𝑪𝒂𝒑𝒊𝒕𝒖𝒍𝒐 𝑻𝒓𝒊𝒆𝒏𝒕𝒂

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Me desperté con un profundo dolor de cabeza. Parecía que las extremidades me pesaban como si fueran de plomo. Notaba la boca pastosa y no era capaz de hilvanar dos pensamientos.

Abrí los ojos poco a poco, aturdida al encontrarme en una habitación a oscuras. Mi habitación. Me puse alerta de inmediato.

¿Cómo había llegado hasta aquí? ¿Cuándo?

Santo Dios, debían ser… ¿Las cinco y media? ¿Las seis de la tarde?

Si había sido Tyler el que me había traído aquí, sabía de sobra que tenía que estar en el Bonheur hacía horas. Gimiendo, rodé sobre la cama para mirar el despertador.

Pero me tropecé con Dany, que estaba sentada en el borde de la cama, rígida y silenciosa. Si una simple mirada no me hubiera dicho ya que pasaba algo horriblemente malo, la expresión de su cara sí lo habría hecho.

—¿Dany? — intenté incorporarme y me di cuenta de que tenía puesta una camiseta de Tyler.

De hecho, ahora que miraba a mi alrededor, todo estaba distinto. La ultima vez que había estado en esta habitación, estaba patas arriba. Ahora había sábanas limpias en la cama, olía un poco a pintura y estaba ordenada.

—¿Q-qué ha pasado?

Ella parecía sombría, y tuve la impresión de que estaba intentando controlar la furia.

—Creo que soy yo quien debe hacer esa pregunta. Alguien irrumpió en nuestro hogar y no me llamaste. Te pusiste en contacto con el 911 y con Tyler para desaparecer después durante casi doce horas. Pero no te dignaste a decirme si estabas viva o no. Ni respondiste a mis llamadas.

—No sabes el miedo que pasé y… Debí de dejar el móvil en el auto de Tyler. Yo…

—Supongo que todo este tiempo has estado con él. —No era una pregunta,  sino un dardo bien dirigido.

Se me puso un nudo en la garganta cuando me di cuenta de lo que eso debía parecerle a ella.

—Sí. Pero…

—Y, ¿en todas esas horas no se te ocurrió llamarme para decirme que el psicópata que entró en casa no te había secuestrado? Oh, vaya… —se burló de manera sarcástica y corrosiva—¿Estabas demasiado ocupada con Tyler para decirle a tu esposa dónde coño estabas y que seguías viva? Tuve que despertar a Jack a una hora impía, dejé plantado el rodaje para subirme a un avión y atravesar medio país. Le dije a la prensa que habías desaparecido y ¿dónde te encuentro? ¡En la cama de Tyler! — se puso en pie, con los puños y los dientes apretados—¡Maldita seas!

Cerré los ojos. Sí, ella había llegado a esas conclusiones precipitadas y erróneas. Debió haberme encontrado en el apartamento de Tyler, en su cama. Me estremecí.

Pero ¿por qué no era capaz de meterse en esa
dura cabeza que a pesar de mi profesión, jamás la dejaría?

—No es lo que piensas. Déjame explicarte —le imploré—. Yo…

—¿Qué pasa? ¿No puedes pasar sin su polla?

—No —suspiré —. Dany…

—¿Estás enamorada de él?

Palidecí.

—¡No!

—Entonces, ¿sólo querías un polvo rápido y ponerme los cuernos?

¿Cómo podía pensar eso ni por un segundo?
Probablemente eran la cólera y el miedo residual lo que la hicieron hablar de esa manera.

Pero… respiré hondo un par de veces. ¿No habíamos tenido ya esta conversación —o una muy parecida—

𝑫𝒆𝒍𝒊𝒄𝒊𝒐𝒔𝒂 𝑹𝒆𝒅𝒆𝒏𝒄𝒊𝒐́𝒏 | 𝒞𝒶𝒸𝒽𝑒́ | Donde viven las historias. Descúbrelo ahora