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Hinata se refugió en su alcoba en cuanto pudo huir de aquel salón lleno de escoceses que querían saber qué habilidad tenía y cómo se mediría con las otras participantes de la prueba

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Hinata se refugió en su alcoba en cuanto pudo huir de aquel salón lleno de escoceses que querían saber qué habilidad tenía y cómo se mediría con las otras participantes de la prueba. 

Había podido esquivar las preguntas con ayuda de Naruto, puesto que, cuando ella les había dicho todos que prefería guardar el secreto, el guerrero había secundado el embuste diciéndoles a todos que él sí sabía cuál era su destreza y que, aunque no resultara vencedora en la prueba, los sorprendería a todos y disfrutarían de su participación.

Así, con mucho misterio en torno a lo que podían esperar de ella, se retiró alegando que el día había sido especialmente largo y agotador y necesitaba descansar.

En eso, al menos, no había mentido.

Demasiadas emociones nuevas, muchas presentaciones, mucha presión por encajar en un mundo que le era completamente desconocido.

Tras ella, la señora Yūhi entró también en la habitación con el gesto preocupado.

—¿Se ha vuelto loca, mi señora? ¿A qué ha venido ese alarde innecesario? —quiso saber, cuando ya hubo cerrado la puerta para que nadie más las escuchara—. ¿Cómo va a competir con otras mujeres que llevan preparándose para esa prueba durante tanto tiempo?

—No lo sé, Kurenai.

—¿Sabe tocar algún instrumento? ¿Sabe tirar con arco? ¿Sabe cantar?

—Podría cantar —dijo, convencida.

Los ojos de Kurenai se agrandaron.

—La he escuchado tararear. Más allá de eso, créame, no tiene nada que hacer.

—¿Insinúas que no tengo una voz bonita?

—No lo insinúo, lo digo sin ambages. Mi señora, se pondrá en ridículo delante de toda esa gente que está deseando que fracase solo por ser una inglesa. Hará quedar mal a Naruto y a su familia.

Hinata se agobió. Se paseó de un lado a otro, buscando una salida para ese embrollo en el que ella misma se había metido.

—Tal vez el laird Toneri MacŌtsutsuki llegue pronto a Namikaze. Si consigo entrevistarme con él antes de la prueba, y me da permiso para adentrarme en sus tierras, podré marcharme de aquí antes de que me toque participar.

La señora Yūhi no pudo replicar a esa idea descabellada, porque alguien llamó a la puerta en esos momentos e interrumpió la conversación. Naruto entró en la habitación, llenando el espacio con su presencia, seguido por Kurama, que no parecía dispuesto a separarse de su amo.

—¿En qué podemos ayudarlo, mi señor? —le preguntó Kurenai.

—Es la hora de dormir —dijo él—. Señora Yūhi, tiene una alcoba preparada para usted muy cerca de esta.

—¿Quiere decir que debo irme? ¿Me está despachando sin más? —se atrevió a preguntar.

—Siento ser tan brusco, pero sí. Mi esposa y yo necesitamos intimidad. Como es nuestra primera noche en el castillo, todos esperan que los recién casados la pasemos juntos. Se ha perdido mi salida del gran salón, así que solo le diré que los hombres me han jaleado hasta desgañitarse porque se supone que debo cumplir con mis deberes maritales...

Hinata la valienteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora