Prólogo

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Mayo de 1549, salón de la fortaleza Anbu, EscociaTras la boda de Ino con Sai Anbu

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Mayo de 1549, salón de la fortaleza Anbu, Escocia
Tras la boda de Ino con Sai Anbu

Todos se habían retirado a descansar después de celebrar las nupcias del nuevo laird Anbu y el gran salón se había quedado vacío, a excepción de una única persona. 

El guerrero permanecía sentado frente al fuego del hogar, con el cuerpo inclinado hacia adelante, los codos apoyados en las rodillas y las manos entrelazadas bajo la barbilla.

Naruto miraba la danza de las llamas con un sentimiento de vacío brutal en su interior. ¿Qué se suponía que debía hacer a partir de ese momento? Llevaba un año de su vida dedicado por completo a una mujer. 

Sus días se habían llenado de Ino desde el instante en que la encontró en aquella cueva con su recién nacido en los brazos. Cuidarla, protegerla, darle apoyo, ser su amigo... En eso había consistido su existencia. Cada nuevo día había amanecido con la esperanza de que le dedicara a él, en exclusiva, su amorosa mirada y su sonrisa.

Lo hubiera dado todo por conseguir que sus ojos brillaran con la misma emoción que apenas podían ocultar cuando miraban a Sai.

Y, en realidad, sí lo había dado todo...

Había abandonado su hogar, Namikaze; se había distanciado de su padre, de su familia y de su clan. Había dejado de ser Naruto MacUzumaki, hijo de laird, para convertirse en un forajido de los bosques dedicado a velar por los intereses de una mujer que nunca había visto en él más que a un buen amigo.

Cerró los ojos y la imagen de Ino lo inundó todo. En cada una de sus facetas, en cada uno de esos momentos que ya tenía grabados en el corazón. Cuando la vio en la cueva, con la falda llena de sangre, el semblante pálido y los ojos asustados.

Cuando lo miró con un agradecimiento infinito unos días después, ya repuesta y sabiéndose a salvo en Namikaze. Cuando, por accidente, la encontró un día amamantando al pequeño Inojin y comprendió lo que significaba la palabra ternura...

—¿Le importa que lo acompañe?

La voz femenina lo sacó de golpe del ensueño y Naruto abrió los ojos. Notó que el vacío interior se volvía más helado ahora que la recién llegada había ahuyentado los recuerdos de Ino.

—No me importa —le dijo, casi sin mirarla.

Lady Hinata Hyūga tomó asiento en otra butaca, al lado de la suya.

—¿Usted tampoco puede dormir? —le preguntó, dando por hecho que él quería o necesitaba conversación.

Naruto no apartó los ojos del fuego al contestar.

—No quiero dormir. Cuando lo hago, sueño cosas imposibles.

No supo por qué se sinceró de ese modo con la dama. Simplemente, lo tenía dentro y tuvo que sacarlo antes de que se le enquistara en el corazón.

—A veces, los sueños pueden volverse realidad —musitó ella.

El guerrero la miró entonces. Se dio de bruces con sus ojos perlas claros y vio en ellos incertidumbre y desilusión.

—No cree en sus propias palabras —la acusó—. ¿Por qué trata de darme falsas esperanzas?

—Yo no...

—Lo hace —la interrumpió—. Pero yo no necesito consuelo, ni se lo he pedido.

Hinata apartó la mirada y suspiró. Guardó silencio y Naruto pensó que aquello era incluso peor que su intento por darle conversación. Así pues, habló él de nuevo.

—Y usted, ¿por qué no está durmiendo? ¿Qué le perturba? Ino se ha casado con el hombre que ama. Vino a Escocia para comprobar que su hermana estaba bien y que era feliz... Bien, pues lo es. Ahora lo es. ¿No debería compartir esa dicha?

—Por supuesto que comparto su dicha —le aclaró Hinata con rapidez-—. Me colma el corazón que Ino y mi sobrino sean felices y tengan, por fin, la vida que merecen.

—¿Entonces? ¿Qué la aflige, lady Hyūga?

—Oh, por favor, llamadme Hinata.

Los ojos azules de Naruto estudiaron los de la dama. No se parecía en nada a su hermana, aunque poseía el mismo espíritu combativo que Ino había demostrado desde que la conoció.

—Decidme, Hinata —la complació—, ¿por qué no está en su alcoba, descansando tras las celebraciones?

Ella se mordió el labio inferior y a Naruto se le fueron los ojos hasta su boca.

Tenía unos labios bonitos.

—Yo... —la dama dudó.

El guerrero intuyó que no confiaba del todo en él para compartir lo que fuera que tuviera en mente.

—Puede contármelo —la animó.

La mirada desgarrada de Hinata le llegó al alma.

—Debe saber que no vine a Escocia únicamente a velar por Ino —le confesó—. Ahora que sé que no me necesita, he de centrarme en otro cometido más importante, si cabe.

—¿Más importante que la felicidad de vuestra hermana? —Naruto frunció el ceño al escuchar aquello.

Hinata asintió y desvió sus ojos hacia el fuego.

—Se trata... se trata de otra de mis hermanas. Pero, en este caso, no está en juego su felicidad, sino su propia vida.

El guerrero se enderezó en la butaca y la observó sin parpadear. Esperó una aclaración que no llegaba, por lo que intervino de nuevo.

—¿De qué diantres está hablando?

—Hablo de que, ahora que Ino es feliz, no voy a regresar a Inglaterra de inmediato. Antes, tengo una importante misión que llevar a cabo aquí, en Escocia —le dijo, clavándole esos ojos claros con valentía—. Tengo que salvarle la vida a Shion.

—¿Qué le ocurre a vuestra hermana? —musitó Naruto, que no salía de su asombro.

Hinata cogió aire antes de contestar.

—Es la maldición.

—¿Qué maldición? —se horrorizó el guerrero.

—La que Gaia, la bruja escocesa, lanzó sobre mi familia muchos años atrás. Tengo el convencimiento de que solo alguien que lleve su sangre, mezclada con la de mi antepasado, puede anular el hechizo —declaró, solemne.

»—. Hamura Hyūga y Gaia tuvieron un hijo... Y yo debo seguir la pista de ese niño a través del tiempo hasta dar con sus descendientes, para convencerlos de que liberen a mi familia de esa odiosa maldición.

Naruto contempló el brillo decidido en los ojos de la joven. Sintió admiración por ella y por la voluntad que reflejaba su gesto. No le cupo ninguna duda de que la dama se entregaría en cuerpo y alma a aquella misión que la había llevado hasta Escocia, hasta esa noche, hasta ese mismo momento que ambos compartían.

Y supo que era una señal.

Él había perdido a Ino y la motivación que lo despertaba cada mañana desde hacía un año. Su vida se había quedado tan vacía que apenas podía respirar... y, de pronto, esa dama de cabello oscuro y mirada perlada volvía a darle un sentido a su existencia.

—Desde que conozco a Ino he velado por su seguridad y, ahora que no me necesita, no puedo más que hacer extensible esa protección al resto de su familia. Ella sufrirá mucho si algo le pasa a vuestra hermana Shion, así que la ayudaré en su cometido —sus ojos azules la miraron con intensidad—. Juntos, encontraremos a los descendientes de la bruja Gaia. 

Continua

Hinata la valienteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora