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Mientras, en el gran salón de Mullach Creige, Karin se acercó a la mesa donde Toneri daba cuenta de una buena comida tras el agotador viaje

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Mientras, en el gran salón de Mullach Creige, Karin se acercó a la mesa donde Toneri daba cuenta de una buena comida tras el agotador viaje. Se sentó frente a él y lo observó durante unos minutos, a la espera de que reparara en su presencia.

—Me pones nervioso, Karin —le dijo al fin, sin mirarla—. Sírvete un plato o márchate y déjame comer en paz.

—No tengo hambre. Tengo el estómago revuelto, aunque no sé si es por el cansancio o por la presencia de esa sassenach que has traído contigo —le dijo con amargura—. ¿Por qué lo has hecho, Toneri? ¿Por qué le has robado la esposa a MacUzumaki?

El guerrero elevó los ojos hacia ella por fin.

—Yo no he robado nada. La dama pidió mi ayuda y yo se la he concedido.

—Te conozco. Jamás habrías aceptado si no tuvieras algún interés oculto. ¿Acaso la deseas? ¿Una inglesa ha despertado tu interés hasta ese punto?

Toneri la taladró con la mirada al tiempo que se limpiaba los labios con el dorso de la mano.

—Los celos no te sientan bien, Karin. Y, de todas maneras, no tienes derecho a sentirlos. Jamás te he prometido nada.

—Cierto. Sin embargo, creo que entre tú y yo hay mucho más que el mero capricho de saciar nuestros deseos.

Él se sirvió un poco de vino en la copa antes de contestar.

—Siento aprecio por ti, pero no quiero que te lleves a engaño. Me preocupas, soy responsable de ti desde que llegaste al clan y mi padre me hizo prometer que te protegería como a cualquier MacŌtsutsuki, aunque no lo fueras. Eres bonita y una agradable compañía en el lecho, pero no hay más, Karin. Lo siento, sabes que no puedo darte más de lo que te ofrezco.

—¿Y a ella? —preguntó, dando un golpe con los puños sobre la mesa—. ¿Se lo darás a ella?

Toneri se inclinó hacia delante con el gesto grave para hacerle una advertencia.

—Ten cuidado, mujer. Mi paciencia tiene un límite.

—Contéstame —lo provocó sin miedo—. ¿A ella sí le entregarás tu corazón?

El guerrero se levantó despacio, arrastrando la silla hacia atrás con un desagradable chirrido. Dio la vuelta a la mesa y se le acercó de manera peligrosa. Cerró la mano alrededor de su garganta y la obligó a levantarse también. Pegó mucho el rostro al suyo; sus ojos emitían destellos de furia.

—Sabes lo que ocurrió con mi corazón y te previne sobre este tema del que no quiero hablar... jamás. Si vuelves a mencionarlo, la próxima vez apretaré —susurró, ejerciendo una ligera presión sobre su cuello—, y me aseguraré de que no vuelvas a molestarme nunca.

—Incumplirías la palabra que le diste a tu padre —respondió ella, sin amedrentarse—. Juraste que me protegerías.

Toneri le mostró una cínica sonrisa.

Hinata la valienteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora