Capítulo 12

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Tal como Carter lo dijo, había una habitación esperando para serme asignada. Se encontraba cerca de la zona en la que estaban los empleados, pero no era exactamente en ese lugar ya que alguien utilizó sus influencias para darme una mucho más grande.

Según él, lo hacía para que no tuviera que lidiar con preguntas del resto de personas que trabajaban ahí y su bullicio desde muy temprano. Además, podría tener más libertad a la hora de dejar de utilizar mi magia, no queríamos que alguien pudiera entrar a la habitación en cuanto yo estuviera rubia.

El sitio era en colores crema y mármol, con una cama gigante que era increíblemente cómoda. También tenía un vestidor aparte del baño, por lo que me dediqué a guardar en él las pocas cosas que tenía, patrocinadas por supuesto por el mismo príncipe. De igual forma no estaría mucho tiempo por estos lados. Debía apresurarme con las clases ya que mi madre volvería en poco más de un mes y yo no podía estar a cientos de kilómetros cuando eso sucediera, mucho menos podía hacerlo contando con una expulsión del reino por no haber logrado mi promesa.

El tiempo se me estaba viniendo encima, abrumándome junto con el resto de cosas que habían sucedido en tan solo unos días. No quería sonar desagradecida, en verdad esto me entusiasmaba, pero tal vez estaba cargando más peso del que podía soportar.

Me había complicado totalmente la existencia en solo unos segundos. Si todo salía bien, podría regresar aquí y seguir al lado de mi único amigo. En el caso contrario, no volvería a verle nunca más ya que quizá me internen aún más adentro del bosque.

Sacudí mi cabeza para alejar los malos pensamientos e inhalé aire profundamente por la nariz para mentalizarme en mi primer día en el castillo.

Sonaba irreal hasta para mí.

Me arreglé con un traje muy parecido al que utilizaban para salir a cazar, la clara diferencia es que este era mucho más elegante y de color beige, luego pasé a observarme en el espejo durante unos minutos practicando una última vez el cambio en mi apariencia para que no pudiera fallar.

Sentía la magia fluir por mis articulaciones hasta lograr su cometido convirtiéndome en una chica normal, trayendo consigo el vacío en mi interior cuando abría mis ojos y notaba que había alguien más en el que se suponía debía ser mi reflejo. Lo peor es todo es que no podía hacer nada para evitarlo, la única manera de seguir aquí era continuar con esta farsa.

Pasé tantos años mentalizándome frente a mi tocador, diciéndome a mí misma que aquella chica de ojos grises era yo y no había nada de malo con que fuera diferente. No importaba lo que dijera mi madre, mi apariencia era hermosa y no debería tener que ocultarme. Todo eso para que ahora estuviera dando un paso atrás al hacer justo eso, regresando mis viejas inseguridades al poder verme como una chica común al menos durante unas horas.

Me aparté cuando supe que ya me había atormentado demasiado y enfoqué mi mente en la siguiente tarea. Debía ir a desayunar, me estaba muriendo de hambre desde hace mucho y es que llevaba algunas horas despierta dando vueltas en la habitación ya que no sabía cómo proseguir. Lo más lógico que pensé era ir hasta la cocina y preguntar cómo funcionaba, pero tampoco sabía dónde se encontraba o si era algo muy extraño de decir.

¿Cómo debía actuar? Esa fue otra de mis dudas. No tenía ni idea de sí necesitaba cambiar algo en mi forma de ser o existía alguna regla para seguir de la cual no estaba enterada.

Se venía un día muy largo.

Estuve a punto de rendirme, pero un sonido del otro lado de la puerta me alarmó. No esperaba a nadie y el único que conocía mi paradero debía estar ocupado con... Bueno, con lo que sea que hagan los príncipes. No me quedó de otra que pronunciar un adelante, a la expectativa de quién estaría del otro lado.

La chica del caosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora