𝑪𝒂𝒑𝒊𝒕𝒖𝒍𝒐 𝑻𝒓𝒊𝒆𝒏𝒕𝒂 𝒚 𝒖𝒏𝒐

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Narrador omnisciente

Y en cuanto Daniela dejó y se apartó de Poché, esta se dio cuenta de que aquello había sido totalmente unilateral. La chef se puso en pie y se quitó la camisa, quedando en un top de color negro.

Poché supo que en la mente de su esposa aquello no iba a cambiar. Ahora que el deseo no la apremiaba, supo que ella había esquivado la conversación y que trataba de controlarla utilizando el sexo.

«Que le den». Pensó Poché.

Agarró la sábana y se envolvió en ella.

—Detente. No vamos a seguir con esto ahora. Tenemos mucho que hablar, y prefiero que me maten a permitir que me acuses de acostarme con Tyler y, al momento siguiente, contigo.

—¿Quieres rechazarme después de te haya encontrado en la cama de ese hombre? —le espetó Daniela, poniéndose a horcajadas sobre ella y haciéndola tumbarse sobre la cama—. Ni hablar.

Entonces, cogió la camiseta de Tyler e hizo tiras con la tela. Le rodeó las muñecas con ellas y se las anudó con fuerza.

«¿Qué diablos estaba haciendo Daniela?
Estaba… ¡No!»

—¡Daniela! Suéltame. —El terror inundó sus venas impulsado por una inyección de
adrenalina—. ¡Suéltame!

—Vas a quedarte aquí conmigo hasta que recuerdes con quien estás casada. Será entonces cuando hablemos hasta que toda la fea verdad salga a la luz.

Con el ceño fruncido, le subió la muñeca al cabecero y cogió los extremos de la cinta de algodón, anudándolos a un barrote.

Daniela tenía intención de atarla. Qué Dios la ayudara. «¡Oh, Dios mío!».

—¡Daniela! No lo hagas… —El helado pánico que la atacó la hizo contorsionarse y corcovear debajo de la castaña, pero esta no se movió.—. ¡Por favor, no lo hagas!

Ella ignoró sus palabras. El cuerpo de Daniela era un ancla que la inmovilizaba sobre el colchón cuando cogió la otra muñeca y ató la tela que la envolvía al cabecero.

Poché luchó, pero Daniela era más fuerte que ella.

La bailarina comenzó a sudar. Un gélido terror le revolvió el estómago y pensó que iba a vomitar. Cuando la castaña le aseguró la otra muñeca, inmovilizándole los brazos, un ramalazo de terror puro atravesó su cuerpo.

Poché se movió agitadamente y gritó sin parar.

—Daniela, ¡por favor! No hagas esto. No lo
hagas.

Intentó contener los sollozos y permanecer calmada, pero cada segundo que seguía inmóvil y a merced de la castaña, aumentaba su terror.

—¿Qué no haga qué? ¿Qué no me asegure de que te quedas aquí el tiempo suficiente para ser honesta conmigo? No voy a permitirte que pases el día con tu amante mientras yo estoy casi enferma de preocupación, y que luego me digas «que te jodan». No dejaré que me niegues ese hermoso cuerpo que me vuelve loca de deseo noche y día.

—¡Tyler no es mi amante! Nunca lo ha sido. Sé que no me crees, pero por favor… —Ese hecho, junto con el miedo que sentía, había aplastado sus defensas y agrietado su corazón—. Sólo suéltame. Desátame… —sollozó.

—¿Para que vuelvas con Tyler? No.

Poché se obligó a levantar la mirada a la cara de Daniela y se quedó paralizada cuando vio que la furia apenas contenida y una desolada determinación tensaban sus rasgos angulosos.

—No podemos seguir así. Suéltame. Por favor.

Daniela fue inconmovible a sus súplicas. La miraba de tal manera que le hacía arder la cara, luego deslizó la mirada por sus pechos hasta su abdomen. Cuando volvió a mirarla a la cara, la cólera posesiva que asomaba en sus ojos la hizo estremecerse de temor.

—No puedo. —Daniela le rodeó las muñecas con los dedos y se inclinó sobre Poché—. Eres mi mujer, maldita sea. Y eso va a significar algo para ti.

¿Qué? ¿Qué la podía obligar a mantener relaciones sexuales cuando se antojara?

—¡Daniela, no!

Poché no pudo decir nada más cuando Daniela le cubrió la boca, le introdujo la lengua entre los labios y se los devoró. Se saboreó a sí misma en el beso. Estaba lleno de furia y desesperación; la deseaba. Y temió que no aceptara un no por respuesta.

Daniela le apretó más las muñecas, haciéndole daño al profundizar el beso. Las defensas que Poché había acumulado durante meses y años para bloquear sus peores recuerdos fueron cayendo una tras otra.

Volvía a tener quince años y era demasiado confiada. Demasiado inocente para entender que su vida estaba a punto de cambiar para siempre.

Poché se estremeció y luchó contra Daniela, haciendo todo lo que podía para librarse del peso de la castaña que la sofocaba y lastimaba. La agonía llegaría en cualquier momento, lo sabía.

Santo Dios, ¿podría sobrevivir a algo tan horrible otra vez?

Un pánico helado la atravesó hasta los huesos y mordió el labio de Daniela, esta se apartó, llevándose la mano a la boca.

—¡No! No lo hagas. Por favor, Dios mío, no me hagas esto. No puedo… — entonces, contra su voluntad, Poché comenzó a sollozar—. No me hagas daño.

Las súplicas de la joven atravesaron la furia de Daniela. Se apartó de ella al instante; cualquier rastro de lujuria había desaparecido de su cara. Había sido reemplazada por preocupación.

—¿Te he hecho daño, cielo?

Las lágrimas le resbalaban por las mejillas cuando se volvió hacia un lado todo lo que le permitieron las ataduras, y se llevó las piernas al pecho.

—Por favor, suéltame.

Ni siquiera había terminado la súplica cuando Daniela ya estaba soltando los nudos y estaba libre. Lanzándole una mirada repleta de acusaciones y dolor, Poché corrió al cuarto de baño.

—¡Poché! —gritó Daniela, con la voz llena de preocupación.

Poché no respondió, escuchó el aterrador sonido de los pasos de la castaña siguiéndola y corrió más deprisa.

Cuando por fin alcanzó el cuarto de baño, dio un portazo para impedirle la entrada y cerró la puerta con llave. A Salvo… por el momento.

¿Qué haría si Daniela no se iba?

Se apoyó contra la madera fría y jadeó, el pasado brilló intermitentemente en su mente, recordándole el horror y el dolor. Pero ahora era otra época, y la mujer que amaba era la que le había hecho aquel daño. Quizá había reaccionado con demasiada intensidad. Sin lugar a dudas Daniela conocía ahora su más profunda debilidad. Y si la castaña no se había dado cuenta ya, lo haría en cuanto viera lo destrozada que estaba. Poché se dejó resbalar por la puerta hasta el suelo. Entonces, se cubrió la cara con las manos y sollozó.






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Daniela reviviendole traumas del pasado a Poché 🤦🏻‍♀️

𝑫𝒆𝒍𝒊𝒄𝒊𝒐𝒔𝒂 𝑹𝒆𝒅𝒆𝒏𝒄𝒊𝒐́𝒏 | 𝒞𝒶𝒸𝒽𝑒́ | Donde viven las historias. Descúbrelo ahora