Capítulo 38

1 0 0
                                    

Unas ganas de vomitar inmensas me hicieron abrir los ojos de golpe.

El olor a desinfectante era muy fuerte, la luz abundaba y un dolor insoportable apareció justo detrás de mi cabeza. Al parecer la fiesta de ayer había sido la bomba.

—¡Esta despierta! —alguien gritó haciendo que mi cabeza doliera mas, gracias quien quiera que fueras.

El ruido de una puerta seguida de pasos me hicieron esforzarme mas por abrir los ojos.

—Dios, no vuelvo a tomar vodka —me juré con voz ronca mientras acercaba una mano a mi cabeza para ver si seguía ahí o ya había explotado.

—¿Alexis, me escuchas? —dijo un hombre de bata blanca en voz muy alta.

—Claro que lo escucho, deje de gritar, ¿y por qué esta en mi habitación? —no entendía la presencia de aquella persona en la intimidad de mi hogar.

—Alexis, estamos en un hospital, no en tu habitación —me informó aquel extraño ser de bata de blanca, ahora que lo veía mejor podía notar su avanzada edad y lo bajito que era.

—Mierda, mi madre me va a matar —balbuceé tratando de levantarme lo mas rápido posible para regresar a casa, miré en todas direcciones buscando un reloj que me diera la hora, no lo encontré, pero lo que si me encontré fue peor.

Ana y mis padres ya estaban ahí, los tres parecían más preocupados que enojados, eso me dio esperanza de no ser regañada. ¿Tan mal me había puesto gracias al vodka?

—Mamá, lo puedo explicar —empecé a justificarme en voz baja quedándome lo mas quieta que pude—, te juro que no tomé mucho, ese vodka debió de estar adulterado, tu sabes que esas cosas a mi no me gustan.

No pude decir más porque mi madre se soltó a llorar, Ana perdió el color y parecía un fantasma, y mi padre solo podía abrazar a mi madre y tratar de calmarla. ¿Que rayos pasaba?, ¿tanto los había decepcionado para que reaccionaran así?

La puerta se abrió de golpe provocando que esta se estrellara contra la pared de la blanca habitación en la que nos encontrábamos.

Un chico rubio y alto entró desbocado, caminaba a paso firme y parecía preocupado, alguien lo seguía, no pude verlo debido al papasito que se aproximaba a mi rápidamente.

En menos de lo que canta un gallo el chico sexy ya me estaba rodeando con sus musculosos brazos, no sabía quien era, pero ¿quien era yo para negarle un abrazo a tan necesitado muchacho?

—No sabes lo asustado que me tenías, preciosa —el tono de su voz me era familiar, la calidez de sus palabras hizo resonar algo dentro de mi, yo lo conocía.

Boom.

Los recuerdos explotaron en mi cabeza dejándome helada.

Ahora sabía por qué estaba aquí, casi me asesinan, Leonardo, el asesino de Kathe casi termina conmigo también.

El miedo, la tristeza y la desesperación que sentí en ese hueco en la tierra disfrazado de iglesia regresaron a mi, el aire de repente parecía muy pesado, y las paredes de la habitación comenzaban a estrecharse entre si, sentía como si estuviera a punto de morir, mi corazón latía tan rápido que parecía mas un zumbido que un latido.

El sueño que tuve en aquella cueva también regreso a mi, la angustia solo empeoró la situación en la que ya estaba.

—¿Alexis? —escuché a Darío hablarme, la desesperación no me dejaba centrarme en nada, no podía pensar mas allá de que iba a morir—, ¡¿que le sucede?!

Estoy segura de que empecé a hiperventilar, mis pulmones no podían alojar el aire suficiente, era como estarme ahogando fuera del agua.

—Esta teniendo un ataque, es por el trauma que vivió —escuché decir al doctor en alguna parte de la habitación.

Las Mentiras De KatheDonde viven las historias. Descúbrelo ahora