- ¿Has ido antes al jardín?
Su voz llegó suave como el viento de la noche que erizaba mi piel, luego de escabullirnos de la fiesta tratando de no ser vistos.
- Algunas veces lo he visitado, pero no he logrado adentrarme demasiado.
El sitio era tan grande que ni con todo el tiempo que llevaba aquí, había podido recorrer la mitad. Mucho menos llegué al laberinto por miedo a no saber regresar y era justo donde me estaba guiando.
- Es una pena porque no iremos ahí, voy a llevarte a El Jardín Secreto.
- ¿Acaso es otro de tus lugares?
- Es decepcionante tener que decirte que no, ese es verdaderamente su nombre. Le quita el misterio, pero no todos pueden ir ahí, hay reglas muy específicas para tener acceso.
Con una sonrisa de lado se encogió de hombros sin querer revelar más y de nuevo entrelazó nuestras manos. Fue en ese momento que me di cuenta de algo.
- ¿Era cierto lo que decías en la nota? ¿O solamente utilizaste una excusa para que no pudiera darme cuenta de que te combinaste con mi vestido?
Rio al escucharme y se detuvo por un segundo.
- De hecho, señorita Lowell. Este es mi color, usted la que está combinada conmigo, debería ser un poco más discreta con sus intenciones.
Quise seguir respondiendo, pero las palabras se atoraron en mi garganta al ver que se desvío del camino señalado, hasta un callejón sin salida donde se encontraba una puerta escondida que jamás hubiera visto.
Me permitió entrar primero y luego de unos pasos por un túnel en forma de arco, se abrió ante nosotros una laguna, con un kiosco de jardín hecho en mármol a mitad de este, cubierto por enredaderas y flores, además de un puente de madera para acceder hasta él.
- Oh... Esto es muy hermoso.
La luz de la luna llena se colaba entre el agujero de los árboles y reflejaba justo en el centro del lago haciendo que el lugar se viera mágico con su toque.
Ya no podía escuchar el ruido de las personas en la fiesta, mucho menos de la música, solo nos acompañaba el sonido de los árboles al danzar con el soplo de la brisa y el graznar de dos cisnes que nadaban con gracia por delante de nosotros. Era tan relajante que pensé dos veces en sentarme sobre la banca que había allí para disfrutar del ambiente.
No tardé en darme cuenta de que también era el momento perfecto para hablar sin impedimentos y así poder darle aquello que había causado mi retraso hace un rato.
- ¿Te digo un secreto? No planeaba llegar de última a la fiesta. - Acorté la distancia un poco más.- Me retrasé por error y en parte fue tu culpa.
- ¿Mía? - Preguntó confundido ladeando su cabeza.
- Sí, ya estaba cerca del salón cuando recordé que debía buscar algo que tenía para ti.
- ¿Para mí? - Cada vez que yo agregaba alguna palabra, parecían aumentar sus dudas.
- Así es. - Mi pálida mano se adentró por los pliegues del vestido buscando aquella cajita aterciopelada oscura.- Un regalo.
- Tú... ¿Tú me trajiste un regalo?
- Por supuesto, es tu cumpleaños y no podía presentarme sin algo especial. Tan solo es un pequeño detalle, nada muy extravagante, pero en cuanto lo vi me recordó a nosotros, mágico e inusual.
Todo mi esfuerzo se fue en hacer que mi voz saliera segura mientras que por dentro me encontré temblando de nervios inexplicables. No podía corroborar si eran causados por la situación que estaba pasando o por la que esperaba pudiera suceder al tenerlo una vez más a solas frente a mí.
ESTÁS LEYENDO
La chica del caos
FantasyEn lo profundo del bosque, de un mundo donde las personas parecen ser todas similares de apariencia, una joven chica se mantenía oculta en su cabaña a la espera de su libertad. Viviendo día y noche entre el mismo territorio, sin poder ir más allá po...