Capítulo 2

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—¿Qué es lo que acabas de decir? —creo que asusté a Rafael con mi conclusión precipitada sobre Salvador, sus ojos están a punto de salirse de sus cavidades oculares.

—Posiblemente tenga pruebas que lo incriminan —aun seguíamos parados al otro lado de la calle de donde Salvador y el jefe de policía Hernández se encontraban.

—¿De qué hablas?, ¿qué pruebas? —decidí no quedarme a observar las muestras de afecto y respeto de aquellos dos, y sin contestar a las preguntas de Rafael crucé la calle, me paré enfrente del jefe Hernández y Salvador.

—Jefe Hernández —confianza era lo que necesitaba para apagar mi miedo, así que trate de no tartamudear y sonar madura.

—Necesito hablar con usted en privado ahora mismo.

Me miró de arriba abajo con sorpresa brotando de sus poros al ver mi desastrosa apariencia.

—¿Estas bien, Alexis? —le di a entender que no se preocupara por mi bienestar moviendo la cabeza y sonriendo.

Rafael ahora a mi lado observaba atentamente al jefe de policías y a Salvador quien no lograba entender lo que sucedía por cómo me miraba.

—Esta bien, sigueme Alexis —el jefe Hernández le lanzó una mirada a los dos jóvenes hombres parados a las puertas de la estación de policías.

El jefe daba pasos firmes, llenos de seguridad y autoridad, llegamos hasta una pequeña habitación con una mesa en el medio y dos sillas paralelas entre sí a los lados de la mesa. Parecía sacado de una película de detectives de bajo presupuesto.

—Sientate Alexis —le hice caso al jefe de policías, me senté enfrente de él esperando que se le escapara algo que pudiera darme pistas del asesinato de Kathe.

—Gracias, jefe Hernández —de verdad agradecía que no me hubiese dado una patada en el culo por pedir un poco de su tiempo, había muchos reporteros locales haciéndole preguntas a cada instante de la muerte de mi amiga, era extraño ver tipos con cámaras y trajes tratando de cubrir cada palabra que las autoridades dijesen del asesinato.

—Por nada, Alexis —dijo cruzando los brazos sobre su pecho, el Jefe no era un hombre robusto, pero podría decirse que no era la persona más esbelta del mundo, parecía un vikingo, si alguien me pidiera describirlo, así lo haría, el vikingo que cuida de la pequeña población en la que vivo.

—¿Quieres contarme por qué querías hablar en privado conmigo? —había perdido el hilo del porque estaba ahí cuando me había empezado a preguntar cómo se le verían las pieles de osos, tuve que regresar a mi cerebro al punto inicial de mi visita.

—Oh claro, quiero hablar con usted del asesinato de Kathe —el jefe Hernández rápidamente enderezó su postura y descruzo sus brazos, creo que mis palabras habían llamado su atención muy rápidamente.

—Quiero preguntarle algunas cosas que aún no me quedan muy claras del asesinato de mi amiga —la atención que me había prestado con mis anteriores palabras había desaparecido con la pronunciación de las más recientes.

—Alexis, no te puedo dar este tipo de información, es un caso abierto que está siendo llevado por mis superiores —al parecer el jefe Hernández no soltaría ni una sola palabra de lo que ocurría, solo me quedaba la opción de investigar por mi cuenta, alguien en la fiesta tenía que haber visto algo raro.

—Esta bien, no preguntaré —tenía que darle las fotos al jefe Hernández, pero no sin antes quedarme con algunas copias para después sacar mis propias conclusiones.

—¿Puedo pasar a su baño?, en un segundo vuelvo para hablarle de algo más —para que mi mentira del baño fuese creíble, me levanté de la silla y comencé a hacer un pequeño baile en mi lugar como si no pudiese aguantar las ganas de hacer pipí.

Las Mentiras De KatheDonde viven las historias. Descúbrelo ahora