Capítulo 4

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—No te dejaré entrar a tu casa hasta que hablemos, ha habido un mal entendido, deja me explicártelo —el pequeño cerebro de mi ex estaba atrofiado, o sus dos únicas neuronas se habían matado la una a la otra.

Una gran carcajada fue lo único que resulto de su comentario, al parecer su plan A que incluía flores y disculpas había fracasado, y ahora estaba recurriendo al plan B que consistía en negarlo todo, esperar a que yo fuera estúpida y le creyera todas sus mentiras.

—¡¿Un malentendido?! —volví a reírme muy fuerte hasta el punto en el que casi me doblé sobre mi estómago.

Estoy segura de que mi risa había sido escuchada por más de un vecino y matado las esperanzas de reconciliación de Daniel.

—¿Dónde está el malentendido en que hayas estado acostándote con mi prima?, oh espera, ¿acaso estabas buscando ese malentendido en la pussy de la muy zorra?, y de paso te la diste, claro no podías perder esa oportunidad —Daniel estaba perplejo delante de mí, parecía que el gato le había comido la lengua.

—Alexis, de verdad no es lo que pien... —mi ex novio no pudo terminar lo que estaba diciendo ya que perdí la cordura y le arrebate el ramo de rosas de las manos para tirarlo al suelo.

Lo iba a dejar así pero el nudo en la boca de mi estómago estaba empujando un montón de recuerdos en mi cabeza, recuerdos del imbécil y yo cuando éramos felices y no me ponía los cuernos, así que comencé a pisotear las rosas sin piedad, me daba un poco de lastima ya que las rosas no tenían la culpa, pero era la única manera de que el imbécil comprendiera mi punto. No iba a regresar con él, y mucho menos perdonarlo.

Cuando las flores ya no parecían flores paré de pisarlas y caminé hasta Daniel. Tomándolo por sorpresa le di una cachetada y seguí mi camino hasta la entrada de mi casa. Había sido una total perra, pero él se lo merecía.

Al entrar en casa mi madre me miraba con los ojos muy abiertos, era obvio que había visto el númerito que había montado ahí afuera desde la ventana de la sala.

—Por favor no digas nada mamá, él se lo merece por engañarme con Vanesa —aun con asombro, mi madre asintió y murmuro un "patán" entre dientes que apenas fue comprensible.

***

Pasar todos los apuntes de la semana que no fui a clases me mantuvo distraída así logré pasar una tarde entera sin pensar mucho en Kathe y su asesino. No puedo decir que la noche fuese mi mejor amiga ya que el insomnio había llegado para quedarse a verme llorar en mi cama, no poder dormir solo me había hecho darle vueltas a un montón de recuerdos con Kathe. Justo cuando estaba por amanecer el sueño apareció inminente, pero ya era tarde, mi despertador estaba por sonar y tendría que ir a la escuela.

Solo dormí una hora, y al llegar a la escuela me sentía como un zombi que arrastraba los pies para llegar a la primera clase.

Marceline estaba hasta atrás en el salón siendo la misma de siempre, no socializaba y nunca participaba en clases a menos de que se lo pidieran, era típico de ella ser como un fantasma que nunca nadie toma en cuenta.

Caminé hasta el lugar junto a ella y me senté sin decir mucho más que un "Hola". No tuve tiempo de decir nada ya que la profesora llegó justo en ese momento.

Todo iba como cualquier otro día, con la excepción de que Kathe no estaba en aquella mesa justo enfrente como la chica más inteligente que era. Un vació se extendía por mi pecho al pensar en ella, apenas unos días atrás las dos habíamos estado hasta el frente de la clase riendo, sin preocuparnos de nada, y ahora ella se había ido.

Una pequeña bola de papel calló en mi mesa, no supe de donde venía, mire hacia todos lados hasta que pude ver la sonrisa triste de Marceline que me decía que de ella era aquella pequeña bola de papel.

Las Mentiras De KatheDonde viven las historias. Descúbrelo ahora