Mi respiración se atoró en lo más profundo de mi garganta y el latir apresurado de mi corazón era lo único que podía escuchar en mis oídos ante el regreso del silencio en el bosque.
El chico ni siquiera apartó sus ojos de mí cuando sacó una venda de su bolsillo y comenzó a pasarla por su brazo. Por desgracia había terminado con un corte en su antebrazo, lo que le llevó a acomodarla en el sitio apretando el nudo con sus dientes buscando la manera de parar el sangrado el cual no parecía querer detenerse.
Una muy buena primera impresión de mi parte.
Ni siquiera podía pensar en este momento de tanto que tenía para digerir. Es por eso que me quedé en estado de shock tratando de asimilar la rapidez del asunto.
La realidad era que yo tampoco podía apartar mi vista de él.
Ese extraño desconocido había despertado más curiosidad en mí que incluso la propia bestia.
No podía ser cierto, debía estar en un mal sueño ¿Verdad? Mi madre me repitió en cada oportunidad que tenía, el temor que los pueblerinos sentían por las rarezas. Esas cosas inexplicables que nadie podía asegurar con certeza cómo habían sucedido o lo que las trajo hasta ahí. Nada de eso era bien recibido y era el mismo motivo de mi cautiverio.
Y creí que lo entendía, hasta ahora.
No podía saber con exactitud qué tan normal era considerado el tener los ojos de un color como ese y pelear contra criaturas así de horribles de una manera tan natural como si fuera su pan de cada día.
Uno que no ocultaba.
- ¿Se encuentra bien, señorita? - El revuelo en mi vientre al escuchar su profunda pero suave voz me sacó de mis pensamientos, haciéndome ver qué se encontraba de pie justo frente a mí, extendiendo su mano buena en forma de ayuda.
Lo primero que pensé fue que tenía una voz muy bonita.
- Sí, por supuesto. - Levanté mi mano para tomar la de él aceptando su ayuda y cuando mis dedos tocaron su piel, pude sentir una corriente eléctrica cruzarme entera.
- Puede que no lo parezca, pero lo tenía todo bastante controlado.
Apoyé mi pie en el suelo y tuve que morder mi lengua para no quejarme ante la punzada de dolor que hizo acto de presencia desde mi tobillo.
¡Mierda! Esto dolía como el demonio.
Solo me quedó tomar aire profundamente y tratar de enfocarme en otra cosa. No iba a mostrarme débil ante un extraño.
- Mis disculpas, de seguro que así era. - Capté su sarcasmo más rápido de lo que creí.
- ¿No lo ves? - Señalé detrás de él haciéndole voltear y aproveché de cambiar el peso de pie. - Ahora está muerto, claro que así era.
Dejó salir una risa ligera y creí que terminaría de nuevo en el suelo ante la cálida sensación que sentí.
- Al menos pudiste encargarte mejor de los detalles.
Salí de mi encanto al darme cuenta de lo que hablaba ya culpa me invadió.
- Y tú... ¿Estás bien? - Bajé la mirada hacia su brazo que, a pesar de no lucir muy grave, me obligaba a recriminarme. - Lo siento, es obvio que no estás bien. Solo quería saber sí... ¿Duele mucho?
Me di un poco la vuelta para que no viera cuando estuve a punto de ahorcarme.
- ¿Esto? - Sacudió un poco la mano en respuesta y sonrió de lado. - Es solo un rasguño, no te preocupes.
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La chica del caos
FantasyEn lo profundo del bosque, de un mundo donde las personas parecen ser todas similares de apariencia, una joven chica se mantenía oculta en su cabaña a la espera de su libertad. Viviendo día y noche entre el mismo territorio, sin poder ir más allá po...