𝑪𝒂𝒑𝒊𝒕𝒖𝒍𝒐 𝑫𝒊𝒆𝒄𝒊𝒔𝒆𝒊𝒔

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Poché.

En cuanto cierra el puño con las llaves dentro, Daniela se inclina sobre mí y me toma en sus brazos. Me aferro a su cuello, y el olor más cálido a pino, almizcle y jabón inunda mis fosas nasales. Si ella no me hubiera sostenido entre sus brazos, me habría caído al suelo.

—¿Q-qué…? —farfullo—¿Qué estás haciendo?

Ella introduce la llave y abre la puerta. Se detiene delante de la centralita de la alarma para que pueda desconectarla. Después de que cese el pitido, atravesamos la cocina y me lleva
hasta la salita, donde me deja en el mullido sofá. Coje la manta con la que me cubro cuando hace mucho frío y me la pone encima de las piernas.

—¿Estás bien?

—Estoy más cansada de lo que pensaba —murmuro.

Santo Dios, estoy segura de que me quedaré dormida antes de quitarme la ropa. Si paso
la noche con el vestido puesto, lo echaré a perder. Gimiendo intento levantarme, pero
Dany hace que me vuelva a tumbar en el sofá. Sin fuerzas para resistirme, me recuesto sobre los cojines con una expresión enfurruñada.

—No vas a ningún sitio.

—Tengo que desvestirme y desmaquillarme.

—Puede ser, pero no ahora. Dame cinco minutos. Espérame aquí tumbada, te prometo que no tardaré.

No tengo ni idea de qué pretende hacer ella, pero estoy demasiado cansada para discutir.

—De acuerdo.

La escucho alejarse mientras cierro los ojos.
Lo siguiente que siento es a Daniela sacudiéndome con suavidad.

—Poché.

—Mmmm.

Me había quedado dormida en el sofá mientras ella… ¿hacia qué?, ¿mirarme?

Entonces, un olor a comida inunda mis fosas nasales y el estómago me ruge. Abro los ojos
y encuentro a mi lado un plato con huevos, tostadas, yogurt y frutas.

Antes de que pueda abrir la boca para decir algo, ella me pone el plato en el regazo y me lanza una mirada severa.

—Vas a comer algo. Además, no quiero que vuelvas a pasarte otro día sin comer o dormir. Ahora, abre bien la boca.

Parece que habla en serio. Para mis adentros, me siento encantada.

¿Acaso quiere que me enamore todavía más
de ella?

Tyler no cocinaría para mí ni siquiera en sus momentos más solícitos. Apenas sabe freír un huevo. Y vale, sí, cocinar es el trabajo de Dany, pero que lo haga después de que tampoco
haya dormido y de haber estado todo el día
en pie, me conmueve

—Puedo comer sola —intento coger el tenedor.

—Estoy segura de que lo has hecho desde que cumpliste un año, pero así me siento menos culpable por no haberte dejado dormir o por que no hayas comido. Déjame a mí.

Estoy de acuerdo con ella. Pude haberle ordenado a alguien en el club que fuera a buscar una ensalada y haberme echado una siesta en cualquier momento si hubiera querido. Soy una mujer adulta, pero Dany insiste en cargar con toda la culpa. Algún día, ella hará muy feliz a alguna mujer. No ser esa mujer,
casi me hace gritar.

—¿Poché?

Tentada, y demasiado cansada para discutir, abro la boca. Siento en la lengua la suave textura de los huevos con queso y especias.
Oh, y cebollitas, tomate y setas, justo en su punto, que se derriten en mi paladar.

Dany me ofrece una tostada y unas cucharadas de yogur con bayas. Un placer absoluto.

—¿Por qué lo haces? — le pregunto entre mordiscos—También estás cansada. Te sientes culpable, ¿verdad?

Ella hace una pausa, baja el tenedor y me mira directamente a los ojos.

—Lamento haberte enfadado y estropeado el día, pero ocuparme ahora de tu bienestar no
es algo que haga porque me sienta culpable.

Una insidiosa esperanza me aguijonea. Abro
la boca para seguir preguntando, pero Dany pone su dedo en mis labios.

—Shhhh, esta noche no. Hablaremos mañana.

Tiene razón. No vamos a resolver nada ni aclarar las cosas mientras los dos estemos cansadas. Puede que no sea de las que dejen para mañana lo que puede hacer hoy, pero
en este momento tiene su lógica. Y además,
quiero disfrutar de esta fantasía un poco más.

Asiento con la cabeza y abro de nuevo la boca,
y ella me ofrece el siguiente bocado.

Cuando termino de comer, Daniela me pone
el cabello detrás de la oreja.

—¿Tienes más hambre?

—¿Tú comiste algo?

—Piqué algo en la cocina del restaurante. No tengo apetito.

La frustrante chef no permite que se preocupen por ella, pero insiste en ocuparse de mí. Siento una especie de culpa-placer. Cómo cuando como helado, algo que no debo permitirme si quiero que me siga sirviendo la ropa.

Pero por una vez… sólo una vez, es condenadamente delicioso dejarse llevar.

—¿Quieres comer algo más? —pregunta ella.

Me pongo la mano sobre el estómago.

—Estoy llena.

Me brinda una tierna sonrisa y mi corazón se acelera. Qué fácil ha sido enamorarme de ella… y que estúpido.

—Vamos. —Dany me ayuda a levantarme.

Al estar de pie me mareo un poco, ella
me mira los pies y frunce el ceño.

—¿Qué pasa? —le pregunto.

Negando con la cabeza, Dany se arrodilla y me quita los zapatos.

«Ahhh…». El placer es casi orgásmico. No me había dado cuenta de cuánto me duelen los pies. Estrenar zapatos es horrible, pero estaba tan
cansada que había dejado de notar el dolor.

—¿Te duele? —murmura, alzándome de nuevo contra su pecho.

—Puedo caminar —protesto.

Ella me mira fijamente con esos ojos hermosos e inescrutables.

—Sí, pero no es necesario. Conecta la alarma.

Cuando pasamos ante la centralita, ella se detiene y tecleo el código. Una vez hecho, Dany se asegura de que la puerta esté cerrada con llave y comienza a subir las escaleras.

—Peso demasiado para esto —insisto

Dany se ríe.

—Una vez, me pasé el verano cargando sacos de cincuenta kilos de grano en los muelles, acarreaba un saco en cada hombro. Llevarte en brazos de un lado para otro es como cargar con un niño pequeño.

«Mentirosa, pero es tan tierna…».

Sonrío y cierro los ojos, disfrutando de su cercanía y preocupación. Santo Dios, esto es
el paraíso. Pero acabaré pagándolo al día
siguiente con el último trocito de mi corazón.

𝑫𝒆𝒍𝒊𝒄𝒊𝒐𝒔𝒂 𝑹𝒆𝒅𝒆𝒏𝒄𝒊𝒐́𝒏 | 𝒞𝒶𝒸𝒽𝑒́ | Donde viven las historias. Descúbrelo ahora