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—¡Por favor! —gritó Quimera. —¡Ayuda! —lloró sintiendo un dolor desgarrador. —Viserys por favor, no me mates. —lloró desde la cama mientras veía como Viserys hablaba con el maestre en voz baja. —¡Viserys! ¡Ayuda! —gritó. Conocía al rey, podría ser su amigo incluso tenerle aprecio. Pero no la amaba como amó a Aemma, y aún así fue capaz de abrirla como a un jabalí.
—¿Qué está pasando? —preguntó Daemon entrando a la estancia.
—Daemon. No debes estar aquí. —declaró Viserys. —Esto no es asunto tuyo. Hay complicaciones y...
—¡Por favor, va a matarme! —exclamó Quimera mientras las doncellas la inmovilizaban. —¡Daemon!
—A veces las decisiones son complicadas y... —trató de decir Viserys a Daemon.
—Quítate, no voy a dejar que mates a otra como mataste a Aemma. —dijo el príncipe canalla empujando a Viserys y llegando hasta ella. —Soltadla —ordenó a las doncellas.
—Mi príncipe, es una orden del rey —dijo una de ellas.
—¡Que la soltéis! —exclamó este sacando su espada. Las doncellas soltaron a Quimera y esta sin dejar de llorar respiró aliviada. Daemon la tomó en sus brazos y andó rápidamente fuera de la habitación el ella mientras esta lloraba abrazada a su cuello. —¡Mandad a llamad a los maestres más diestros! —gritó.
—No, no —pidió Quimera aterrada mientras Daemon entraba a sus propios aposentos y cerraba con llave para posteriormente dejarla en la cama. —Yo lo sacaré, si los llamas van a matarme...
—No puedes hacerlo sola.
—Pues ayúdame. —rogó.

Daemon se quitó los guantes de montar y parte de la armadura y metió sus manos en la bañera humeante antes de acercarse a Quimera.

—Intentaré no hacerte daño. —dijo Daemon. Este metió tu mano notando un quejido por parte de la reina. —Lo siento.

Quimera no podía dejar de llorar. Estaba adolorida, agotada y expuesta.

—Estoy tocando algo, no sé lo que es...
—Sácalo por favor... Voy a desangrarme. —rogó.

Daemon, con conocimientos prácticamente nulos y un nerviosismo que recorría su columna, notó un bulto que dedujo que eran las nalgas del bebé y movió su mano para llegar hasta los pies y tirar suavemente de ellos.

El príncipe consiguió entre quejidos y llanto por parte de Quimera, sacar a la criatura de sus entrañas como si fuera un conejo. Al verlo, él mismo se horrorizó, se trataba de un bebé medio deforme, claramente muerto.

Quimera al verlo comenzó a llorar más fuerte si es que eso era posible. Pues todo el dolor y sufrimiento había sido el vano.

—Llévatelo por favor. —lloró.
—Los maestres vendrán a verte, volveré enseguida. —le dijo llevándose al recién nacido muerto.

—¡¿Qué crees que haces?! —preguntó Viserys quien había estado aporreando la puerta de los aposentos durante todo momento.
—Este es el hijo por el que ibas a matar a tu esposa —dijo Daemon dándole la criatura sangrienta y mal formada. —Voy a avisar a los maestres para que curen a la reina.

Viserys, atónito, se mantuvo en silencio mientras veía como Daemon se marchaba en busca de los maestres.

—¡Quimera! —exclamó Alicent entrando a los aposentos de la reina, pues esta ya se había movido a sus aposentos y se había dado un baño y cambiado tras ser revisada y curada por los maestres.
—¿Qué pasa? —preguntó desde su cama.
—Me lo han contado todo. Estaba con Rhaenyra y Syrax, tendría que haber estado aquí.
—Tranquila. —sonrió Quimera.—Estoy bien.
—No, claro que no.
—Alicent, tranquila.

La tarde pasó y Daemon se adentró en los aposentos cuando Quimera estaba a solas.

—Lo siento mucho, Quimera. —dijo Daemon entrando a los aposentos de esta.
—Gracias. —dijo esta. —Gracias Daemon.
—Tranquila. —dijo este sentándose a su lado.
—De no ser por ti estaría muerta y abierta en canal. Viserys... ¿te ha cuestionado?
—No le hizo gracia pero lo ha entendido. No quiere hablar de ello. Está en sus aposentos llorando a su deforme hijo. Yo también quería que viviera. —dijo Daemon. —Aunque lo negué. Serías la única con la que lo hubiera tenido. Habría tenido su belleza.
—Ahora nunca lo sabremos —dijo Quimera. —No quiero volver a hacerlo. No quiero pasar por esto de nuevo... Soy una cobarde.
—Eres valiente. Y estás viva. No volverás a pasar por esto. Toma té de la luna. No quiero que mueras.
—¿Te preocupas por mí? —sonrió Quimera.
—Eres la única amiga que tengo por aquí. ¿Qué podría hacer sin el favor de mi reina?
—Si no hubieras aparecido... Viserys habría ordenado que me mataran... Jamás había pasado tanto terror. Ni si quiera cuando huí de mi padre y me escondí en el bosque de niña. A veces desearía que me hubiera comido un dragón y Otto nunca me hubiera encontrado y tenido de vuelta. Me casó con Viserys para que fuera su marioneta.
—No lo eres, admiro que jamás te hayas dejado someter por él.

Unos toques sonaron en la puerta y Daemon se apartó unos pasos de la cama de la reina.

—Adelante —dijo Quimera.

Rhaenyra entró con un semblante de preocupación en la estancia.

—Quimera. —dijo arrodillándose a su lado y tomando sus manos. —Quise venir antes pero mi padre me ha retenido en charla y me ha hecho o acompañarlo a la cremación. Me alegro de que estés bien. —dijo con sinceridad. —Estaba preocupada, eres la única que se preocupa por mí, no quiero que te pase nada.
—Estoy bien, Nyra, descuida. Gracias por preocuparte.
—No podría no hacerlo. Gracias tío por no permitir lo que mi padre pretendía hacer.
—Descuida —dijo Daemon.
—Si hay algo que pueda hacer por ti, Quimera.
—No, Nyra, tranquila. Estoy mejor. Gracias.
—No tienes nada que agradecerme.
—Nyra, estás aquí —dijo Alicent entrando. —¿Te encuentras mejor Quimera?
—Sí, Alicent. Descuida.
—Tu padre quiere verte, Rhaenyra. —dijo Alicent a su amiga.
—¿Otra vez? —preguntó Rhaenyra.
—Ajá... —dijo Alicent. —Otro consejo.
—Quimera si necesitas algo... —dijo Rhaenyra.
—Tranquila —sonrió Quimera.

Alicent dedicó una sonrisa a su hermana y las dos jovenes salieron de los aposentos de la reina. Dejando a esta a solas de nuevo con Daemon, quien la miraba comprobando que todo estaba bien.

QUIMERA HIGHTOWER (Rhaenys Targaryen)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora