EPILOGO

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EPÍLOGO

UN ENCUENTRO QUE CAMBIÓ MI DESTINO

Narra Inuyasha

-¡TE ODIO, INUYASHA! -gritó Kagome en medio del dolor.

-Si, mi amor, yo lo sé. -Respondí con una sonrisa, pero preocupado a la vez.

El cuarto del hospital estaba lleno de luces brillantes y el sonido de los monitores que seguían el ritmo del corazón de Kagome. Sostenía su mano con fuerza, tratando de ofrecerle el apoyo y el amor que necesitaba en ese momento tan crucial.

-¡Esto es tu culpa! -exclamó ella nuevamente, su rostro mostraba el esfuerzo y dolor por el que estaba pasando.

-Lo sé, lo sé -dije, intentando mantener la calma mientras acariciaba su cabello suavemente-. Pero ya casi termina, estás haciendo un trabajo increíble.

El médico y las enfermeras estaban concentrados, guiando a Kagome en el proceso. Yo, por otro lado, trataba de ser su ancla, el puerto seguro en medio de la tormenta que era el parto.

-¡Inuyasha, no puedo más! -gimió, sus ojos llenos de lágrimas.

-Sí puedes, pequeña. Eres la mujer más fuerte que conozco. Solo un poco más, amor. Ya casi está aquí -le aseguré, con emoción y nerviosismo.

De repente, un llanto agudo llenó la habitación. El sonido más hermoso y esperanzador que jamás había escuchado. Aquel llanto, tan frágil y a la vez tan lleno de energía, se escuchó en cada rincón de la habitación, haciéndonos detenernos y escuchar con atención y mucho amor.

El pequeño grito, aunque nacía de un ser tan diminuto, resonaba con la promesa de un futuro lleno de amor. El eco de su llanto parecía envolvernos en una burbuja de tiempo, donde todo lo demás se desvanecía y solo existíamos nosotros, nuestro bebé y el amor que la había traído al mundo.

-¡Es una niña! -anunció el médico con una sonrisa, entregándola cuidadosamente a mi esposa.

Kag, a pesar del agotamiento, sonrió radiante al sostener a nuestra hija en sus brazos. La miré con admiración y amor, sintiendo cómo nuestros corazones, a pesar del dolor que vivimos al perder a nuestro primer bebé, se llenaban de una nueva alegría indescriptible.

-¿La ves, Inuyasha? Tiene tus ojos. Es... perfecta -dijo Kagome. Sus ojos brillaban con lágrimas de felicidad-. ¡Bienvenida a casa, mi amor! -Dejó un tierno beso en la pequeña frente de nuestra hija.

-Sí, es hermosa -respondí, acariciando suavemente la pequeña mejilla de la bebé-. Gracias, Kag. Gracias por este bello y hermoso regalo -besé sus labios.

Nos quedamos allí, los tres juntos, compartiendo un momento de paz y amor que sabía que nunca olvidaría. Todo el dolor, el esfuerzo, las dificultades que habíamos enfrentado, todo valió la pena en ese instante. Nuestro encuentro había cambiado nuestros destinos de maneras que nunca imaginamos, y ahora, con nuestra hija en brazos, comenzábamos un nuevo capítulo en nuestra historia.

El viaje no había sido fácil, pero habíamos llegado al destino más hermoso de todos: una familia unida por un amor inquebrantable. Mientras miraba a Kagome y a nuestra hija, supe con certeza que, sin importar lo que viniera, enfrentaríamos todo juntos, como siempre lo habíamos hecho. Y esa certeza me llenaba de una felicidad profunda y duradera.

-Esta hermosa princesa debe venir conmigo para darle su primer baño y hacerle unas pruebas para saber que todo está bien -dijo la enfermera tomando a mi hija en sus brazos-. ¿Ya tienen un nombre?

-¡MOROHA! -respondimos al unísono

-Es un nombre hermoso -expresó la enfermera-. Bueno mamá y papá, Moroha regresará en un momento.

UN ENCUENTRO QUE CAMBIÓ MI DESTINODonde viven las historias. Descúbrelo ahora