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En una habitación de la fortaleza, Otto y Alicent enfrentaba lo sucedido en el salón del trono la loche anterior.

—Ya la has visto. Los elige por encima de su familia, por encima de sus sobrinos —dijo Alicent a Otto.
—Quimera está prendada por el poder, hija mía. Pero créeme. Es leal a nosotros. Es leal a ti.
—Es la mejor estratega del reino. Si una guerra se desatara, nos destruiría.
—Quimera te quiere. Vi el dolor en sus ojos. Pero cumplirá su deber para con el reino de puertas para fuera. Si algo se desata. Vendrá a nosotros.
—¡Le sacaron un ojo a Aemond!
—Un precio a pagar. Puede que Quimera parezca estar con ellos. Pero créeme, Alicent. Jamás te abandonará.
—¿Y a ti? —preguntó ella.
—Si estás de mi lado. Ella también lo estará.

Mientras tanto, Quimera se había despertado y había abandonado los aposentos de la princesa pues había escuchado como los guardias decían que la buscaban. Acudió a una reunión del consejo que era para lo que se la requería y posteriormente, visitó a Laena quien se encontraba mejor, y al salir se reunió con Daemon.

—A si que te acostaste con mi prima.
—Daemon...
—Me honra que me lo hayas contado —bromeó. —¿Cómo lo hace?
—No te lo he contado para eso. Daemon.
—Lo has hecho porque quieres consejo sobre cómo satisfacer a mi prima.
—¡Daemon!
—Es cierto. Pero para tu suerte, soy experto en el placer.
—Ajá, lo que tú digas.
—No irás a negarlo.
—Daemon...
—¿La has satisfecho?
—Creo... Espero que sí... No la oí quejarse.
—¿Gemía?
—Ajá.
—¿Pedía más?
—Pedía que no parara.
—Mjm... ¿Se corrió?
—Claro que se corrió. ¿Por quién me tomas? ¿Por un hombre? Sé dónde está el clítoris —se quejó Quimera desatando una carcajada en Daemon.
—¿Entonces querida?
—Es que no te lo he contado para que me des consejo sobre sexo, es que... No sé qué hacer.
—¿Te gustó?
—Gustarme se queda corto...
—¿Lo hace mejor que yo? Porque podemos empatar —dijo Daemon pegando a Quimera a la pared.
—Daemon... No... Es eso. No puedo pensar en alguien que no sea ella.
—¿Te has enamorado tras follar?
—Esa es una palabra muy fuerte. Creo que me gusta...
—¿Crees?
—No recuerdo la última vez que me gustó alguien, Daemon. Me gustabas tú pero contigo era diferente. Sabes que nuestra lealtad es... Cosa de otro mundo. Pero con ella me siento... Bien. A salvo. ¿Sabes cuánto tiempo... cuántos años hacía que no dormía del tirón? Me sentía segura entre sus brazos...
—Te hemos perdido. Te has prendado de ella.
—Eso no es cierto. —declaró Quimera.

—¿Qué no es cierto? —preguntó Rhaenys apareciendo.
—Buenos días alteza, Daemon.
—Buenos días prima, espero que con el problema de anoche hayas podido dormir bien.
—Fue inesperado, pero no me privó del sueño.
—Me alegro. Voy a ver cómo está mi esposa. —sonrió antes de marcharse y dejar solas a las mujeres.
—Te marchaste esta mañana.
—Escuché a unos guardias preguntar a otros si alguno me había visto. Me necesitaban en el consejo. Salí de la habitación y tomé uno de los pasadizos.
—Creí que estabas arrepentida.
—No, no lo estoy. ¿Lo estás tú?
—No... No para nada.
—¿Cómo están las niñas? Solo he visto a su madre.
—No han despertado. Quería dejarlas descansar un poco más.
—Es lo mejor... Ha sido una noche movida...
—¿Se mencionó en el consejo?
—No, se habló de estrategias para la triarquía, los peldaños y demás...
—Esos malditos peldaños... Ojalá explotaran en pedazos y desaparecieran.
—¿Extrañas a Corlys?
—No, extraño no tener que hacerme cargo de todo en Marcaderiva. Él y yo hace tiempo que no si quiera dormimos juntos.
—Sé que no necesitas mi ayuda, pero si la quieres aquí estoy. Soy muy buena en la diplomacia y dicen que la mejor estratega del reino...
—He escuchado que si tu plan de dominio para los peldaños se hubiera llevado a cabo estos llevarían años en paz bajo los dominios de tu esposo.
—Así es, pero los hombres hacen lo que les place.
—Qué me vas a contar... Agradezco tu ofrecimiento pero poca diplomacia hay ahora. Sobre todo debo ser la cara visible y aparentar ser una esposa amada y feliz.
—Es una penitencia que nos toca pagar. A veces pienso que de haber tenido un dragón haría años que habría escapado a Essos con un par de bolsas de oro. Me habría ido a algún poblado y habría empezado de cero.
—A veces lo sueño yo también. ¿Habéis estado?
—No más allá de Pentos, visitando a tu hija y a Daemon.
—Puedo llevaros. Meleys es la más veloz. Solo os ausentaríais dos días.
—Suena tentador —sonrió Quimera. —Además Daemon tiene contactos en Essos... Podría facilitarnos hospedaje y podríamos dilatar la visita algún día más...
—Si os complace yo estaré de acuerdo. —sonrió Rhaenys.
—No deberíamos —dijo Quimera completamente perdida en los ojos de la princesa Rhaenys Targaryen.
—No te creía tan dévota del deber. Anoche no lo parecías. —bromeó.
—Me has convencido —dijo Quimera.
—Partiremos en dos dias, si no te importa. Prefiero esperar a que mi hija y mis nietas estén en Marcaderiva y los ánimos se calmen.
—Por supuesto, eres la jineta. Tú decides.
—¿Has montado alguna vez en dragón?
—No. Nunca.
—Creí que lo habrías hecho en Caraxes —dijo Rhaenys sorprendida.
—No, la verdad es que no... Ahora que lo dices... Obvié lo del dragón —sonrió Quimera. —Podemos ir en barco —propuso.
—Un barco necesita un capitán y una mínima tripulación. En Meleys estaremos las dos. Piénsalo —dijo Rhaenys acariciando la cintura de la reina antes de abandonar el lugar dejando a esta sola.

Quimera suspiró ante el roce de Rhaenys y la vio alejarse. Jamás se le pasó por la cabeza la idea de montar en dragón, de montar de verdad. Daemon había insistido durante mucho tiempo pero siempre prefirió mantener los pies en la tierra y no aventurarse a riesgos innecesarios. Pero la idea de abrazar a Rhaenys mientras surcaban los cielos se le hacía enormemente tentadora.

QUIMERA HIGHTOWER (Rhaenys Targaryen)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora