34. Pijamada

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Narra Dante

Nuevamente estábamos en el instituto, cumpliendo otro día de castigo, a diferencia de ayer nos tocó quitar todos los chicles de las mesas y pupitres de nuestro edificio y alrededores. Uno pensaría que sería tarea fácil porque casi nadie sería tan cochino de pegar chicles en esos lugares, pues me equivoqué.

—Es increíble que la mejor escuela del país tenga a alumnos tan puercos.

—No entiendo por qué te sorprende, en todos lados hay gente sucia, aunque sea en lugares supuestamente de élite —comentó Taylor.

—Lo sé, pero joder, un poco de higiene es lo que me esperaba, hay un chingo de basureros aquí, nada les cuesta pararse, buscar el basurero más cercano y tirar el chicle ahí.

—Que te digo, ya depende de la costumbre de cada quién.

Veías estos chicles y parecían llevar años pegados ahí, algunos ni siquiera se podían despegar, parecían trozos de concreto de lo secos que estaban.

—Ya quiero acabar con esto e irme a mi casa a descansar —bostecé— Eso es todo lo que necesito.

—¿Cuál descansar? Mírate, otra vez te desvelaste y amaneciste cansado, no descansas nunca —quejó Taylor.

—Es verdad, amor, ya llevas varios días así, son más los días que te desvelas que los que duermes bien ¿Te está pasando algo? —preguntó Anya un poco preocupada.

—No mi amor, tranquila, simplemente pierdo la noción del tiempo a veces jeje.

—Pues eso no está bien, deberías descansar más, ninguna razón es suficientemente válida como para perder horas de sueño, el sueño es la mejor vitamina para el cuerpo, no puedes prescindir de ella así.

—Está bien, preciosa, intentaré acostarme más temprano ¿Ok?

—Gracias, cielo.

—Carajo, tus promesas son iguales a las de un político —bromeó Taylor.

—Ja, ja, muy graciosa.

Seguimos con nuestra labor, pasamos así un par de horas, siempre sacando temas de conversación, para que el rato que pasáramos ahí fuera un poco más ameno.

—Sabes, es gracioso que siempre andes tan cansado, pero que hayas sido capaz de salvarnos en el campamento —infirió Taylor.

—¿A qué te refieres?

—No sé, me parece irónico que ahí parecías un super hombre cargando a 3 chicas en medio de la lluvia torrencial y aun así siempre andes tan jodido en el día a día.

—Es algo común, se le llama adrenalina, niña, si prestaras atención en clases de Ciencias lo sabrías.

—Lo dice el que se la pasa dormido en casi todas las clases.

—Y aun así logró aprender más que tú jajaja.

—Jódete.

—Jajaja el lado bueno de tu maravilloso razonamiento es que descarta tu teoría de que soy un robot o un alien.

—¿Quién dice? Esa teoría sigue estando bien fundamentada.

—Pero ¿En qué chingados la fundamentas, mujer?

—Yo sé mis razones, y pienso desenmascararte algún día.

Cuando ella dijo eso, algo resonó en mi cabeza, recordé esa llamada extraña que recibí hace días, no había pensado tanto en eso, básicamente porque no tengo forma de averiguar quién fue el imbécil que me llamó, pero, si es algo que debía mantenerme alerta, sin duda.

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