𝑪𝒂𝒑𝒊𝒕𝒖𝒍𝒐 𝑶𝒄𝒉𝒐

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Poché.

Unos minutos después, salgo al exterior bajo los débiles rayos del sol. El aire húmedo y caluroso de septiembre me produce una sensación
opresiva y me alegra haberme recogido el pelo. Con tanta humedad, mi cabello sólo me dará más calor. Además me había cambiado mi ropa sexy por otra más elegante.

Coloco una mano sobre mis ojos para protegerlos de los rayos del sol y echo un
vistazo a la acera de enfrente.

Sí, ahí está Primpton con un montón de seguidores que me observan con expresiones fieras y pancartas en alto. Entre la multitud
veo a un par de hombres que habían asistido
al espectáculo la noche anterior. Sadie había sido gratificada generosamente por uno de ellos después de que se hubiera contoneado sobre su regazo.

Los miro y arqueo una ceja. Ellos apartan la vista… pero siguen levantando las odiosas pancartas. Por supuesto. Fuera de las paredes del club, no soy una persona, sino una
mujerzuela.

Comienzan a destellar los flashes y se escucha un coro de gritos, frunzo el ceño y los miro.

Me quedo sin aliento, varios periodistas rodean
a Dany. Primpton comienza gritar.

—¡Aquí está Jezabel! Sácale una foto. Dile
a la buena gente de Lafayette de cómo se dedica a mostrar y a vender su cuerpo a desconocidos.

Suspiro.

Siempre es lo mismo.

¿No se aburre nunca ese imbécil de andar soltando todo tipo de sandeces?

En «Las sirenas sexys» no se ejerce la prostitución.

Ante los gritos del concejal, las cámaras se giran en mi dirección. Cuando me enfocan, me parapeto detrás de mis gafas de sol y abro la boca para decir ante los periodistas el
comunicado que he preparado.

Pero Daniela se me adelanta.

—Muchas gracias por venir. No puedo expresar el placer que siento por ser la chef invitada en
la inauguración del Bonheur. No dudo que se convertirá en el restaurante más elegante de Lafayette. He supervisado personalmente el menú de esta semana y aplicado las recetas de mis libros. Allí se podrá disfrutar del sabor auténtico. Tanto la comida como los vinos serán de la mejor calidad.

—¿Cómo es que colabora con el Bonheur? —preguntó un periodista.

Me muerdo los labios. De todas las preguntas que pueden hacer, esa es la única que ella no podría responder con honestidad sin que la
opinión pública la lapide.

—La señorita Garzón y yo tenemos amigos comunes y nos conocimos hace algunos meses. Tuve la suerte de que me echara una mano hace
poco tiempo. Cuando tuve la oportunidad de devolverle el favor, le dije que sí, por supuesto.

—¿Qué tipo de favor? —gritó el periodista—. ¿Quizá de tipo sexual?

—Lo cierto es que se trató de un asunto familiar —dice Dany suavemente—. Me ayudó a resolver una cuestión con mi primo. Es una mujer muy
inteligente. Algo más que evidente en la elegancia que se respira en el Bonheur. Ayer estuve en el restaurante y hoy he conocido al personal. Y estoy muy impresionada.

Parpadeé. Daniela tiene que estar enferma.
Que diga este tipo de cosas esté o no delante
la prensa, es asombroso.

—¿Qué tipo de comida se servirá en el restaurante? —preguntó otro periodista.

Vaya, parece que la prensa se ha rendido ante un poco de encanto y mucha labia, y que ya no es su objetivo llamarme mujerzuela.

Por supuesto, tener a una celebridad como Daniela en la ciudad es algo que no sucede todos los días, aun así…

𝑫𝒆𝒍𝒊𝒄𝒊𝒐𝒔𝒂 𝑹𝒆𝒅𝒆𝒏𝒄𝒊𝒐́𝒏 | 𝒞𝒶𝒸𝒽𝑒́ | Donde viven las historias. Descúbrelo ahora