𝑪𝒂𝒑𝒊𝒕𝒖𝒍𝒐 𝑽𝒆𝒊𝒏𝒕𝒊𝒔𝒊𝒆𝒕𝒆

697 68 19
                                    

Ya han pasado varios días de la boda. Estoy
apoyada contra el marco de la puerta en el dormitorio principal de mi casa, observando cómo Daniela mete las últimas prendas en la maleta.

Aunque siempre me ha gustado vivir sola, Daniela se mudó conmigo al día siguiente de la boda. Era lo más lógico, entre las grabaciones de su programa de televisión y las presentaciones de los libros, ella viajará a menudo, y yo estoy atada a Lafayette por el club y el restaurante.

Que mi Daniela esté viviendo en mi espacio personal, usado mi armario, mi cuarto de baño y mis cajones, me ha resultado extraño. Es incluso más ordenada que yo, y sabe planchar, lo que es toda una ventaja. Pero durante estos días, me he sentido invadida en todos los aspectos: mi casa, mi cuerpo y mi corazón.

Ahora, mientras la observo prepararse para marcharse, me tengo que tragar la punzada
de tristeza que me embarga. Voy a echarla
tanto de menos, probablemente más de lo
que debería.

Me acostumbré a verla en la cocina del Bonheur y a que vele por mi durante las pocas horas que paso en el club. Dos días antes, el agente de Dany había filtrado a la prensa la noticia de la boda. Desde entonces, vamos en mi auto cada noche, y ella se ha apretujado contra mí en aquel pequeño espacio.

Me acostumbré a que ella me lleve un sándwich a la cama, a su presencia reconfortante mientras duermo a su lado y al inevitable —y delicioso— despertar. Me he habituado a sus caricias y a la manera en que me hace alcanzar el orgasmo.

Ahora estara fuera durante dos semanas. No es el fin del mundo, por supuesto, pero su ausencia
hace que ya me sienta nerviosa y ansiosa.

—Te llamaré en cuanto llegue —me promete.

—Gracias.

—¿Te encuentras bien hoy?

Asiento con la cabeza.

—Estoy un poco cansada, pero es normal.

—No trabajes demasiado. Le he dicho a Sadie que no te quite el ojo de encima.

—Es una chismosa. —cruzo los brazos sobre el pecho con irritación fingida.

—Por eso hablé con ella, sé que me lo contará todo. —cierra la maleta y la deja en el suelo—. Estaré de vuelta unos días antes de Acción de Gracias y te acompañaré al ginecólogo a la
semana siguiente.

Es la primera visita al obstetra. La primera
vez que oiríamos el latido del bebé.

—Te agradezco que estés aquí para acompañarme.

Ella cruza la estancia y me toma la cara entre sus manos, dirigiéndome una mirada oscura y determinada.

—No me lo perdería por nada del mundo.

Santo Dios, cuando me habla así, con esa voz, con esa preocupación en la cara, me deja absolutamente conmovida. Seguro que lo sabe.

—Antes de irme quería darte algo que tengo para ti.

Lo miro fijamente y frunzo el ceño, confundida, cuando se da la vuelta y saca un paquete de su maletín, que está apoyado en la pared. Es una
caja pequeña, envuelta en papel plateado y brillante. Tiene un elegante lazo de regalo.

Me lo ofrece.

—Es un regalo de bodas atrasado.

—¿Un regalo? Pero no tenías por qué…

—Pero quería.

Tragándome el nudo de emoción, deshago
el lazo y desgarro el papel para encontrarme una caja de color tostado. Después de forcejear con el cartón, saco el contenido y me quedo sin
aliento. Dentro hay un marco de fotos doble con dos óvalos entrelazados. A la izquierda hay una foto mía vestida de novia. A la derecha, una de nosotras dos besándonos después de casarnos. En el medio, donde los dos óvalos se unen, están grabados nuestros nombres y la fecha de la boda.

—¡Es precioso!

