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Ella se había dado la vuelta y no pudo observar su bello rostro mientras dormía

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Ella se había dado la vuelta y no pudo observar su bello rostro mientras dormía. Naruto sabía que la había alterado y se arrepentía de haberla provocado de esa manera, sobre todo, después del susto que esos dos necios Uchiha le habían dado.

Pero había sido superior a él.

En su interior se habían mezclado muchas emociones al mismo tiempo y le habían hecho perder la cabeza por un momento: la impotencia al descubrir que Hinata se había adentrado sola en la oscuridad, sin vigilancia; la furia de encontrarla acorralada por dos idiotas borrachos y, por último, la inocente curiosidad que ella había mostrado respecto al tema de los mordiscos...

Todo el conjunto había logrado que la sangre le corriera frenética por las venas.

Con su inexperiencia, la joven se le había antojado más encantadora que nunca. Había contenido sus ganas de abrazarla para que dejara de temblar y, al mismo tiempo, su necesidad de reprenderla con severidad por su imprudencia. 

No sabía cómo explicarlo, pero todo se había confabulado para que, cuando ella le habló de aquel modo y tachó a los escoceses de animales, no pudiera resistirse a darle un pequeño escarmiento. Así lo pensaría dos veces antes de opinar con tanta ligereza sobre temas que desconocía.

Por supuesto, el escarmiento fue una tortura para él mismo.

No debió haberse acercado tanto, no debió hablarle en ese tono y no debió inhalar su aroma, femenino y embriagador, que lo volvió completamente loco. El esfuerzo que tuvo que hacer para no morder su cuello fue titánico, porque no había nada en el mundo que deseara más en ese momento.

Que ella temblara de aquel modo, que su respiración delatara el deseo que había despertado en su joven cuerpo, no hizo más que agravar la situación. 

Naruto comprendió que se había propasado cuando notó lo excitado que estaba él mismo. La dejó marchar haciendo acopio de toda su fuerza de voluntad y se sintió ruin por haberse puesto al mismo nivel que James y Bert Uchiha.

No podía permitirse otro desliz así con Hinata Hyūga. Le había prometido a Ino que la protegería, y eso le incluía también a él y a sus pecaminosos pensamientos.

Llevaba mucho tiempo sin una mujer, se dijo, para tratar de disculpar su proceder. Era eso. Tenía que ser eso, sin duda. En cuanto se le pasara aquel arrebato, volvería a ser dueño de sí mismo y se enfocaría en el cometido de su misión, que no era otro que cuidar de la hermana de su querida amiga Ino.

Sin embargo, en cuanto se echó sobre las mantas, junto al fuego, y encontró los ojos perlas claros fijos en él, enormes, abiertos y todavía impresionados por lo ocurrido, maldijo para sus adentros.

Llevaba mucho tiempo manteniendo a raya sus instintos. Un año, para ser más exactos, desde que encontró a Ino en aquella cueva y se enamoró de ella como un adolescente. 

Hinata la valienteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora