Una vez más esta semana, las lágrimas invadieron mis ojos y empañaron mi visión.
Estuve a punto de derrumbarme, pero allí apareció la mano de Carter rodeando mi cintura y dándome el soporte para continuar.
- Admito que no me lo esperaba así. Parece un lugar embrujado. - Solté una pequeña risa agridulce con su comentario y tomé algo de fuerza para ver los alrededores sin separarme de su lado.
Lo malo es que tenía razón en eso, porque parecía que en cualquier momento saldría algún fantasma de entre los árboles para asustarnos.
Quizá el fantasma estaba dentro de la casa...
- Oh no... Mira allí. - Le señalé con mi dedo mientras me aferraba con la otra mano a su cuerpo. - Se escaparon todas las gallinas.
Por alguna razón ese fue mi punto de quiebre y comencé a llorar y reír al mismo tiempo. Probablemente estaba a punto de colapsar por completo o finalmente había caído en la locura.
- También pudieron comérselas otros animales. - Agregó con la vista fija ahí como analizando.
- No estás ayudando.
- Lo siento. - Se apenó y volvió su mirada a mí. - Solo pude recordar la anécdota de ti encerrada en esa pequeña casita. Lo que no logro entender es por qué te apena tanto.
- Mi madre me pidió que las cuidara, antes de irse. Después de eso que sucedió yo no quería ni verlas, así que solía olvidarme de que estaban aquí y siempre tenía que recordármelo. - Limpié por debajo de mis ojos para tratar de eliminar mis lágrimas, pero era imposible. - Parece que ni siquiera pude cumplir con su única petición.
- Rubia, ¿Qué tal si buscamos todas esas cosas lo más rápido posible y salimos de aquí? No me gusta ver cómo te torturas a ti misma, recriminándote por cosas que no son tu culpa.
- Lo creas o no, Carter, es mi culpa lo que sucede.
- No estarás pensando eso realmente ¿O sí? - Al ver que me quedé en silencio, se giró hacia mí y tomó mi mentón hacia arriba conectando sus ojos con los míos. Estuvo observando algo en ellos por un rato hasta que suspiró y me dejó ir. - Vamos, aún falta la parte más difícil.
Me acompañó de cerca a la puerta de casa y busqué la llave que había escondido por ahí para pasar a inspeccionar cada línea que tenía. La apreté contra mi pecho soltando un leve suspiro y sin esperar más la introduje en la cerradura, dando vuelta hasta escuchar el click.
Entré con sumo cuidado sintiendo que todo el suelo se desmoronaría bajo mis pies observando cada rincón con algo de ilusión esperando ver algo inusual. Muy en el fondo seguía queriendo entrar por la puerta y descubrir que todo fue un malentendido, ver a mi madre sentada frente a la chimenea quizá leyendo algún libro o preparando algo de comer para recibirme, aunque nunca fue muy buena en eso.
Sé que se alegraría por mi regreso, pero también sabía que tendría un castigo asegurado por haberme ido en primer lugar y lo peor no quedaba ahí, sino que debía tener que explicar sobre mi acompañante, el que seguía rodeándome con su brazo y pasar un momento vergonzoso.
Pero nada de eso sucedió, la realidad era que toda la casa estaba exactamente igual a como la dejé. Nadie más había estado aquí y mi madre no volvería.
- Voy a estar por ahí, si me necesitas solo dilo. - Susurró en mi oído antes de irse a inspeccionar otro sitio, dándome el rato a solas que requería.
No estaba lista para guardar mis cosas en un baúl e irme sin intenciones de regresar jamás, de ser por mí hubiera dejado todo como estaba sin siquiera venir. Pero sentía que se lo debía a mi madre, necesitaba decir un último adiós.
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La chica del caos
FantasyEn lo profundo del bosque, de un mundo donde las personas parecen ser todas similares de apariencia, una joven chica se mantenía oculta en su cabaña a la espera de su libertad. Viviendo día y noche entre el mismo territorio, sin poder ir más allá po...