𝑪𝒂𝒑𝒊𝒕𝒖𝒍𝒐 𝑽𝒆𝒊𝒏𝒕𝒊𝒖𝒏𝒐

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⚠️ contenido de violencia sexual, proceder con cuidado ⚠️

Narrador omnisciente.

-¿Qué estás haciendo aquí? -le exigió María José, levantándose.

Incluso con aquellas botas rojas de tacón de aguja, no podía igualar la altura de Peter, pero no pensaba dejar que él aprovechara la ventaja psicológica que le ofrecía su tamaño.

El universitario era un hombre grande, de
más de uno ochenta y cinco y noventa kilos.
Y estaba borracho y excitado. Y ella había dejado el bolso con el spray de pimienta arriba, en el dormitorio.

«Tranquila. Intenta razonar con él».

Peter se rió y comenzó a desabrocharse
la camisa. La miró con una lasciva violencia
que le puso la piel de gallina.

-Voy a obtener una parte de ese culo que meneas continuamente delante de mis narices. Permites que el gorila te toque y sé que esa cocinera de cuarta ha sido tu sombra esta semana. Ahora me toca a mí.

María José agrandó los ojos.

-¿Qué sabes tú de Daniela?

¿Habría sido él quién escribió las notas?

Peter se burló.

-Lo que cualquiera que tenga ojos. Es obvio por la manera en la que se miran. Además, estuve en el piso de arriba, justo delante de la puerta, hace veinte minutos, cuando te estaba follando. Cariño...-Sonrió y se desabrochó los vaqueros-Yo lo haré mejor.

El miedo y la repugnancia le revolvieron el estómago, pero tenía que permanecer calmada, conseguir que se largara de allí. No sería una víctima pasiva.

-No voy a acostarme contigo. No me acuesto con los clientes, en especial con mocosos universitarios que se piensan que pueden tener todo lo que quieren. Así que abre la puerta y lárgate.

Él se acercó, la agarró del brazo y se lo retorció en la espalda.

-Soy lo suficientemente hombre para hacerte gritar de placer. No recibo órdenes de ninguna mujer, en especial de una zorra como tú. Así que cierra la jodida boca y abre las piernas. Haz algo útil.

A la bailarina se le puso un nudo en la garganta y la adrenalina corrió por sus venas. Se retorció para liberarse, pero Peter le apretó la muñeca con fuerza y le subió el brazo por la espalda. Ella se puso de puntillas. Como se lo subiera un poco más, le dislocaría el hombro, o se lo rompería.

«¡Maldita sea!».

-Maravillosas botas -comentó él -No sabes
lo cachondo que me pondrán mientras te follo. ¿Qué llevas debajo de la falda?

Usando una mano para inmovilizarla, Peter
la empujó hacia delante, aplastándole la cara contra el escritorio. Un profundo dolor le
atravesó la mejilla cuando se la golpeó contra
la superficie de la mesa. Sintió otro pinchazo
en la cintura, justo debajo de la caja torácica,
al clavarse la esquina del tablero. Se quedó sin
aliento.

Mientras ella intentaba soportar el dolor, Peter aprovechó para levantarle la falda, dejando la tanga a la vista, que rozó con la mano. Ella se estremeció.

-Maravilloso. Vaya culo más impresionante.
La espera ha valido la pena.

Le arrancó la tanga y el aire frío erizó la
piel recién expuesta. María José se estremeció.
Aquello no estaba ocurriendo. No podía ocurrir.

«Santo Dios. Oh, Dios mío».

Tenía que detenerlo. No sería la víctima de Peter. Tenía que clavarle el codo en el estómago, darle una patada... lo que fuera.

𝑫𝒆𝒍𝒊𝒄𝒊𝒐𝒔𝒂 𝑹𝒆𝒅𝒆𝒏𝒄𝒊𝒐́𝒏 | 𝒞𝒶𝒸𝒽𝑒́ | Donde viven las historias. Descúbrelo ahora