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Pocos días habían pasado desde que los príncipes se fueron cuando un cuervo llegó.

La reina viuda sostuvo la carta en sus manos antes de que sus rodillas cayeran clavadas en el piso.

—¡No! —soltó en un desgarrador grito gutural antes de comenzar a llorar desconsoladamente sosteniendo la carta contra su pecho. —No puede ser... —musitó atragantada entre lágrimas.
—Quimera... —dijo Rhaneys arrodillándose a su lado.
—No puede ser... no puede ser... —dijo la reina viuda con falta de aire releyendo la carta una y otra vez.
—Quimera te necesito fuerte. Rhaenyra va a desmoronarse...
—Mi niño... —sollozó. —Mi pequeño... —lloró sin ser capaz de parar. —Esto no puede ser verdad...

Rhaenys trataba de mantenerse fuerte. Lágrimas amenazaban con escapar de sus ojos. Pero no podía permitirse romperse si quería mantener fuerte a Quimera.

—Lo siento mucho —musitó Rhaenys, arrodillada en el suelo de los aposentos de Quimera, comenzando a derramar lágrimas también.

La reina viuda se giró a Rhaenys y la abrazó con fuerza sin ser capaz de dejar de llorar.

Rhaenys pasó horas consolando a Quimera hasta que esta pudo recomponerse parcialmente. Quimera sabía que Rhaenyra estaría peor que ella y estaba dispuesta a tragarse todo su dolor para apoyar a la reina.

Pero cuando bajaron al consejo, Rhaenyra ya no estaba.

—Se ha ido —dijo Harwin con lágrimas en sus ojos.
—¿A dónde? —preguntó Quimera.
—Necesita encontrar los restos... Dijo que te dejaba al mando —dijo a Quimera.
—Harwin tómate los días que necesites. Es una orden.
—Gracias, alteza —dijo él.
—Y lo siento... —dijo Quimera con la voz entre cortada. —Mucho... Lo siento mucho. —logró decir. Entonces Harwin la abrazo y ella le devolvió el abrazo.

Posteriormente el caballero abandonó el lugar y Quimera quedó a solas con Rhaenys.

Quimera sacó de un bolsillo de su vestido el medallón que le había dado Luke, lo miró durante un segundo y entonces Rhaenys la abrazó.

—Debimos ir con él —dijo Quimera. —Debí ir en barco...
—No podías preverlo. Ha sido una declaración de guerra que no quedará impune.
—Lo sé.
—Quimera —dijo Daemon entrando a la sala.
—Daemon...
—Lo siento —dijo él.
—Y yo —dijo Quimera.
—Me voy con Caraxes, quizá así encuentre los restos. ¿Necesitas algo?
—No, ve... —dijo Quimera. —Estaré bien.

Tras un día Rhaenys tuvo que volar para concretar aliados y mantener el bloqueo junto a Laena para permitir a esta última descansar. Quimera estaba sumida en dolor aunque liderando un flaquear un solo momento. La soledad comenzaba a abrumarla de más cuando escuchó a Caraxes.

Para cuando llegó a la plataforma, Daemon ya había bajado.
—Solo vengo a ver que estás bien, me marcho en breve.
—Lo estoy —dijo Quimera.
—Lo sé, eres fuerte.
—¿Cuánto llevas patrullando los cielos?
—Casi una semana —dijo Daemon. Ambos entraron a la fortaleza y comieron algo.

Tras unas horas, Daemon volvió a dirigirse a la plataforma y Quimera tuvo que acudir a un consejo.

La reina estaba sumida en los asuntos que la requerían cuando escuchó a Meleys. Entonces abandonó el consejo rápidamente y corrió hasta la plataforma donde Rhaenys desmontaría.

—Volved a montarla —dijo Daemon a Rhaenys. —Nos vamos.
—He cubierto más de treinta leguas de mar abierto sin descanso para mantener el bloqueo. Meleys necesita comer y dormir y yo también —dijo Rhaenys andando en dirección a la entrada a la fortaleza de Rocadragón. Entonces visualizo a Quimera.
—Rhaenys... —dijo Quimera en un suspiro de alivio. La reina viuda corrió hasta Rhaenys y ña abrazó con fuerza, y la princesa la acogió en sus brazos con cariño.
—Hablaréis luego, nos vamos a desembarco del rey —dijo Daemon.
—¿Qué queréis? —dijo Rhaenys al separarse de Quimera.
—Matar a Vermithor. Yo solo no sé si podré con esa monstruosidad. Pero con nuestros dragones juntos él y su jinete morirán —declaró Daemon. —Será hijo por hijo.
—¿Qué ha ordenado la reina? —preguntó Rhaenys.
—La Reina sigue ausente —dijo Daemon. —Yo debería estar en Harrenhal doblando rodillas pero aquí me tenéis librando su guerra.
—Podríais sencillamente esperar a que regrese —dijo Rhaenys.
—Lleva demasiado días fuera y sola, está desprotegida —dijo Daemon.
—¡Está de duelo! —exclamó Rhaenys.
—La madre de duelo y la reina rehuyendo sus deberes.
—Una madre no puede empezar a llorar a su hijo hasta que vea sus restos mortales —dijo Rhaenys. —Necesita estar segura.
—Es imprudente. ¿Qué pasará si se encuentra con Aemond? —preguntó Daemon.
—Pues pobre de Aemond —dijo Rhaenys. —Ha actuado sabiamente al retirarse. No se ha dejado llevar por el revanchismo como harían otros.
—Si los hubierais matado cua do rescatasteis a Quimera, el linaje de Aegon no existiría. Y Luke seguiría vivo.

Rhaenys miró a Daemon de arriba a abajo y se giró a Quimera para comenzar a andar junto a ella al interior de la fortaleza.

—Volad conmigo, es una orden —dijo Daemon.
—Lo sería, si fuerais el rey —declaró Rhaenys.
—Quimera —dijo Daemon haciendo que esta se girara.
—Dime —respondió esta.
—Rhaenyra te dejo al mando de cualquier decisión. Ordénaselo —pidió Daemon. Entonces Quimera miró a Rhaenys.
—No haré tal cosa —confirmó Quimera.
—Hazlo.
—No, Daemon. Necesita descansar. No os embarcaré a ambos en una misión suicida. Deberías descansar tú también. No puedo permitirme perderos a vosotros.

Quimera tomó el brazo de Rhaenys de nuevo y ambas entraron en la fortaleza.

—Hay un baño caliente en nuestros aposentos, pediré a los cocineros que preparen tus platos favoritos. Y después podrás dormir sin que nadie te moleste —dijo Quimera a Rhaenys mientras avanzaban.
—¿Cómo estás?
—Estoy, en cuerpo y alma y eso ya es bastante. Te he extrañado.
—Siento haberme ido de ese modo. Pero me necesitaban.
—Lo sé. Y agradezco que hayas vuelto sin un rasguño. Prefiero perder esta guerra y tener que ir a Essos a perderte a ti.
—No lo harás —dijo Rhaenys antes de besarla al llegar a sus aposentos.
—Te he echado tanto de menos —dijo Quimera tirando de Rhaenys y besándola de nuevo para cerrar la puerta de sus aposentos tras ellas. Quedando a solas y libres en estos.

QUIMERA HIGHTOWER (Rhaenys Targaryen)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora