Quedé completamente agotada el día anterior. No hubo tiempo de dar vueltas en la cama pensando en lo que estaba haciendo, mucho menos de pensar en mi madre culpándome por haberme ido. Solo bastó con tocar las esponjosas almohadas y caí en un sueño profundo.
Cómo había podido comprobar, los rumores tenían razón y Milo era un desastre con las armas en general. Al menos hoy iniciaba un nuevo día y podríamos intentar con otros medios.
No me había ido tan mal interactuando con otras personas, pero de igual forma le pedí a Evie un calendario con todos los horarios específicos del día y me entretuve estudiando sin parar durante la noche antes de quedarme dormida. Del mismo modo me aseguré de ir observando las cosas que hacían los demás por si me fallaba algún detalle, sobre todo a mí nueva amiga para poder integrarme un poco mejor y no levantar sospechas.
No había logrado ver a Carter y en lo más profundo de mí, sentí que extrañaba a ese peculiar chico del bosque. Pero sus ocupaciones coincidieron con las mías y se hizo imposible vernos.
Esperaba que al menos eso pudiera cambiar hoy ya que veía con la necesidad de agradecerle por enviar a Evie conmigo. Me guío no solo a conocer su mundo, sino que también a las personas en él, claro que estaba agradecida.
Con ella congeniamos bastante rápido y no pudimos separarnos en lo que restaba de día. No pretendía incomodarla de ninguna forma, sin embargo, no podía tocar el tema de que era mi primera amiga para que no hiciera preguntas. Aun así creo que logré llevar todo adelante sin muchos inconvenientes.
Me preparé con una ropa mucho más cómoda para moverme ya que esta vez intentaría ver qué tal estaba el combate cuerpo a cuerpo de Milo. No estaba muy segura de sí pueda llegar a necesitarlo debido al ejército que le rodeaba, pero siempre era bueno saber lo esencial.
Una vez lista, me dirigí al campo de entrenamiento acompañada por mi soledad ya que Evie me había dejado luego del desayuno por algunos quehaceres. Al llegar ahí, noté una nueva presencia en el lugar que me hizo sonreír. De espaldas a mí se encontraba nada más y nada menos que el futuro rey y sin poder evitarlo corrí hasta ahí saltando sobre él, logrando que ambos cayéramos al suelo.
- Joder, este debe ser mi día de suerte. - Entre risas me levanté y extendí mi mano para ayudarle también.
Era asombroso e inexplicable la forma en que podía sacar mi verdadero yo estando con él. Mis años de soledad me afectaban en algunos momentos, causando cosas como estas por la efusividad que tenía al expresar mis emociones. Pero hasta ahora no había puesto ni una queja de ello y lo apreciaba muchísimo.
- ¿Qué haces aquí, chico del bosque? Ayer supuse que estarías muy ocupado porque no te vi en todo el día.
- ¿Me buscaste? - Preguntó con una sonrisa ladeada poniéndome nerviosa.
Si bueno, esa era de las otras cosas inexplicables que hacía.
- ¡No!... ¿Sí?... No lo sé. - Sacudí mi cabeza confundida. - Estuve a punto de hacerlo, pero no quería molestar.
Bajé la vista al suelo sintiéndome estúpida y preferí concentrarme en una piedra junto a mi bota como si fuera la cosa más interesante del mundo.
- Oye... No me molesta. - Aseguró buscando mi mirada de nuevo. - Milo me contó acerca del entrenamiento. Quedó bastante impresionado por lo que hiciste, además, dijo que hoy harían un poco de combate así que abrí un hueco en mi agenda para ver si necesitabas ayuda.
Mi sonrisa se extendió considerablemente al escucharle y es que una gran idea se me ocurrió con aquello.
- Ya estoy aquí. - Milo apareció de la nada detrás de mí haciéndome pegar un salto. - Lamento interrumpir tortolitos, prometo que no diré nada al respecto de lo que vi hace un momento.
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La chica del caos
FantasyEn lo profundo del bosque, de un mundo donde las personas parecen ser todas similares de apariencia, una joven chica se mantenía oculta en su cabaña a la espera de su libertad. Viviendo día y noche entre el mismo territorio, sin poder ir más allá po...