Lo único que podía escuchar era llantos, mis ojos estaban nublados por lo que parecían lágrimas, yo también había estado llorando, y no recordaba por qué.
—¡Es totalmente estúpido! —alguien gritó detrás de mi.
Me di la vuelta para ver a Marceline gritándole a un hombre con uniforme de policía, mi amiga lucía enojada, sus ojos estaban hinchados y parecía desalineada, como si llevara usando esa misma ropa varios días, aquella no era la Marceline que conocía.
—¡Ella no haría eso, era mi amiga! —siguió gritando—, ¡si está muerta no es por lo que hacía o en donde estaba, es por su maldita incompetencia!
Sin pensarlo dos veces miré hacia adelante y lo vi. Un féretro blanco lleno de flores.
¿Qué diablos estaba ocurriendo?, ¿en donde estaba?
—Marceline, déjalo, gritar no sirve de nada ahora.
Los gritos llamaron mi atención de nuevo.
Román apareció detrás de Marceline tomándola por los hombros para tratar de tranquilizarla.
—¡No me digas así!, ¡solo ellas me llamaban así! —gritó mi amiga poniéndome los pelos de punta. Solo Kathe y yo la llamábamos Marceline.
—Mierda —dijo Román mirando hacia donde estaba yo.
¿Acaso me había visto? Pero no fue así, no me veían a mi, veían a la persona detrás de mi.
Darío.
El corazón se me cayó a los pies, ese no era el Darío que conocí, había ojeras bajo sus ojos, su pelo suelto parecía no haber tocado el agua en días, y el traje que llevaba estaba tan arrugado que parecía no conocer una plancha, su mirada estaba fija en el féretro, no veía nada mas, sus lindos ojos ahora eran fosos sin fondo, perdidos y tristes.
No, esto no podía estar ocurriendo. ¿Que había sucedido?, ¿por qué ahora estaba muerta?
—Darío, no deberías... —la frase de Kaori quien estaba detrás de Darío se quedó sin terminar.
—Solo cállate —lo silenció Darío cerrando los ojos para dejar que las lágrimas corrieran por sus mejillas.
—No lo abras —la voz de mi padre me hizo mirar a mi lado, ahí estaba junto a mi madre y Ana, mi hermana estaba dormida en un sofá hecha bola con sus manos sobre su estomago, sobre el sobrino o sobrina que nunca conocería. Mi madre se encontraba al lado de Ana, parecía no estar en este mundo, miraba a la nada.
—No quieres recordarla de la manera en la que se ve ahora —le dijo mi padre a Darío.
¿Qué me había sucedido?, ¿por qué decía eso mi padre?
Y los recuerdos vinieron a mi. Yo en el auto del señor Estrada, unas manos rodeando mi boca, mi desesperación por escapar de ellas, y finalmente oscuridad.
Estaba muerta, alguien me había asesinado, ¿como me había sucedido esto a mi?, se suponía que atraparía al asesino de Kathe, no debía morir, debía de hacer justicia por mi amiga.
—Es demasiado tarde —aquella voz me sorprendió, hacía mucho que no la escuchaba, y volver a oírla me llenaba de alegría.
—¿Kathe? —pregunté mirando a mi lado—, ¿que haces aquí?
Mi difunta amiga lucía como la ultima vez que hablamos, su pelo negro y perfectamente peinado estaba en su lugar, sus labios rojos contrastaban llamativamente con su pálida piel, sus ojos azules grandes y brillantes parecían nunca haber perdido la vida, era ella, la misma Kathe de siempre.
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Las Mentiras De Kathe
Teen FictionSolo era una fiesta en la hacienda de los padres de Erick, pero el cadáver de Kathe apareció súbitamente ante los ojos de todos a la mañana siguiente. ¿Quién la mató? La pobre Kathe nunca abría hecho daño a nadie, ¿por qué alguien querría matarla? A...