Casi me atraganto con una mezcla de gratitud
y amor.Puede que nuestro matrimonio no sea perfecto y que todavía estemos conociéndonos, pero ella está intentando que funcione. A veces todavía me contengo. No obstante, algunas veces la pillo con los ojos clavados en mí y se pasa mucho tiempo mirándome antes de responderme alguna cosa que le pregunto; he llegado a sospechar que quizá también ella...

—¿Te gusta?

Noto que los ojos se me llenan de lágrimas y parpadeo para intentar desaparecerlas.

—Me gusta mucho. Gracias.

Ella me coge de las manos.

—He pensado que quizá podrías ponerlo aquí, en el tocador. —Lo coloco encima del mueble, enfrente de la cama—Así, cuando yo no esté, podrás mirarlas.

«Y acordarte de mí». Ella no dijo las palabras, pero las oí en mi mente. ¿Por qué no me dice que le importo un poco? ¿Creerá que la voy
a rechazar?

—Es perfecto —murmuro, acercándome a ella.

Dany me rodea con los brazos, me besa suavemente en la boca y, como siempre que lo hace, me quedo sin voluntad. Me hace sentir caliente y débil, totalmente embelesada.

Ella se aparta con un gruñido de frustración.

—Si seguimos, perderé el vuelo. No quiero ni imaginar cómo iba a explicar que no llegué a la grabación del primer programa porque no pude alejar las manos de mi mujer.

Me rio, hace años que no lo hago. Daniela es una mujer increíblemente sexy, pero vivir con ella es…comienzo a apreciar ese sentido del humor que añade un nuevo ingrediente a su atractivo.
Cada día me siento más enamorada de ella. Sé  que estos insondables sentimientos son muy peligrosos. Y aun así, no puedo evitarlos.

—No necesito que me echen la culpa.de nada más. Ya me odian la mitad de las mujeres de Lafayette. No quiero que California también
se convierta en un nido de víboras.

Ella esboza una sonrisa antes de ponerse seria.

—Quiero decirte algo antes de irme. Peter se ha mostrado muy tranquilo desde que salió en libertad bajo fianza.

—Espero que su padre lo mantenga bajo control.

—Si te pasa algo, si te asustas, sea por lo que sea, no dudes en llamarme.

—Estarás a más de tres mil kilómetros. Me las arreglaré. Me he puesto ropa de adulta.

—Pues para llevar ropa de adulta, las bragas
son tan pequeñas como siempre. —Me mira de reojo mientras mete su mano debajo de mi falda y me ahueca la nalga desnuda, entonces suspira—: Ya sé que eres auto suficiente. Los paparazzi que nos han molestado en los últimos días me
seguirán a Los Ángeles y no te acosarán a ti. Pero aún así, si tienes algún problema, llámame.

—Sí, mami —me burlo.

—¿Estoy siendo demasiado protectora?

—Un poco.

Vuelve a suspirar.

—Intentaré no serlo. Pero… llámame si me necesitas. O… cuando quieras.

—No te preocupes, lo haré. Pero estaré bien.
El bebé estará bien. Las cosas irán genial en el restaurante y en el club. Son sólo dos semanas.

—Cierto. —Me pasa las manos por el pelo, luego me acaricia la nuca —¿Me echarás de menos?

«Como una loca».

Aún no se ha ido y ya siento como si me hubieran arrancado un trozo de mi corazón.

No confío en mi voz, revelaré demasiado. Me limito a asentir con la cabeza.

—Te echaré mucho de menos — susurra contra mis labios.

Y entonces, después de un beso demasiado breve, se fue. Me quedo con la mirada clavada en el increíble regalo hasta que se humedecen los ojos, casi asustada de ser tan feliz.

¿Será posible que dure tanta felicidad?





******
Ya sé que las he acostumbrado a capítulos largos como el anterior, pero hay una razón... El siguiente siguiente será largo y muy intenso. 😬

𝑫𝒆𝒍𝒊𝒄𝒊𝒐𝒔𝒂 𝑹𝒆𝒅𝒆𝒏𝒄𝒊𝒐́𝒏 | 𝒞𝒶𝒸𝒽𝑒́ | Donde viven las historias. Descúbrelo ahora