Capítulo 2

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    Después de haber estado dando vueltas en la cama sin parar durante toda la noche, decidí que era momento de comenzar el día de una vez por todas, ya que no lograría dormir más de unos minutos.

   La ansiedad estaba atacando mi cabeza, decidiendo que era buena idea atormentarme una y otra vez con los cientos de planes que tenía para los próximos días. Al no poder establecer nada todavía, me complicaba aún más y me llenaba de dudas hasta los dedos de los pies. No tenía un inicio, mucho menos un final, pero sí había algo seguro y es que no daría marcha atrás. Era ahora o nunca, mis sueños no iban a esperar por mí para cumplirse yo debía salir y enfrentarme al mundo para hacerlos realidad.

   Jamás me había llegado a sentir tan decidida en toda mi vida, al punto de que ni siquiera la sonrisa en mi rostro flaqueaba.

   Era la primera vez que mi madre se iría durante varias semanas y me dejaría en completa soledad.

¿Entienden todo lo que implica algo tan simple? Mi felicidad entera estaba en el juego si es que todo salía bien.

   Este hecho era tan impresionante que incluso saqué mis propias teorías para que sucediera. La más probable es que fuera porque ya no era una niña asustadiza y eso le daba mucha más seguridad para irse o también podría ser el destino haciendo de las suyas para darme una oportunidad de probarme y yo por supuesto no lo iba a desaprovechar.

   Seguramente era extraño decir que tenía todo un día en soledad y jamás abandoné el lugar, pero ni reuniendo toda mi curiosidad me atrevía a hacerlo. El temor me invadía de tan solo pensarlo, ese pensamiento de que mi madre me encontraría en el camino, que pudiera perderme y ya jamás encontrar la manera de regresar porque a todas estas, no tenía ni la menor idea de dónde se encontraba el pueblo más cercano. Quizá era la mezcla de todo esto, otro de los motivos por los cuales ahora ella me dejaría aquí, porque pensaba que me había educado tan bien que no dudaría en obedecer y así era...

Pero ya no más.

No hoy y mucho menos mañana.

   La presión en mi pecho solo aumentaba al saber que pasaría otro día en el mismo lugar, viendo las mismas cosas y escuchando el tétrico silencio que odiaba.

   Por una vez iría en su contra sin importar mi castigo, por una vez podría tomarme el tiempo necesario para averiguar a dónde ir y disfrutar de algo más que la soledad.

   Este era mi momento de conocer el mundo que me rodeaba. Poder ver en persona las grandes mansiones y castillos que había visto en mis libros, incluso podía conformarme con ver un tramo del bosque distinto a este. Deseaba con toda mi alma poder conocer a alguien... No importaba quien fuera, solo quería presentarme ante un desconocido y oír una nueva voz.

   Esto último lo veía algo complicado como para que sucediera, ya que habían algunos impedimentos pero se vale soñar y yo era una experta en ello.

   Recordaba esos días en los que mi versión de niña se pasaba horas leyendo cuentos de hadas y fantaseaba con que su príncipe azul la rescataría de ese lugar.

Pero eso no sucedió.

Porque nadie sabía de mí y porque quizá ese príncipe no existía.

Así que era mi turno de rescatarme.

Ya estaba harta de vivir en una burbuja, podía cuidar de mi misma y quería demostrarlo.

   Quien iba a decirme que el destino tendría muchos más planes para mí que solo conocer el mundo de allá afuera.

   Salí de mi habitación cuando oí a los pájaros cantar afuera de mi ventana, era el momento de empezar con mi mejor actuación para que mi madre no pudiera sospechar y decidiera echarse para atrás con su decisión.

La chica del caosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora