Capítulo 25

1 0 0
                                    

Pov Carter

Siempre he sido una persona de sueño pesado, pero esa mañana no pude evitar despertarme cuando sentí el lado contrario de mi cama hundirse ante el peso.

Aún tenía los ojos cerrados cuando me di la vuelta y mi ceño se frunció al sentir el sol chocar contra mi rostro.

Yo jamás suelo dejar las cortinas abiertas. Cada noche antes de dormir, me daba al menos 10 minutos de rutina y una de las cosas de las que me aseguraba, era eso.

Extraño...

Por si no fuera suficiente mi desconcierto, una mano llegó a mi cabello despeinado ligeramente y provocándome un infarto... Es decir... Un sobresalto.

Mayor fue mi sorpresa al encontrarme con dos ojos verdes desagradablemente conocidos y una asquerosa sonrisa burlona a mi lado.

- Buenos días, guapo. - Lanzó un beso mientras seguía mirándome.

- Voy a matar a los guardias que te dejaron pasar. - Me coloqué boca arriba y suspiré tapando mi rostro con mi brazo para apartar la horrible claridad.

- A mí me parece increíble que deba venir dos veces hasta aquí, porque mi mejor amigo no es capaz de enviarme una paloma, un cuervo, ni siquiera una lechuza o señal de humo para hacerme saber que está bien. Antes no podías dejar de escribirme cartas sobre lo mucho que me extrañabas y cuanto me querías. - No pude evitar sonreír con eso, era un dramático por nacimiento. - Al menos me diste un lindo recibimiento.

Levanté un poco mi brazo para mirarlo mal y volví a dejarlo caer.

- A todas estas ¿Qué estás haciendo aquí? Se supone que llegarían mañana como mínimo. - Un pensamiento fugaz me hizo caer en cuenta de algo, obligándome a sentarme de golpe. - Por favor, no me digas que estoy mal con los tiempos.

- Tú tranquilo tigre, lo tienes todo controlado. Por suerte no la cagaste como siempre, solo decidí salir un poco antes. - Estruje mis ojos bostezando todavía algo adormecido. - Por cierto, traje el baúl que me pediste, lo dejaron en el vestidor. Por supuesto no me resistí y le di un vistazo, tiene mi aprobación. También debo decirte que babeas cuando duermes.

- Perfecto, le daré las gracias a tus hermanas luego. - Caí en cuenta de lo último que dijo y me desubiqué. - ¿Cuánto tiempo llevas aquí dentro observándome?

- ¡Vaya! Mira la hora, me muero de sueño. - Evadió mi pregunta tomando la almohada entre sus brazos, así que hice lo más sensato.

Lo empujé de la cama.

- ¡Eh, cuidado! No quiero tener moretones para el baile. - Chilló desde el suelo.

Me reí y fue cuando miré abajo notando mi torso desnudo. Rápidamente tomé mi camiseta con mangas de la mesita que tenía a mi lado, rogando que no se hubiera dado cuenta de nada.

Decidí que era una hora decente para comenzar el día de buena manera, así que me levanté dispuesto a dirigirme al baño, pero su grito me detuvo.

- ¡Por dios! Eres asqueroso, al menos podrías haberlo dicho antes y así cerraba mis ojitos. - Soltó con disgusto mientras tenía una de sus manos tapando sus ojos, dejando un pequeño espacio en el medio para ver. - No entiendo cómo puedes caminar si traes una tercera pierna.

- Es tu culpa por no avisar antes que venías y no solo eso, sino que te metiste en mi habitación. - Dejé las manos en mis caderas y me giré para verlo. - De ahora en adelante sabes que me gusta dormir desnudo. A ver si así dejas de llegar sorpresivamente.

- ¡Lo entiendo! De verdad, capté el mensaje. - Me tiró la almohada de antes con la que había caído e hizo una mueca de asco. - Quién sabe cuántas generaciones de tus hijos hay ahí. Ya vete, te prometo que no volveré a llegar de sorpresa, eres terrible para esto y me preocupa que la próxima vez te encuentre follando.

La chica del caosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora