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—¿Te apetece sobrevolar el lugar? Hay mi has cosas que no viste ayer —preguntó Rhaenys acariciando la espalda desnuda de Quimera.
—Ajá —dijo Quimera sobre el pecho de Rhaenys con los ojos cerrados, disfrutando plenamente de las caricias de la princesa.
—¿Qué le has dicho a Daemon?
—Daemon lo sabe... Pero es de fiar. Al menos con esto...
—No me fío de él.
—Y lo entiendo —dijo Quimera levantando su cabeza y mirando a Rhaenys a los ojos. —Daemon fue mi primer amante, lo fue durante años. Me quiere. Me quiere de verdad y confío plenamente en us palabra hacía mí.
—¿Os acostáis aún?
—No, no desde hace años. Y no volverá a pasar. Pero te juro que no dirá una palabra.
—Confío en ti. Pero sé que él es complicado.
—Lo sé...

Ambas mujeres pasaron el día sobrevolando Essos y conociendo lugares que Quimera jamás había siquiera imaginado. Con Rhaenys sentía la libertad que había anhelado durante toda su vida. Daemon la había hecho sentir viva durante mucho tiempo pero Rhaenys la hacía sentir cosas que jamás habría imaginado.

Los días que las mujeres pasaron en Essos quedarían grabados en las memorias de ambas para siempre. Fue como un soplo de aire fresco a la rutina y obligaciones de la corte.

—Estoy agotada —dijo Quimera mientras volaba de vuelta junto a Rhaenys.

Rhaenys iba a decir algo justo cuando una gran sombra se cernió sobre ellas. Ambas miraron hacia arriba intentando buscar la respuesta a ello.

Las ligeras nubes se disiparon y Quimera entonces vio a su sobrino, Aemond, montando un gigantesco dragón que no reconoció.

—¿Desde cuando es jinete? —preguntó Rhaenys.
—Antes de irnos no lo era... —aclaró Quimera asombrada.
—Está montando a Vermithor... —aclaró la princesa y entonces Meleys tomó más altura y se alejó de la zona. —Será mejor que nos alejemos un poco, no sabemos cuan fuerte es su vínculo ni si Vermithor podría desobedecer...
—Sí, tienes razón.

Ambas llegaron a La Capital y Quimera bajó de Meleys ayudada por Rhaenys. Las dos mujeres entraron a la fortaleza donde las esperaba Daemon.

—¿Habéis visto al bastardo del rey? —preguntó él con notorio desprecio.
—No lo llames así, es solo un niño —se quejó Quimera.
—Traerá problemas. Lo presiento —dijo Daemon. —Se coló en uno de los barcos que partían a Rocadragón y volvió montado en Vermithor.
—A si que ha sido eso —dijo Rhaenys.
—Los bastardos no deberían tener dragones —declaró Daemon.
—Viserys ha querido que se crea que son mis hijos, Daemon —declaró Quimera. —Y créeme que me disgusta más a mí que a ti. Pero mientras vuele por ahí no no dará problemas.
—¿Y si tu padre decide usar a ese y al del otro bastardo para atacarnos? —preguntó Daemon. —Viserys se muere. Sabes cómo yo que le queda poco tiempo, unos años quizá. Y Otto Hightower quiere el trono.
—Pero la reina soy yo y yo apoyo a Rhaenyra —dijo Quimera.
—Cuando Viserys muera tu posición dejará de importar.
—¿Qué quieres que haga, Daemon? ¿Matar a Otto? ¿Matar a los niños? ¿Matar a mi hermana?
—Ninguno de ellos te quiere.
—Pero yo quiero a Alicent. Es mi hermana pequeña. Sé que se deja llevar por mi padre pero no haría algo así.
—Solo me preocupo por ti.
—Lo sé pero... Ahora mismo no podemos hacer nada. Te veo después.

Daemon asintió y se apartó para que Quimera y Rhaenys pasaran. Este no pudo evitar ver la manera en la que Quimera tomó la mano de Rhaenys y tiró de ella con delicadeza para que la siguiera. No odiaba a Rhaenys, la respetaba. Pero verla tan cercana a la mujer de la que se enamoró hacía ya tantos años le dejaba una punzada de nostalgia en el pecho.

La reina subió a sus aposentos seguida de Rhaenys. En estos ambas se dieron un baño y se pusieron algo más cómodo.

—¿Cómo lo has pasado estos días? —preguntó Rhaenys sentada delante de Quimera en la cama mientras esta peinaba su larga cabellera plateada.
—De maravilla —dijo Quimera cepillando el pelo de la princesa con delicadeza. —Ojalá hubiera sido para siempre.
—También lo deseo... Puedes venir a Marcaderiva. Corlys sigue con sus peldaños y Laena en cuento esté recuperada viajará a menudo con las niñas.
—Me parece fantástico —dijo Quimera acercándose a la cara de Rhaenys y dejando un beso en los labios de esta. —¿No te gusta La Capital?
—Es asfixiante.
—También lo creo. Creo que te gustaría la Ciudadela... Antigua es Preciosa... Lástima que mi padre parezca dominarla desde aquí.
—Eres la reina —dijo Rhaenys. —No tienes que temerle.
—No le conoces... Hace años huí de aquí. Robé un caballo y me adentré en el bosque. Me daba igual a dónde ir solo quería huir de él. Pero me encontró. Me trajo de vuelta y más tarde me casó con el rey creyendo que así podría estar bajo sus hilos y podría manejarme a su antojo. Pero se equivocó. Sé que lo sabe y se odia por haberme escogido a mí como reina regente y no a Alicent, pues a ella la manipula con facilidad. Tengo miedo de que algún día... Ni lo sé, encuentre el modo o...
—No estás sola —dijo Rhaenys. —No podrá hacerte nada, tienes a Daemon y me tienes a mí.
—Gracias —dijo Quimera acariciando el roto de Rhaenys.

La princesa dejó un beso en los labios de esta y continuadamente, Quimera terminó de peinarla.

Ambas estaban agotadas y Rhaenys decidió pasar la noche con la reina en los aposentos de la misma. Ambas habían pasado tres dias inigualables en los que rara vez se separaron de los brazos de la otra.

Quimera deseaba quedarse ahí para siempre, entre los brazos de Rhaenys sintiendo esa paz que había anhelado durante toda su vida, esa que jamás pensó que sentiría, creía que esas en daciones serían lejanas e inalcanzables a ella para siempre. Pero ahí estaba, y no podía evitar sentir que vivía una fantasía que acabaría antes de que lo le gustaría.

QUIMERA HIGHTOWER (Rhaenys Targaryen)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora