Capítulo 7

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Al llegar al lugar donde vivía Román me imaginé que podría terminar atada en el sótano, pero estaba equivocada, no con lo de terminar en un sótano, sino con lo de estar atada.

El novio de Marceline nos hizo pasar a su casa, que para mi sorpresa no era un lugar lúgubre y sombrío como lo imaginaba. En realidad era un lugar cálido y normal, con las típicas fotos de la boda de sus padres y un par más de un niño en nada más que pañales.

—Es mejor que vayamos a mi guarida secreta antes de que mi madre se dé cuenta de que están aquí y empiece a hacer preguntas —¿guarida secreta?, ¿acaso todas las personas como Marceline y Román tenían una?, si así era no me sorprendía en lo absoluto. Ahora solo me cuestionaba una sola cosa, ¿acaso yo necesitaba una guarida secreta?.

Caminamos por una pasillo hasta una puerta que estaba al final de este, y cuando Román abrió la puerta un escalofrío me recorrió todo el cuerpo. Definitivamente aquel lugar si parecía una guarida, pero de un asesino en serie.

Unas escaleras que descendían en la oscuridad fue lo que causo mi escalofrío, parecía que la luz no penetraba en aquel foso sin fondo.

—Olvidé dejar la luz encendida cuando salí —susurró Román para sí mismo buscando algo en la pared.

Al parecer no buscaba el interruptor ya que bajó despacio por las escaleras sosteniéndose de algo con su mano, había una barandilla, eso era lo que él buscaba.

Después de que los tres bajáramos unos cuantos escalones, Román encontró el interruptor de la luz y al fin pudimos ver que tan abajo habíamos llegado, no tanto como lo había imaginado, justo enfrente había una puerta de metal con cintas en amarillo y negro con la leyenda "No pasar" impresa en ella, ¿de dónde la sacó?, ¿de una escena de crimen real?

—Bienvenidas a mi guarida —Román abrió la puerta para mostrarnos más oscuridad—. Rayos, también apagué esta luz.

Se notaba que era muy distraído.

—¿Es regla general que todos los nerds tengan una guarida? —pregunté sin darme cuenta mientras Román buscaba entre la oscuridad el apagador de la luz en una pared—. Si yo quisiera pertenecer a su club, ¿necesitaría una guarida secreta?

—¿Qué? —exclamó el distraído y guapo Román mientras la luz se encendía.

—Nada, mi amiga es muy extraña, dice cosas sin sentido —se adelantó a decir Marceline antes de que yo abriera mi bocota. La duda era genuina, ¿por que Marceline tenía que cohibirme?

—Okey —dijo Román mirándonos extrañado—. Pueden sentarse si quieren.

El sótano de Román no parecía un sótano, era más una habitación decorada con un montón de luces led azules resplandecían en las paredes grises, estantes de metal plateado llenos de cables, partes de computadoras y lo que parecían celulares a medio armar, junto con partes de cosas que no sabía qué diablos eran.

En el fondo había una pequeña cama junto a una mesita de noche, no había ventanas ya que estábamos bajo tierra, y por lo tanto la única luz provenía de luces led azules y blancas. Esto era el mas grande miedo de un claustrofobico.

El lugar para sentarnos que Román había señalado eran dos pufs de colores verde neón y negro, del otro lado de la habitación había un gran escritorio lleno de lo mismo que los estantes metálicos, parecía que el chico estaba armando Transformers por la cantidad de piezas de tamaños y colores diferentes que tenía esparcidas por todo el lugar.

Román tomó la silla giratoria del escritorio y se sentó frente a nosotras, Marceline había tomado asiento en el puf de la manera más elegante posible, mientras que yo casi me voy de espaldas tratando de acomodarme en el intento de sillón que eran aquellas almohadas gigantes rellenas de pequeñas bolitas extrañas.

Las Mentiras De KatheDonde viven las historias. Descúbrelo ahora