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Nadie se percató de la llegada de la reina al campo de entrenamiento de los chicos. A excepción del rey que observaba desde una zona elevada.

—Vuestro interés en el adiestramiento del príncipe es poco corriente, comandante. La mayoría solo demostraría tal devoción por un primo, un hermano o un hijo —declaró Cole. Harwin se iba a girar para proporcionarle un puñetazo cuando vio a Quimera tras Criston y se detuvo. Su detenimiento hizo que Criston Cole se girará encontrándose entonces con la reina sosteniendo una espada que había tomado de algún guardia la cual quedó a un milímetro de su garganta.
—¿Qué habéis dicho? Repetídmelo por favor —pidió Quimera.
—Alteza... —trató de decir Criston.
—¡Es una orden!
—Que... Que... —tartamudeó Criston Cole.
—Sacad la le gua, Criston. Si la usáis para decir esas cosas no la echareis de menos.
—¿Qué? —preguntó él.
—Es una orden de la Reina —declaró Quimera. —¡Sacadla!

Criston Cole sacó la lengua tembloroso y Quimera la rozó con la espada.

—Si volvéis a insinuar algo remotamente similar. Será la cabeza lo que os corte. ¿lo habéis entendido? ¡¿Lo habéis entendido todos?! —exclamó la reina. —Harwin. Seréis vos quien entrene a los niños el resto del día. Cole, id a que os de el aire.

Quimera tiró la espada al suelo y abandonó el lugar con su común gracia y porte.

Está volvió a los aposentos donde se encontraba Laena y encontró a Rhaneys mirándola.

—Está despierta pero agotada —dijo Rhaenys. —Desde aquí he tenido buenas vistas a vuestro numerito en el patio.
—Le cortaría la cabeza a Cole si pudiera.
—Decidle a Harwin que sea más prudente.
—¿Qué insinuáis? —pregunto Quimera en tono suave apoyándose en una columna.
—Creí que nuestro lema todo estos años había sido poder decir en voz alta lo que ambas sabíamos.
—Rhaenys...
—Quiero a esos niños. Velaryon o no. Y podéis estar tranquila, sois la única con la que lo digo en voz alta.
—Gracias. Los rumores acechan y no quiero que pongan en riesgo a Nyra o sus hijos.
—Quiero a esos niños, estad segura. Y me veo obligada a volver a agradeceros que salvarais a Laena.
—Rhaenys, no tenéis nada que agradecerme. ¿Y vuestro marido?
—La triarquía se ha impuesto, lucha en los peldaños otra vez. Esos malditos peldaños...
—Ya... Puedo imaginarlo. Debéis extrañarlo.
—No demasiado... Entre vos y yo.
—No es lo que se dice en la Corte.
—Fuimos un matrimonio feliz en el pasado. Después cada vez que salía dejaba bastardos y... Me da asco —declaró la princesa sin tapujo alguno.
—No entiendo quién podría preferir a otras damas teniéndoos a vos —declaró Quimera prácticamente sin pensarlo demasiado. Sorprendiendo con su respuesta a Rhaenys.
—Me halagáis, alteza.
—Es cierto.
—Quimera —dijo Daemon saliendo del lugar y abrazando a la reina con fuerza. —Laena se ha dormido. —dijo a Rhaenys al separarse.
—Voy a verla —dijo Rhaenys entrando.
—Te he extrañado tanto... —dijo Daemon. —¿Y las niñas?
—Viniendo —dijo Daemon.
—Gracias por traer a Laena, has hecho bien.
—Sabría que aquí podrías... Los maestres allá no querían...
—¿La quieres?
—Nunca deje de quererte.
—No he preguntado eso, Daemon. —sonrió Quimera. —Pero necesito que la quieras y la protejas. —añadió la misma.
—Lo hago.
—Y te lo agradezco. Cuéntame, ¿cómo te ha ido en Pentos?
—Bien pero... Creo que hay cosas que necesitas saber antes. Que Rhaenyra se vaya a Rocadragón. Otto planea algo y Viserys no presta atención a mis cartas.
—Hablaré con ella.
—Hay una tormenta a punto de estallar.Que se lleve a su amante y Laenor al suyo pero que se vayan.
—Me ocuparé de ello. Pero Daemon, deja que Laena se quede en Marcaderiva con vuestras hijas, se lo que te gusta Essos pero te necesito, Daemon. Te necesito aquí. Como miembro de la corte y el consejo.
—Me quedaré por ti. No te dejaré si confabulan en tu contra. Nos lo prometimos hace años, mi lealtad está contigo.
—Y la mía —dijo Quimera abrazándolo con fuerza.

Ambos charlaron durante un rato hasta que la noche cayó en la fortaleza. Entonces las niñas, Rhaena y Baela llegaron a Desembarco del Rey pues ambas iban en el dragón de Baela, que no era tan rápido como Caraxes.

—He visto el dragón de Baela —dijo Quimera encontrando a Rhaenys en uno de los balcones cuando la noche había caído.
—Lo he visto, las estoy esperando. Tendré que decirles que su madre vive gracias a vos.
—No es necesario. No ha sido un acto que quiera que me agradezcan. Ha sido lo que debía hacer.
—Siempre decís lo mismo y aún así siempre me sorprendéis.
—Soy una caja de sorpresas —sonrió Quimera. —Laena se quedará en Marcaderiva si lo desea. Daemon tendrá un puesto aquí en la corte. Sé que Laena quería volver y sé que querrás que vuelva.

Rhaenys miró a Quimera y no pudo evitar abrazarla con fuerza.
—Gracias —musitó.
—Tenéis que dejar de agradecerme por cualquier acto que hago.
—¿Cómo habéis convencido a Daemon?
—Es un buen amigo. Y dejad de darme las gracias —dijo Quimera sonriendo antes de que Rhaenys pudiera articular el agradecimiento.

—¡Abuela! —exclamaron las niñas corriendo por el pasillo.
—¡Baela, Rhaena! —exclamó Rhaenys arrodillándose y recibiendo a sus dos nietas en un abrazo.
—Reina Quimera —dijo Baela cuando se separaron de su abuela.
—Hola niñas —sonrió Quimera abrazando a las pequeñas también. Estás la querían pues Quimera había visitado un par de veces a Daemon y a Laena.
—¿Cómo está madre? —preguntó Rhaena.
—Está descansando. Está bien gracias a qué la reina la salvó —dijo Rhaenys.
—¿Salvasteis a madre? —preguntó Baela.
—Rhaenys... —se quejó Quimera.
—Gracias —dijo Rhaena abrazándola se nuevo seguida por Baela. Ambas niñas entraron a la habitación de su lado y así Quimera y Rhaenys volvieron a quedar solas de nuevo.
—Había olvidado que mi hija está en vuestros aposentos —dijo Rhaenys a Quimera.
—No os preocupéis, se los cedo de buen gusto. No creo que pueda dormir esta noche. Tengo muchas cosas en la cabeza. Será mejor que tome algo de vino...
—Os acompaño —dijo Rhaenys.

QUIMERA HIGHTOWER (Rhaenys Targaryen)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora