están yendo algunas cosas. Cuando comencé los contactos para hacer un programa de cocina en televisión hace un año, éste era mi sueño. Ahora es toda una realidad… La meta por la que he trabajado, uno de mis objetivos cuando me quedaba hasta las tantas repitiendo el mismo plato una y otra vez hasta conseguir que me saliera perfecto. Una de las razones por las que reduje los actos promocionales de mis libros de cocina. Quería tener la oportunidad de llegar a más gente y compartir con ella el amor que siento por la cocina sureña.

𝑫𝒆𝒍𝒊𝒄𝒊𝒐𝒔𝒂 𝑹𝒆𝒅𝒆𝒏𝒄𝒊𝒐́𝒏 | 𝒞𝒶𝒸𝒽𝑒́ | Donde viven las historias. Descúbrelo ahora