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Como si intuyera que alguien pensaba mal de ella en esos momentos, Hinata se dio la vuelta en la cama, inquieta

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Como si intuyera que alguien pensaba mal de ella en esos momentos, Hinata se dio la vuelta en la cama, inquieta. Al moverse, una molestia en su zona íntima la despertó.

Parpadeó, y las imágenes de lo ocurrido con Naruto desfilaron por su cabeza. Aún no podía creerlo, pero su cuerpo, muy sensible tras el encuentro amoroso, atestiguaba que lo que había vivido había sido muy real.

La habitación estaba iluminada tan solo por un par de velas y la luz era muy tenue. En el hogar, las llamas se habían extinguido hacía rato y solo quedaban unos rescoldos. Estiró la mano y buscó a su espalda, pero solo palpó las sábanas arrugadas. Al girarse, comprobó que estaba sola. ¿Dónde había ido Naruto?

Se incorporó con un siseo al notarse dolorida. Se miró entre las piernas y vio la prueba de que había perdido su virginidad. La sábana también estaba manchada de sangre.

Se levantó, desnuda como estaba, y fue hasta el aguamanil de la cómoda. Lo llenó con el agua de la jarra y empapó uno de los lienzos que Sumire siempre tenía dispuestos para ella. Se lavó con cuidado, primero en la cara interna de los muslos y después más arriba. 

El frescor de aquel paño mojado alivió sus molestias y, al mismo tiempo, reavivó la llama que Naruto había encendido un rato antes. Sus hermanas le habían hablado de esos momentos de intimidad entre el hombre y la mujer, pero, ahora que había podido experimentarlos por ella misma, se daba cuenta de que las palabras no les hacían justicia.

Era incapaz de describir todo lo que Naruto le había hecho sentir con sus caricias y sus besos. Notaba dentro una sensación de plenitud absoluta y una felicidad que le burbujeaba en el pecho y le agrandaba el corazón.

Lo único que empañaba aquella novedosa euforia era la ausencia del guerrero. ¿Por qué había desaparecido en mitad de la noche? A lo mejor él había decidido regresar a la fiesta mientras ella dormía...

Sus pensamientos se interrumpieron cuando la puerta de la alcoba se abrió y el protagonista de sus cuitas entró, con una bandeja en sus manos, una cálida sonrisa y una mirada que desterró sus dudas en un pestañeo.

—¿Dónde estabas? —le preguntó, sin ningún tipo de reproche.

—He ido a buscar algo de comer. Me he dado cuenta de que estos días, con todos los nervios que has pasado, apenas has probado bocado. Y esta noche he sido yo el que te ha privado de la cena que estaban sirviendo durante la celebración.

—No me ha importado —le contestó ella, feliz—. Tu alternativa me ha gustado mucho.

—Aun así, mi alternativa no alimenta.

Hinata torció los labios, pensativa.

—Bueno, depende de cómo se mire. Yo me siento muy satisfecha —le susurró, sin poder evitar que se le encendieran las mejillas.

Naruto dejó la bandeja sobre la mesa baja que había frente a la chimenea y aprovechó para avivar el fuego. Después, se acercó a ella y le acarició la mejilla con los nudillos, muy suavemente.

Hinata la valienteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora