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—Estás tan espléndida que te arrancaría el vestido y te follaría durante días —dijo Daemon acordonando por la espalda el corsé de Quimera.
—Que romántico —rió esta. —Pero la que debe estar Preciosa hoy es la futura novia.
—Sí pero no tienes comparación. Eres un ángel, Quimera. Una belleza jamás vista. Nadie podría compararse contigo.
—Ojalá tú hubieras sido el rey —dijo Quimera girándose para besarlo. —Podrías follarme en el trono, en ese consejo lleno de viejos buitres o incluso arrancarme el vestido y hacerlo sobre la mesa del banquete y nadie podría decir una sola palabra. Pero estamos condenados a vivirlo en secreto.
—Quimera. Quiero que sepas que... Si algún día te enamoras de otra persona, te casas con alguien más o... Lo que sea. Voy a seguir ahí para ti. Como un amigo y un confidente como lo hemos sido para el otro todos estos años, al margen del sexo. No existe nadie en quien confíe y a quien respete más que a ti.
—Te digo lo mismo. No importa lo que pase con nuestras vidas románticas o sexuales. Eres mi mayor apoyo aquí. No quiero que eso cambie.
—No lo hará.

Quimera sonrió y se despidió de Daemon para dirigirse al salón donde se celebraría el gran banquete. Se encontró con Viserys y se dirigieron juntos al lugar. Rhaenyra llegó a penas unos minutos más tarde y los invitados que no habían llegado comenzaron a entrar. Alicent se encontraba sentada junto a su padre en una de las mesas de invitados pues debido a la insistencia de Quimera, Viserys había decidido apartar a Otto parcialmente de los asuntos reales por un tiempo. El heraldo anunció la llegada casas como la Lannister y la Tyrell, quienes saludaron y se dispusieron en sus sitios. Dameon entró sin compañía ni anunció y ocupó su sitio al lado de Quimera.

—¿Bailarás conmigo esta noche? —preguntó en un tono imperceptible mientras Viserys charlaba con Rhaenyra.
—Si me lo pides así —contestó Quimera del mismo modo.

De pronto el portón se abrió y el heraldo anunció la llegada de los Velaryon a la ceremonia.

Quimera no pudo evitar que sus ojos se dirigieran a la imponente presencia de los que la conformaban. Especialmente a Rhaenys Targaryen. Tras su llegada a la mesa y la bienvenida por parte de Viserys, todos volvieron a hablar entre ellos y volvió a aflorar el bullicio en el lugar mientras una ligera música comenzaba a sonar y los prometidos bailaban en el centro del lugar.

Tras la finalización del primer baile, muchos de los invitados se decidieron a bailar en el lugar, creando un ambiente festivo en aquel banquete. Daemon iba a decir algo a Quimera cuando un hombre castaño y canoso se acercó a la mesa. Concretamente al príncipe canalla.

—En le Valle, los hombres responden por sus crímenes. Hasta los Targaryen —dijo aquel hombre a quien Quimera reconoció al instante pero Daemon
pareció no hacerlo. Y si lo hizo disimulo muy bien.
—¿Quién sois? —preguntó Daemon.
—Ser Gerold Royce. De piedra de las runas. —declaró.
—¿Y? —preguntó Daemon bajo la atenta mirada de Quimera y Viserys.
—Soy el primo de vuestra difunta esposa —declaró.
—Ah, sí. Un espanto. Estoy desconsolado. Que trágico accidente. —declaró Daemon.
—Sabéis mejor que nadie que no hubo accidente —acusó Gerold.
—¿Estáis confesando algo Ser Gerold? —provocó Daemon.
—Estoy formulando una acusación.
—En desembarco del rey los hombres responden por sus calumnias. Incluso los cretinos de bronce como vos. Pero me alegra que hayáis venido. Tendríamos que hablar sobre mi herencia.
—¿Qué herencia?
—Lady Rhea y yo no tuvimos hijos. De modo que lo que le correspondiera a ella, ahora es mío. Iba a heredar piedra de las runas. ¿No es así? Tras la boda volaré al nido de Águilas para reclamársela a Lady Jane en persona. Tal vez os vea allí, Ser Gerold. —sentenció Daemon haciendo que el hombre volviera a su mesa con frustración.

Los demás continuaban bailando. Quimera se levantó y al cabo de unos segundos lo hizo Daemon. Esta bailaba hasta que Daemon se acercó a ella. Ambos rieron y bailaron durante un rato, hasta que Quimera tuvo que volver a la mesa para no len cantar alguna sospecha y Daemon comenzó a charlar con Lady Laena Velaryon.

Desde la mesa, la reina pudo ver a Laenor charlar con el que sabía que era su amante. Sonrió al ver la sonrisa del Velaryon y echó una ojeada a todo lo que sucedía en el lugar. Tras un rato, Quimera volvió a un lado de la pista y Daemon se acercó a ella.

—Has hecho buenas migas con Laena —dijo Quimera en voz baja. Aunque con el barullo nadie mas podría escucharlos.
—Podría ser una buena alianza... —dijo Daemon.
—Creo que sí —dijo Quimera. —Si se diera... Trátala bien. La conozco de niña, como a su hermano. Le tengo aprecio, aunque con Laenor tenga un mayor vínculo.
—¿Qué insinúas? —preguntó Daemon.
—Que no quedes viudo —amenazó Quimera. Al ver que Daemon rodaba los ojos, reiteró. —Hablo en serio.
—Descuida —dijo él.
—Eso espero.
—Eso no cambia nada. No tengo por qué dejar de verte. —dijo Daemon cerca de Quimera.
—Aléjate un poco, tu hermano nos mira —dijo Quimera sin cambiar su semblante. —Eres insaciable, Daemon Targaryen.
—Solo de ti —dijo él acariciando su brazo con cuidado de que nadie los viera.
—Estoy segura de que esto te da morbo. Que tu hermano pueda vernos desde la mesa. Estar delante de toda esta gente...
—Si yo te contara... —rió Daemon.
—¿Piensas ir a reclamar tu herencia?
—Me dan igual esas cuatro piedras. Pero si las quieres...
—A mí me importan menos que a ti, te lo aseguro.
—¿Lleva Rhaenyra tu collar de boda? —preguntó Daemon fijándose.
—Siempre le gustó. Se lo regalé hace unos días.
—No sé cómo lo haces, pero todo el que te conoce, te acaba queriendo.

Quimera hizo un gesto a Daemon para que bajara la voz un momento pues ella estaba observando a Joffrey, el amante de Laenor, hablar con Criston. El que en su momento se había acostado con Rhaenyra. Y la reina pudo sentir que esa conversación no terminaría bien.

QUIMERA HIGHTOWER (Rhaenys Targaryen)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora