Capítulo 14

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Cinco días pasaron desde nuestro combate.

Unos de muchísimo caos que me tenían hasta arriba. Mi agenda no tenía ni un solo hueco desocupado ya que no solo me estaba integrando en actividades del castillo para poder conocer un poco más de las personas, sino que también las clases con Milo aumentaron de tiempo.

Lo bueno es que estaba logrando tener un avance y su rendimiento había mejorado más de lo que creí llegando incluso a ser capaz de darle a la diana sin pasar de largo. Sumado a esto le enseñé algunos truquitos de pelea que utilizaba con más agilidad ahora.

No tenía duda de que en unos días más, tendríamos resultados aún mejores. Le gustaban mis clases y pasar el tiempo conmigo porque según él, yo no era tan rígida como sus otros profesores, es por eso que ponía aún más empeño en lo que aprendía. Pero lo cierto era, que le debíamos todo a ese cambio de horario.

No logré entablar más de una conversación corta con el resto de personas en el castillo, lo que mantenía mi número de amistades bastante bajo, pero al menos Evie y yo seguíamos muy unidas y cada día que pasaba nos volvíamos más inseparables.

Cuando llegó mi primer pago, le hice la entrega de la parte que le había prometido con mucha ilusión y estuvo feliz durante todo el día. Puede que no lo dijera, sin embargo, yo sabía que también estaba aliviada.

- Annie ya no sé cómo puedo agradecerte. El dinero nos vino muy bien, incluso logré comprarle algunas cosas a mi madre. - Me dijo luego de haberme estado abrazando durante cinco minutos seguidos. - Estoy en deuda contigo, si necesitas ayuda solo grita mi nombre y apareceré.

Quizá mi hogar era un desastre, pero me alegraba saber que al menos las cosas con su familia comenzaban a mejorar de a poco y en parte era gracias a mi ayuda.

Realicé un buen acto y no debía llevar ni dos semanas afuera.

Quedaba una última persona en mi lista de la que podía decir algo. Lo malo es que apenas pudimos vernos algunas que otras veces y varias fueron solo desde lejos. No se me hacía para nada suficiente, mucho menos desde el combate que tuvimos. Además de que un pajarito me había contado que el día anterior me estuvo buscando, pero siempre que lo intentaba le surgía algo más.

En realidad, eran dos pajaritos, Evie y Milo podían llegar a ser muy chismosos cuando se lo proponían.

Justo ahora me encontraba rumbo a su despacho después de planear meticulosamente como reclamar mi recompensa, porque sí, esa era mi excusa.

Caí en cuenta muy tarde de que había una falla muy grande en mi plan y es que no tenía ni idea de dónde estaba ubicado ese lugar, intenté llevarlo todo en silencio, pero no me quedó de otra que pedirle ayuda a Evie. Lo bueno es que no necesité decirle nada más, porque me guío hasta ahí y luego se fue dejándome en solitario a mitad del pasillo deseándome buena suerte.

No sabía para qué la necesitaba, pero nunca venía mal.

Había dos grandes guardias de pie a ambos lados que me transmitían algo de desconfianza así que inhalé hondo y me di ánimos cuando me quedé inmóvil a unos metros de la puerta.

- Yo... mmm. - Hice algunas señas tratando de explicarme y siguieron sin prestarme atención. - Con permiso.

Me paré en el medio de ellos y di unos toques en la madera oscura observando el picaporte de plata. Escuché su indicación desde adentro pero antes de poder tomar el objeto, uno de los guardias se movió asustándome y abrió.

- Gracias. - Murmuré en su dirección sin obtener de nuevo respuesta y caminé adentro viendo al pelinegro sentado detrás de su escritorio. - Hola... Quería hablarte de algo, tú... ¿Estás ocupado?

La chica del caosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora