Capítulo 1

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   Un suspiro se escapó de mis labios por quinta vez en el día.

Esta no era la mejor forma de comenzar, mucho menos por mi aspecto, arrastrando los pies hasta dejarme caer en el sofá con mi cabeza viendo al techo mientras me encontraba extremadamente...

- ¡Aburrida! - Grité a la mismísima nada y su silencio fue la respuesta que obtuve.

Afuera los colores del atardecer pintaban el cielo, dando esos hermosos toques rosados y violetas que tanto me gustaba ver. Los últimos rayos del sol se adentraban por las ventanas del primer piso y hacían brillar a las pequeñas partículas de polvo que levanté al sentarme.

Luego tendría que limpiarlo, pero ese día no sería hoy.

Ya había puesto fin a mi jornada laboral, la cual consistía en hacer todos los deberes del hogar, recorrer el bosque de arriba a abajo mínimo unas dos veces, incluso aproveché el viaje para recoger algunas bayas y así preparar una deliciosa tarta.

Solo quedaba una opción entre mis posibilidades para evitar que perdiera en la cordura. No solía hacerlo mucho, pero me vendría bien practicar un poco más.

Y así hubiera sido, ya que me senté con rapidez mentalizándome para canalizar esa parte de mí, pero el sonido de la puerta siendo abierta de manera abrupta, me sacó de mis pensamientos con un sobresalto.

- Ya estoy aquí.

Llevé mi mirada hasta el sitio y le sonreí corriendo hasta sus brazos para saludar.

- No te oí llegar, madre. - Me apresuré a tomar algunas de las cosas que traía entre sus manos y las dejé sobre el mesón de la cocina. - ¿Qué tal tu día?

- Agotador. - Respondió con simpleza dejándose caer igual que yo lo hice hace un rato sobre una de las sillas.

Cada día de cada semana, ella se encargaba de hacer un viaje hasta el pueblo cercano dónde vendía nuestros cultivos, postres, mermeladas y ese tipo de cosas para traer dinero al hogar. Mientras tanto yo estaba aquí, repitiendo una y otra vez mi horrible rutina.

Era sencillo, tanto que me se hacía extremadamente agotadora. Los días parecían hacerse eternos cuando me encontraba en soledad y nada parecía calmar mi ansia por salir de ahí, solo la incrementaba. No era sencillo cuando toda tu vida se basaba en hacer solo eso.

- ¡Oh! Preparé algo para ti hace un rato. - Me emocioné al recordarlo y comencé a calentar el té para servir un trozo de la tarta.

- ¿De nuevo hiciste un postre de bayas? - Arrugué mi nariz en cuanto lo adivinó, pero de igual forma le di su parte para que pudiera probar. - Escuché decir que durante la noche hubo un atentado en la frontera oeste.

No opinó acerca de lo que esperaba, pero al menos alimentó mi curiosidad.

- ¿Fue muy malo? - Me interesé apoyando los codos en el mesón para darle toda mi atención.

- Pudo haber estado peor. - Comenzó a rebuscar en uno de los sacos que trajo en lo que hablaba. - Dicen que no hubo pérdidas, ni mucho menos heridos, era como si estuvieran buscando algo en específico.

- Y creo que no son los únicos buscando algo en específico. - Comenté con una sonrisa burlona. - ¿No es así?

- Nunca se te escapa nada. Mira, aquí está. - Sacó un pequeño cofre de cobre y lo deslizó hasta que estuvo frente a mí.

- ¿Qué es esto?

- Un regalo por supuesto.

- ¿Para mí? - Mordí la esquina de mi labio para no sonreír ya que aún estaba confundida. - Pero mi cumpleaños es hasta dentro de tres días.

La chica del caosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora