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—¡Estás completamente loco! —exclamó Quimera. —¿Así celebras haber conquistado los peldaños?
—Tendrás que ser más explícita, preciosa—dijo Daemon acercándose a ella para besarla.
—No seas idiota has matado a tu mujer.
—Oh, estoy devastado.
—¡Daemon!
—Querida ahora tenemos una fortaleza en piedra de las runas solo para nosotros.
—No me interesa, Daemon. Has matado a una mujer cuyo único crimen fue ser comprometida contigo.
—Oh Quimera.
—Sabes que no me gustan esas cosas. El asesinato sin justificación y...
—Oh vamos... Ella me quería tan poco como yo a ella. Ahora soy libre.
—¿Planeas casarte?
—La única mujer con la que lo haría ya lo está —dijo acariciando la mandíbula de Quimera.
—¿Entonces por qué la mataste?
—Porque el matrimonio es una alianza política y no sé cuando me hará falta.
—Eres incorregible, Daemon.
—Te gusto de este modo.
—Ya... —Rodó Quimera los ojos.
—¿Tienes algo que hacer? Me gustaría que te quedaras aquí.
—En tus aposentos no, ¿cómo justificaría no estar en los míos si alguien va a buscarme?
—Eres la reina, puedes estar donde te plazca y juraría que te place estar aquí.
—¿El numerito que hiciste con el dragón fue para impresionarme, o a tu sobrina?
—Era para demostrarte qué otras cosas podrías montar.
—Sabes que no me va.
—Podría llevarte a ver Essos.
—Y podría caerme y dejar viudo al rey. Seguro que a mi padre le complacería sobre todo dando por hecho que tendría vía libre para casarlo con mi hermana y tratar de sentar a Aegon en el trono.
—No te dejaría caer... Vamos... podríamos ir esta noche. Nadie te vería.
—Daemon. No hay nada en este mundo que pueda hacerme aceptar a montar en dragón. Pero podría complacerte si así lo deseas.
—Aceptaré tu oferta solo porque te he echado de menos. —dijo Daemon besando profundamente a Quimera.

Tras una noche bastante divertida para ambos, llegó la mañana y debían comenzar a preparar la semana ceremonial de Rhaenyra y Laenor la cual terminaría con el oficiamiento del matrimonio tras una semana de banquetes y torneos.

En la fortaleza el preludio del acontecimiento resonaba en cada rincón.

—¿Cuánto tiempo vas a seguir así, Alicent?
—Has dejado muy clara tu postura —dijo Alicent a Quimera.
—Estoy cabreada, es cierto. Pero eres mi hermana. Te quiero Alicent. Y siempre voy a estar para ti.
—¿Lo dices de verdad? —preguntó Alicent.
—Claro que sí —dijo Quimera abrazando a su hermana. —Nadie podrá cambiarlo. Pero necesito, Alicent. Que dejes de creer todo lo que padre dice y que seas juiciosa con él. No es de fiar y te ha usado como máquina de parir.
—Él...
—No trajes de justificarlo, Alicent. No lo conoces como yo. Huí y me encontró, me encerró y me casó con el rey para manipularme. Y como no lo logró te hizo parir sus hijos. Ten cuidado.
—Lo tengo.
—Eso espero. Porque no voy a poder protegerte siempre, aunque me gustaría... Rhaenyra también te echa de menos.
—¿Cómo mirarla a la cara?
—No te guarda rencor. Solo dolor.
—Quizá pueda arreglarse... No en totalidad pero... No lo sé, Quimera.
—Si hablas con ella sé que te escuchará.

Quimera dedicó una sonrisa leve a su hermana y se marchó para cumplir on sus obligaciones reales. A lo largo de los años con su capacidad de negociación y su resolución se abrió paso en el consejo y consiguió ser tomada en serio por los buitres que componían el mismo.

Cada día que pasaba, era uno menos para la semana nupcial. La luz del sol entraba por los altos ventanales del Salón del Trono, bañando la sala con un brillo dorado. Las preparaciones para la boda de Rhaenyra Targaryen y Laenor Velaryon estaban en pleno apogeo. Las estandartes de las casas Targaryen y Velaryon colgaban orgullosamente junto a los del Trono de Hierro.

Rhaenyra caminaba nerviosa por la sala, ajustando los pliegues de su vestido. A su lado, Quimera, intentaba tranquilizarla.

—Recuerda, Rhaenyra, esta boda no solo es una unión de dos personas, sino de dos casas poderosas.
Sabes que tienes mi apoyo y que Laenor es el mejor pretendiente que podrías tener en una circunstancia así.
—Lo sé, pero me gustaría no tener que casarme.
—Lo sé querida. Es el precio pagado por haber nacido mujer. Entre otras cosas... Espero que los preparativos estén a tu gusto. Este será un evento que el reino recordará por generaciones.
—Todo está siendo atendido con gran detalle. Deberías ver mi vestido...
—Las costureras me han dejado ver alguna cosa. Vas a estar preciosa. Más un que habitualmente. Sé que este es un momento de nervios y expectativas. Pero debes saber que cuentas con el apoyo de tu familia, especialmente el mío.
—Gracias, es... Ya sabes.
—Descuida.

Mientras ambas mujeres hablaban, Viserys Targaryen entró al salón con paso decidido. Su expresión mostraba una mezcla de orgullo y preocupación.

—Mi querida hija —dijo Viserys al llegar junto a Rhaenyra. —Todo estará bien. Laenor es un buen hombre y esta unión fortalecerá nuestro reino.

Quimera miró a su esposo con una sonrisa.
—Sí, querido, pero no olvides que también debemos estar preparados para cualquier eventualidad. Hay muchas fuerzas en juego.

Viserys asintió, sabiendo que su esposa siempre estaba un paso adelante en cuanto a intrigas y política se refería.
—Tienes razón, Quimera. Siempre es mejor estar preparado.

Viserys se quedo hablando con su hija y Quimera paseo por los largos pasillos y estancias del castillo visualizando que cada detalle fuera lo más agradable posible para hacer más amena esa experiencia para Rhaenyra.

La semana previa a la boda continuó con más reuniones, preparativos y ceremonias menores, cada una orquestada con precisión y gracia.

La semana de celebraciones se acercaba y aunque Quimera intentaba amenizar la experiencia de Rhaenyra, sabía perfectamente los kurdos que acechaban a esta, aunque la joven princesa Targaryen no los reconociera en voz alta. Lo que más tranquilizaba a la reina era el hecho de que Alicent y Rhaenyra parecían haber retomado la amistad que las unía y volvían a sentirse acompañadas por la otra en la frialdad de la corte.

QUIMERA HIGHTOWER (Rhaenys Targaryen)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora