31. Número privado

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Narra Dante

Nos levantamos bastante temprano, preparamos nuestro equipaje y desalojamos las cabañas, el guía se despidió de nosotros, nos agradeció por haber visitado el parque y por haber seguido las instrucciones durante la tormenta, bueno, felicitó a la mayoría, no a todos.

Abordamos los buses que nos llevarían a casa, el viaje fue bastante largo, aunque menos que el que hicimos para venir acá, pasaron unas cuantas horas hasta que llegamos al instituto, después de que parquearan los buses y nos bajáramos de los mismos pudimos ver que había gente esperándonos, había una gran multitud de gente reunida ahí.

Entre esa gente había un montón de padres de familia, además de algunos estudiantes de otros años, era raro que estuvieran tan expectantes, solo veníamos de un paseo y una tormenta cayó, no le veía nada de relevante.

Pude notar que mi madre y los padres de Anya estaban ahí, instintivamente nos acercamos a ellos.

—¡Dante! —me saludó mi madre para después darme un fuerte abrazo— Gracias a Dios estás bien.

—Si, mamá, obvio que estoy bien.

—Los profesores nos llamaron y nos avisaron sobre la situación, esa tormenta fue salvaje, hasta aquí en el centro de la ciudad cayó bastante fuerte, no me imagino cómo fue allá.

—Pues fue justo como dijiste, muy salvaje.

—¿Y aun así saliste a la intemperie en medio de ese diluvio? —preguntó mi madre con un tono molesto.

—Si, no lo hice por gusto, mamá, Taylor y Rosé estaban en problemas, tenía que hacer algo.

—Es increíble, eres igual a tu padre, testarudo e impulsivo.

—Ya te dije que no soy impulsivo, mamá.

—¿Entonces cómo le llamas a arriesgar tu vida saliendo en medio de un ciclón tropical en pleno bosque con secuoyas gigantes? Pudiste haber salido muy herido, o peor...

—Ay mamá... —suspiré, no la podía culpar, soy consciente que fue arriesgado, además, ya perdió a mi padre, sé que perderme a mí la destrozaría— Lo siento ¿Sí? Son mis amigas...Si estaba en condiciones de ayudarlas no iba a dudar en hacerlo.

Mi madre se me quedó viendo, conservaba ese ceño fruncido en su rostro, simplemente suspiró y me volvió a abrazar.

—Lo importante es que estás aquí, sano y salvo...

—Te amo, mamá.

—Y yo a ti, hijo.

Nos separamos del abrazo, vi a Anya saludar a sus padres que estaban en la multitud, bastante cerca de nosotros, estos también estaban contentos de ver a su pequeña.

—¡Dios mío, Anya! Nos tenías bastante preocupados ¿Estás bien? —preguntó la madre de Anya.

—Si mamá, estoy bien, la reacción alérgica se fue, así que estoy bien —respondió Anya.

—Pero ¿Cómo pasó? Bien sabes que nosotros tenemos el olfato hipersensible.

—Ya lo sé, mamá, yo no tenía idea de que hubieran de esos árboles en esa reserva, aparte, no recuerdo que los tuvieran en la época en la que fuimos nosotros.

—Tus profesores nos contaron a tu madre y a mí todo lo que pasó —intervino el padre de Anya— ¿Estás loca? ¿En serio creíste que salir en medio de la lluvia torrencial era una buena idea?

—Fue para ayudar a mis amigas, papá, estaban en problemas.

—Eso me da igual, Anya, tu prioridad debe ser tu propio bienestar, no puede ser que por ayudar a un par de desconocidas decidas poner en riesgo tu integridad física.

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