𝑪𝒂𝒑𝒊𝒕𝒖𝒍𝒐 𝑫𝒐𝒄𝒆

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Daniela.

El sol matutino ilumina las cortinas coreando charcos de luz en el suelo.

Conteniendo el aliento, me impulso en el caliente sexo de Poché una vez más mientras ella me monta. Gime y se aferra a mí clavándome las uñas en los hombros.

Parece flotar sobre mí y me la quedo mirando; parece una ninfa sensual, núbil, imponente, hecha para el placer. Hacía ya mucho rato que
la contención y las buenas intenciones se habían convertido en cenizas. De nuevo había perdido cualquier atisbo de control.

Cuando me ahogué de nuevo en el feroz placer del orgasmo, me había quedado atrapada. Hambrienta de más. El oscuro cabello de Poché cae desordenadamente hasta la cintura. Y los mechones más cortos que rodean su rostro coquetean con sus duros pezones, de los cuáles todavía no he tenido suficiente. Incluso ahora reclaman mi atención. La rodeo con los brazos, poniéndole una mano en la curva del final de la espalda y la otra en la nuca.

La sujeto firmemente controlando el arco que
forma su cuerpo. Sí... así mismo. Una vez más tengo el tentador pezón a la altura de mi boca y lo aprisiono con los dientes, mordiéndolo justo con la fuerza precisa. Ella gime y comienza a palpitar en torno a mi miembro.

-Córrete otra vez.

Durante toda la noche le había exigido que alcanzara el placer y ella lo había hecho con absoluto abandono. Nunca fue suficiente.
Ahora mismo, necesito volver a verla abrir la boca y gemir al alcanzar el éxtasis. Deseo con frenesí que me aprese en su sexo y oírla gritar mi nombre. Hemos disfrutado sin parar durante horas, Poché tiene la carne hinchada hasta tal punto que cada que la envisto es un logro.
La he llevado al orgasmo tantas veces que ya había perdido la cuenta.

Yo misma me había dejado llevar tres veces por el fogoso placer, inundándome cada vez mas, deleitándome con una primitiva necesidad de marcarla que ya no intento comprender. Un extraño alivio me atravesaba cada vez que me derramaba en su interior.

No, no la puedo dejar embarazada, pero me
da igual.

-Dany -solloza ella.

Una agónica sensación de victoria me atraviesa, seguido por otro demente deseo de marcarla.
Le succiono de nuevo uno de sus pezones y luego el otro. Su sexo esta abrasadoramente apretado a mi alrededor. El que ella este tan cerca de correrse otra vez me urge a continuar.

Le apreso la boca con la mía forzándola a separar los labios y hundirme en su boca todo
lo posible. La cadencia del beso se corresponde con el ritmo de mis empujes, mientras las dos nos esforzamos por alcanzar un cataclismo tan poderoso que probablemente nos devastará.

Yo lo persigo con temerario abandono. Estoy agotada, pero también furiosa. A pesar de las horas que me he pasado explorándola, no he llegado a saborear sus jugos con mi boca mientras ella grita su éxtasis. Tampoco me he introducido en su tenso, delicioso y apretado culo.

Mañana. No, hoy mismo, un poco más tarde. Haré las dos cosas. Pero anoche, en cuanto me sumergí entre esos pliegues mojados, sólo quise observar como ella se corría una y otra vez entre mis brazos.

-Córrete otra vez, cariño. Para mí.

Muevo las caderas hasta apretarlas todo lo posible contra las de ella, entonces se desliza arriba y abajo en mi polla, friccionándose a
la vez el clítoris. Poché se mueve conmigo, sus
gemidos transformándose en quejidos y luego en súplicas, entonces...

-Daaaanyyy-grita, como si mi nombre tuviera veinte sílabas, mientras su sexo se ciñe en torno a mí.

Uso todas mis fuerzas para sostenerla y seguir moviéndome a la vez. El placer es demoledor, abrasador, más allá de cualquier cosa que haya experimentado o imaginado antes.

Las sensaciones que me recorren explotan en mis testículos y, entonces, estallo en un orgasmo feroz.

La apreto con más fuerza, agarrándola del pelo firmemente y rodeándole la cintura con un brazo.

«¡Oh, joder!». Esto es demasiado.

Me va a dejar sin sentido. El placer crece, me hincho, grande como una montaña, poderoso como un terremoto.

-Poché -digo sin aliento-. Oh, Dios mío. Joder.
No puedo... Oh, Dios... -nos fusionanamos en todos los aspectos posibles, de la manera más primitiva. Le cubro la boca con la mía y buceó en aquel dulce calor.

El orgasmo me alcanza de una manera impresionante. Mientras me disuelvo en
un placer que envuelve también mi corazón,
la sostengo con fuerza, enterrando la cara en
su cuello mientras la tormenta se propaga en
mi interior.

-¡Sí! Poch, sí...

El latido de mi corazón retumba en mis oídos
y sólo puedo sentir el éxtasis cegador. Y a ella.

Unos minutos después, el cansancio me alcanza. Y la amarga verdad atrona en mi interior.

Ella sigue siendo una bailarina de striptease que, probablemente, tiene una relación con su guardaespaldas. Y yo todavía tengo que encontrar una esposa adecuada. Pero la deseo más de lo que jamás he deseado a una mujer.

Lentamente, levanto la cabeza mientras Poché me acaricia el pelo y trata de recuperar el aliento.

-Mírame -le pido.

Ella se muerde los labios, luego me mira con la cara encendida de satisfacción.

Se me tensan las entrañas. Incluso ahora, que casi no puedo mantener los ojos abiertos, ella me sigue haciendo hervir la sangre en las venas.

-¿Qué estamos haciendo?

Ella apreta los labios y una mirada de cautela
se asoma sus ojos.

-Follando.

¿Sólo eso? ¿De verdad? Porque durante largos minutos -durante horas más bien- había olvidado al resto de las mujeres del mundo. Había querido hacerla mía y no soltarla jamás.

Una aguda alarma comienza a resonar en mi mente. Quiero decirle algo, contradecirla... Pero antes de que pueda hacerlo, el cansancio me reclama y caigo en los brazos del morfeo.






























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Sí, ya sé, el capítulo es súper corto. Pero por ahora es todo lo que hay, espero y lo hayan disfrutado.

Ahora sí, como dice mi querida escritora fav; nos leemos cuando nos volvamos a leer. Chau, se cuidan 🥰🫰🏻

𝑫𝒆𝒍𝒊𝒄𝒊𝒐𝒔𝒂 𝑹𝒆𝒅𝒆𝒏𝒄𝒊𝒐́𝒏 | 𝒞𝒶𝒸𝒽𝑒́ | Donde viven las historias. Descúbrelo ahora