Capítulo 10

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—¡Oblígame, perra! —grité a todo pulmón desde las alturas, tal vez debería bajar de la barra, todo daba vueltas y eso no era bueno, no quería terminar embarrada en el piso.

Marceline como persona razonable, seguía insistiendo para que regresara los pies a la tierra, pero mi lado terco no me dejaba, tenía que convencerla de ir a la hacienda de Erick, sobre todo después de lo que me había dicho la nueva novia de Salvador.

Al parecer la chica a la que Salvador no le podía quitar los ojos era su nueva novia, y por lo que había escuchado de ella después del pequeño interrogatorio que le hice, todo quedó mas claro que él agua, Salvador no podía ser el asesino. El tipo del auto caro con el que había visto Salvador a Kathe, él si que podía ser.

No me pregunten como, pero la novia de Salvador me contó que había estado toda la noche con él, me dijo que habían ido a cenar y luego a la casa de la chica, ella juró que Salvador no había salido de aquella casa en toda la noche, no necesito dar todos los detalles que ella me dio, pero era obvio que los dos habían estado muy pero muy cerca el uno del otro como para que uno de los dos pudiera salir a asesinar a mi amiga.

Así que el asesino de Kathe era alguien que había amenazado a mi amiga con unas fotos de ella besándose con Erick, tenía suficiente dinero para un auto caro, y era mucho mayor que nosotros. Lo único que podría darnos mas pistas en este momento era el teléfono perdido de mi amiga, teléfono que estoy segura está en la hacienda de Erick.

Ahora solo necesito que Marceline me apoye en mi idea de ir a buscar ese maldito teléfono, pero al parecer subirme a la barra de la cocina para convencerla no fue una buena idea, mi amiga no da signos de aprobar mi idea.

—¿Alexis, que haces ahí arriba? —la voz de Rafael proveniente de algún lugar de entre la multitud que se esparcía alrededor de la barra me hizo examinar persona por persona.

—Hola, Rafael, ¿en donde estabas?, hace un buen rato que no te veía —dije mas alegre de lo normal.

—Estaba hablando con unos amigos, ¿y tu por que estas ahí arriba? —Rafael miró de Marceline a mi y de vuelta, parecía no entender lo que ocurría, y no lo culpo, la mayoría de las personas en la cocina no lo hacían tampoco.

—Pues mira, estoy tratando de convencer a Marceline de... —mis palabras fueron cortadas de golpe por una muy enojada Marceline que me interrumpió para que yo no arruinara todo.

—Esta tratando de convencerme de quedarnos mas tiempo, pero ya le dije que es hora de irnos —respondió mirándome, como tratando de decirme algo entre líneas, líneas que yo aun no captaba y estaba segura no entendería su mensaje.

—Lo que estaba tratando de decir era que... —de nuevo Marceline interrumpió, y esta vez lo hizo para pedirle ayuda a Rafael quien seguía sin entender lo que estaba pasando.

—Rafael, ¿me podrías ayudar a llevar a Alexis a mi casa?, creo que ya no esta en condiciones de tomar —yo aun de pie en la barra comencé a beber como la adolescente que era, solo porque no me dejaban hablar.

—No, todavía podemos quedarnos un rato mas, no estoy tan borracha —para mi mala suerte me tambaleé un poco arriba de la barra y eso restó credibilidad a mi comentario, Rafael como todo un caballero se movió mas cerca de la barra para atraparme en caso de que decidiera que quería volar.

—Vamos Alexis, es hora de irnos —trató de convencerme Rafael que estaba justo enfrente de mi con los brazos abiertos para que yo pudiera bajar, era toda una invitación que claramente no podía rechazar.

—Si Alexis, vámonos ya, brinca en los brazos del chico que te gusta y vámonos —Marceline no se contuvo de gritar a los cuatro vientos que me gustaba Rafael, y gracias a eso la multitud a nuestro alrededor comenzó a hacer ruidos de orangután en celo.

Las Mentiras De KatheDonde viven las historias. Descúbrelo ahora