Capítulo 30

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Cristal bajó las escaleras de la antigua hacienda de los Mausan, nunca espere verla ahí, incluso me pregunté si estaba soñando o alucinando. ¿Qué diablos hacia ella aquí?

—¡¿Qué diablos hacen ustedes aquí, y como entraron?! —al menos no era la única que tenía la misma pregunta. Fernando estaba detrás de Cristal, me había enfocado tanto en ella que no había caído en cuenta de que el enemigo estaba en la misma habitación.

El cabello de Cristal estaba alborotado y tenía sus zapatos en la mano, cabe recalcar que eran unos hermosos stilettos rojos, su vestido negro y corto me daba la impresión de que no podía respirar de lo apretado que estaba. Definitivamente no había ido ahí a rezar o estudiar. Si su madre se enterara le daría el soponcio.

La señora Alvarez, madre de Cristal, es una muy fiel discípula de la iglesia, del tipo que va todos los Domingos a misa y se confiesa cada semana, hizo a Cristal unirse a grupos de jóvenes religiosos a los cuales ella odiaba ir. Cristal siempre estaba quejándose de la obsesión que su madre tenía por la iglesia y todo lo que estuviese relacionado.

—¿Que haces tu aquí? —le pregunté a Cristal sin prestarle atención al imbécil detrás de ella.

—Yo... —tartamudeando—, esto no es lo que parece —usó la típica frase que usan las personas que son atrapadas con las manos en la masa haciendo exactamente lo que parece.

—¡Les estoy hablando!, ¡¿qué diablos hacen en mi casa?! —seguía gritando el mandril sin dejarnos hablar.

—Claro, ese vestido de latex es para ir a la iglesia, pero creo que te perdiste, la iglesia esta muy lejos de aquí mamasita —no me molestaba que Cristal estuviese teniendo una aventura con un chico, lo que me molestaba era que fuese con el idiota de Fernando.

—¡Ya estoy harto de ustedes dos, llamaré a la policía!.

—Estamos aquí para hablar con Erick —interrumpió Marceline—, dijo que estaría esperándonos.

—¡Me importa un carajo quien las invitó!, ¡vayanse de mi maldita casa!

—Claro que no, si tu puedes traer invitados yo también puedo, esta también es mi casa.

Por fin Erick había hecho acto de presencia. Después de todo no nos darían una patada en el culo para sacarnos de la hacienda.

—Si vas a hacer lo mismo que yo hice con mi invitada, entonces se pueden quedar —dijo Fernando con una sonrisa asquerosa en su degenerado rostro.

El comentario de Fernando me daba ganas de vomitar, aun no entendía que hacia allí Cristal, la conocía lo suficiente como para saber que ella no era el tipo de chica que se acostaba con cualquier chico.

—Hay por Dios, ¿que le aviento? —dijo entre dientes Marceline irritada mirando a todos lados buscando un arma que pudiese usar para golpear al idiota.

—Deja de ser un maldito cerdo, Fernando —la mueca de disgusto de Erick demostraba lo diferentes que podían ser aquellos dos, o al menos eso parecía en este preciso momento.

—Creo que mejor nos vamos, no soporto respirar el mismo aire que el patán de tu hermano, hablamos en la escuela —le dije a Erick esperando que aquello bastara para que entendiera que tenía que empezar a indagar sobre Rafael, Fernando era un eslabón importante en esta investigación, probablemente el sabía que era lo que sucedía entre Rafael y Kathe.

Salimos de la hacienda dejando solos a los hermanos Mausan y a Cristal, esa chica no tenía ni idea de lo que estaba sucediendo, estaba segura por la mirada perdida que nos lanzó a todos.

Regresamos por donde llegamos, y cuando llegamos hasta Kaori y Román estaba agradecida de que nuestra participación en todo esto hubiese acabado.

—¡¿Entonces por que estaban ellas aquí?! —escuché la voz de Fernando dentro del auto, si no fuese porque sabía que estrían monitorizando la conversación de los dos hermanos ya estaría asustada de escuchar al mayor de los hermanos Mausan gritando a las afueras de la hacienda.

Las Mentiras De KatheDonde viven las historias. Descúbrelo ahora