25. Repartir las camas

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Narra Dante

Entré a la cabaña junto con mis compañeras campistas, intenté hacer el menor contacto visual posible con alguna de ellas, sobre todo con las que ya conocía de ese día, no quería ponerme nervioso, pero era inevitable, podía sentir como las 3 se me quedaban viendo todo el tiempo, siguiendo cada movimiento que yo hacía.

Tratando de escapar de sus miradas empecé a ver el interior de la cabaña, la verdad se veía bastante bien, tenía esa combinación entre lo rústico y lo moderno que hacía que fuera un espacio acogedor e ideal para acampar.

Ya habiendo explorado el terreno en cuestión tocaba asignar las camas, al ver que todas seguían admirando la cabaña decidí tomar la palabra.

—Bueno ¿Qué les parece si nos asignamos las camas? Así cada uno podrá acomodar sus cosas.

—Más despacio, velocista, tenemos 20 minutos, tiempo de sobra para que veamos eso, primero debemos conocernos un poco mejor, tú sabes, para hacer que la experiencia sea más...agradable —contestó Debra.

—Estoy de acuerdo, sabiendo un poco de los demás será más fácil asignar las camas y el espacio que cada quien usará —secundó Alice.

—Bien... ¿Cómo lo piensan hacer?

—Sencillo, cada quien dirá de qué sección es, su edad, y algo curioso o interesante de sí mismo —explicó la serpiente.

—De acuerdo, ¿Quién empieza?

—Tú, obvio, la mayoría tuvimos una impresión un poco...peculiar de ti jaja, necesitamos conocerte un poco mejor.

—Ok...pues mi nombre es Dante, tengo 15 años, soy de la sección 1A, soy nuevo en la ciudad, me mudé desde Japón porque obtuve una beca en este instituto y pues quiero aprovechar la oportunidad.

Todas las chicas presentes se quedaron calladas mientras me veían fijamente, esto se sentía bastante incómodo.

—Espera, espera, vamos por partes... ¿Cómo es eso que tienes 15? ¿Me estás diciendo que soy mayor que tú?

—Yo también, yo tengo 16 —dijo Alice.

—Y yo —secundó Vanessa.

—Yo también soy mayor que Dante —respondió Helen.

—¿Qué tiene de raro?

—¿Bromeas, humano? Estás en primer año de preparatoria con 15 años, normalmente uno la empieza a los 16 o 17 años, o al menos eso es lo común, ¿Cómo es que estás aquí? —cuestionó Debra.

—Pues nada especial, me adelantaron de grado cuando era pequeño, por eso estoy en el año en el que estoy.

—Carajo, estás lleno de sorpresas eh.

—Pero ¿Naciste en Japón o cómo? —preguntó esta vez Alice.

—No, yo nací aquí, pero por el trabajo de mi papá nos tuvimos que mudar a Japón y ahí pasé la mayor parte de mi vida.

—Oh, ya veo...debió ser difícil adaptarse a una cultura completamente diferente.

—Bastante, aunque bueno, mi familia me ayudó con eso, pero no te niego que fue complicado encajar ahí.

—¿Habían furries en tu escuela también?

—Claro que sí, Debra, pero no tantos como aquí, no sé a qué se deba, pero pues, la proporción entre humanos y furries en Japón es menor a la que hay acá.

—Wow...no me lo hubiera imaginado nunca.

—Bueno, demasiada información mía, les toca a ustedes.

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