Capítulo 2

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Kass

Después del inicio de clases, las semanas pasaron rápidamente. La frase de "el tiempo vuela cuando te diviertes" para mí era más como "el tiempo vuela cuando estás ocupado". Sin dejar malos entendidos, amaba estar ocupada más que cualquier otra persona. El tener la cabeza ocupada me dejaba tiempo limitado para navegar en las profundidades de mis pensamientos, lo cual agradecía rotundamente. Mi cabeza a veces podía ser un lugar tormentoso, y que esté estudiando para ser psicóloga no quiere decir que yo no tenga mis propios problemas que resolver, pero eso era otra historia.

En la facultad ya se empezaban a acumular las tareas pendientes y yo era de las que prefería aprovechar el tiempo y dejar todo listo mucho antes de la fecha de entrega. No podía darme el lujo de dejar todo para último minuto, no siendo la capitana del equipo de vóley de la universidad y teniendo entrenamiento cuatro veces por semana.

Coloqué mis gafas, las cuales solo usaba en casa, ya que para salir los lentes de contacto eran mi salvación.

Para mi suerte, hoy era un día fresco, la brisa de septiembre estaba avisando que el otoño ya estaba llegando a Boston. No era mi estación favorita del año, pero era mejor que el implacable invierno.

De vuelta a mi tarea.

Estuve una media hora trabajando en ella antes de escucharlo.

Esa melodía familiar que era ciertamente encantadora y que se filtraba por mi ventana estaba ahí a la misma hora religiosamente como todos los días, como si de un ritual se tratase. Un dulce, aunque triste piano me deleitaba con su música. El intérprete era mi vecino..., o vecina. Por alguna extraña razón, a pesar de haber vivido en esta casa por más de un año, todavía desconocía la identidad de mi vecino; no obstante, he de recalcar que esta persona era realmente talentosa, o al menos eso apreciaba yo, siendo alguien que no tiene ni la más mínima idea de cómo hacer que un instrumento musical reproduzca algún sonido agradable o decente.

A pesar de ser una amante y por ende frecuente oyente de música clásica, las piezas que mi vecino tocaba eran de mi total ignorancia. Traté de encontrarlas con algunas apps que buscan canciones con solo la melodía, pero mis esfuerzos fueron en vano, ya que al parecer eran composiciones originales y privadas de este desconocido talentoso. Era decepcionante no poder conseguir nada en la red. Honestamente pienso que esta persona debería compartir semejante habilidad con el mundo, pero a la vez, el hecho de que esto no fuera así y que yo aún así tenga el privilegio de escuchar su música era muy gratificante. Seguramente era solo de mi parte, pero de alguna forma sentía algún tipo de conexión con este pianista ignoto que tenía por vecino, sea cual sea su identidad.

Era entretenido a veces imaginar cómo era esta persona. Cada vez que cambiaba de pieza, mi cerebro creaba una imagen totalmente distinta, llenándome de aún más dudas y mucha curiosidad sobre el tema.

Sin embargo, podía decir con total y completa seguridad que escucharlo tocar, era, sin dudas, mi parte favorita del día.

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La Melodía de tu VozDonde viven las historias. Descúbrelo ahora