𝑪𝒂𝒑𝒊𝒕𝒖𝒍𝒐 𝑽𝒆𝒊𝒏𝒕𝒊𝒐𝒄𝒉𝒐

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Narrador omnisciente

Era miércoles, exactamente las cuatro de la madrugada y Poché se encontraba demasiado cansada. Había sido una noche muy agitada en «Las sirenas sexys». Había esquivado más pulpos de los que podía contar. Las únicas bendiciones eran que Tyler no se había apartado de su lado y que a Peter, que había comenzado a rondar de nuevo el lunes por el club, lo habían pillado conduciendo bajo los efectos del alcohol y estaba de regreso en prisión, muy lejos de ella.

Entró a su casa y se recostó contra la puerta cerrada. No había dormido bien desde que Daniela se había marchado y el embarazo la dejaba sin energías; necesitaba dormir ocho horas seguidas.

«Maldita sea, hace frío aquí dentro. Tengo Que encender la calefacción»

Cuando se acercó para desactivar la alarma, vio que alguien había destrozado la centralita con un martillo y que no quedaba nada que desactivar. Había trozos de plástico por el suelo y los cables colgaban del panel. Alguien había invadido su casa, igual que había sucedido antes en el club y en el restaurante.

¿Por qué demonios le había dicho a Tyler que no necesitaba que la acompañara a casa? No se atrevió a subir sola al dormitorio de hecho, tenía que largarse ya de allí. Dio un paso atrás y salió a la noche oscura. Cogió el móvil. Tyler respondió al primer timbrazo.

—¿Qué pasa?

—Alguien ha forzado la entrada de mi casa.

Tyler soltó una maldición, una larga retahíla
de insultos y palabrotas que la hicieron estremecerse.

—Estoy en el auto, llegaré ahí en menos de cinco minutos. Llama inmediatamente a la policía.

Ella asintió con un murmullo, cortó la llamada y se estremeció bajo el impacto del frío aire de noviembre. Habían bajado demasiado las temperaturas para seguir usando aquellas faldas tan cortas, y deseó haberse puesto un abrigo. Tenía ropa de abrigo arriba, en el armario… pero prefería congelarse que arriesgarse a subir sola.

El policía del 911 respondió con rapidez y Poché le facilitó su nombre y  dirección. Luego le explicó lo sucedido.

¿Debería llamar a Daniela o esperar a que fuera una hora más razonable?

En Los Ángeles eran las dos de la madrugada y los rodajes comenzaban siempre tan temprano que la castaña estaría dormida como un tronco.

Antes de que pudiera decidirse, el vehículo de Tyler apareció al final de la calle con el motor rugiendo al máximo. Él se bajó de un salto, se acercó y, rodeándole los hombros, la estrechó contra su cuerpo.

—¿Estás bien?

—Estoy temblando, pero estoy bien.

—Tienes frío.

Soltando una maldición, él se acercó al auto, cogió su abrigo y la envolvió en él. Poché emitió un suspiro ante la sensación de calor, pero el alivio duró poco.

—Enséñame qué has encontrado —le exigió Tyler.

—¿No sería mejor dejar que Remy y sus hombres echen antes un vistazo? —Lo cierto es que no quería ver qué había hecho el intruso en su casa.

—¿Te refieres a no tocar la escena del crimen porque son unos magníficos investigadores? —le preguntó Tyler con un profundo tono de sarcasmo, tan punzante que no tenía nada que envidiar al filo de las cuchillas de afeitar —Quiero ver la escena por mí mismo antes de que lo estropeen todo.

—Pero ¿no has dicho siempre que…?

—Sí. No nos queda demasiado tiempo antes  de que lleguen, sólo voy a mirar. —Cogió un par de guantes en el coche—. Vamos, rápido.

𝑫𝒆𝒍𝒊𝒄𝒊𝒐𝒔𝒂 𝑹𝒆𝒅𝒆𝒏𝒄𝒊𝒐́𝒏 | 𝒞𝒶𝒸𝒽𝑒́ | Donde viven las historias. Descúbrelo ahora