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—¡¿Cómo has sido capaz?! ¡Alicent!
—No es lo que crees, Quimera.
—Claro que lo es. Me has traicionado. Soy tu hermana. Y me has engañado. ¡Dos hijos! ¡Le diste gemelos a mi esposo y ahora le darás un tercero! ¡Me dijiste que no era suyo y ahora descubro que sí lo es! ¡¿Qué pasa contigo?!
—Padre me dijo...
—¡A mí también me ha dicho muchas cosas pero no he caído en sus manipulaciones! Me esperaba esto de cualquiera, pero no de ti.
—Quimera...
—¡Te has acostado con mi marido! ¡Y más aún! ¡Te has dejado embarazar! ¡Dos veces Alicent! La primera fue culpa de nuestro padre hace dos años. ¿Y esta?
—Tu marido quería más. ¿Crees que podía negarme al rey, Quimera?
—Podrías haberme llamado.
—Cuando entró a mis aposentos a media noche... Cuando vi la manera en que se abrió la puerta...
—Voy a matarlo. —dijo Quimera.
—¡No! Si haces tal cosa solo empezarás una guerra. Padre ha dicho que...
—¡Otto te manipula, Alicent! Estoy segura de que ha insinuado al rey que hiciera algo así. Lo mataré.
—No le hagas daño, Quimera, es nuestro padre.
—Quizá se folló a mamá pero no es nada para mí. No conoces lo más mínimo a tu padre, quiere el poder. Voy a hablar con Viserys.

Quimera abandonó las estancias de su hermana colmada en ira y decepción.

—Viserys...
—Quimera, puedo explicarlo,
—No tienes nada que explicar. Me da igual a cuantas putas te folles pero ¿a mi hermana? Viserys ya tuvimos esta conversación.
—Ella me sedujo. Yo...
—¿No puedes resistirte a una simple joven?
—Hablaba conmigo, me escuchaba, se interesaba.
—¡Artimañas! Artimañas de Otto para que la dejaras embarazada de nuevo y cuestionar el ascenso de Rhaenyra al trono. Ya tiene un varón. Un bastardo al que has hecho ver cómo mío ante la corte.
—Tu padre no haría algo así.
—No seas necio, Viserys, lo conozco mejor que tú.
—Quimera...
—Alicent no habría entrado a tus aposentos una primera vez si él no la hubiera obligado. La ha manipulado y a ti también. Sabe que a mí no puede peor ella es débil y veo que tú igual. Si no actúas rápido... Se alimentará de tu carroña.
—Quimera. Debo pedirte un favor.
—¿Crees que estás en posición de pedir favores?
—Cuando ese niño nazca... La corte debe creer que es tuyo. Solo tu hermana, tu padre y yo lo sabemos.
—Me pides eso de nuevo. ¿Te parece propio que tenga que hacer ver a mis sobrinos como míos?
—Es una orden, es importante que el pueblo no se agite.
—Conque una orden. Como el rey pida —dijo Quimera de mala gana antes de abandonar los aposentos del rey,

Nada más salir se encontró con Daemon.

—Daemon. —dijo Quimera. —Has vuelto.
—No por mucho tiempo, los peldaños están en guerra. Estoy ayudando a Corlys Velaryon.
—Estás herido. Ven, acompáñame. —dijo Quimera tirando de él a sus aposentos.
—Podrías curarme de otra manera. —dijo Daemon besándola profundamente al entrar.
—Has estado mucho tiempo fuera... —sonrió Quimera contra sus labios. —Pero esa herida debe curarse.

La reina buscó unos tónicos y dejó caer unas gotas en dos de sus dedos para posteriormente pasarlos por la herida de la mejilla de Daemon.

—¿Sabes que el hijo que espera mi hermana es de Viserys?
—Podía intuirlo —dijo Daemon mientras Quimera masajeaba su mejilla.
—Ahora se supone que tendré tres hijos aunque toda la corte sabe que no es así. Por mucho que Viserys se niegue a aceptarlo.
—Mientras el pueblo no lo sepa no importará.
—Es mi hermana... Debió acudir a mí... No ahora, sino la primera vez que Otto insinuó que algo así debía suceder.
—Es frágil y manipulable.
—Lo es, negarlo no lo hará menos cierto.
—Mira el lado positivo. Viserys te atosigaba con la búsqueda de otro hijo. Ahora que tiene tres dejará de molestarte y tú y yo... —dijo acariciando el rostro de Quimera. —Tendremos mucho tiempo para nosotros.
—Primero. Deberías de dejar de pensar en follarme a todas horas y segundo, no quiero que mi hermana pase por algo así. ¿Y si no sobrevive al parto? Yo tuve suerte, Daemon.
—Puede tener un parto sin complicaciones. Eso solo lo sabremos cuando nazca. Parió a Aegon y Helaena el mismo día. Podrá parir a este sin problema.
—Voy a volverme loca...
—Dicen que en estos dos años has estrechados lazos con Laenor Velaryon. —dijo Daemon para desviar el tema.
—Le he curado un par de heridas cuando ha vuelto de los peldaños, es todo. Es un buen chico. Lo quieren proponer como esposo para Rhaenyra. Así agradarán a la serpiente marina. Aunque es solo una de tantas probabilidades.
—Sería una buena alianza. —dijo Daemon. —Deja eso ya, tengo mejores ideas de lo que puedes hacer con tus dedos. —dijo tirando de Quimera haciendo que quedara sentada a horcajadas sobre él.

Esta comenzó a besarlo. Mientras él amontonaba el vestido en su cintura y se apresuraba a quitarse el pantalón torpemente. Haciendo reír a la reina.

—Estás ansioso —Rió Quimera contra la boca de Daemon.
—¿Sabes cuánto tiempo he estado sin follarte?
—A mí también se me ha hecho largo —gimió Quimera notando la mano de Daemon contra su intimidad.

La habitación se inundó en placer, sudor y gemidos mientras ambos aprovechaban el tiempo perdido durante la lucha de Daemon en los peldaños de piedra.

La noche estaba ya entrada y Daemon compartió la horas con Quimera hasta que ambos, exhaustos, decidieron dormir.

Cuando Daemon despertó, Quimera ya no estaba.
Está en cambio recorría el castillo encontrándose con Rhaenyra.

—Nyra...
—Mi reina.
—Deja las formalidades, solo soy yo.
—Sé lo de Alicent. Creí que le importaba.
—Yo también. —dijo Quimera pasando su brazo  por encima de los hombros de Rhaenyra y acercándola a ella para abrazarla. Entonces Rhaenyra derramó un par de lágrimas.
—Creí que podía confiar en ella.
—Alicent es de corazón noble. Pero nuestro padre es... Destroza todo lo que toca, la corrompe y la manipula a su antojo. Ojalá Viserys se diera cuenta y lo enviara muy lejos.
—Díselo. Eres su esposa.
—Lo he intentado, Rhaenyra. Pero a veces peca de necio.

QUIMERA HIGHTOWER (Rhaenys Targaryen)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora