Pov Carter
Debía admitir que está vez no fue como el día anterior donde me quedé unos minutos más afuera de la cabaña. Hoy salí prácticamente huyendo de ahí.
Podía sonar muy mal y no quería que pudiera malinterpretarse tampoco. No estaba asustado ni nada por el estilo, al contrario, podía asegurar que ahora me encontraba aún más fascinado con esa misteriosa chica.
Me costaba creerlo, pero ella era solo eso, una chica.
Me reí con sarcasmo sin poder evitarlo. Una simple chica, de ojos color plata que tenía magia en sus manos de una forma muy literal. Mientras más la conocía y descubría sus secretos, más interesante me parecía, creando en mí una necesidad insaciable por descubrir más sobre ella.
Era importante agregar también, que no había tenido amigas antes por lo que estaba siendo un experimento social de varias maneras. Ya sea intencional o no, estaba logrando tener un lugar en mí en muy poco tiempo.
La mayoría de las personas siempre me buscaban para otro tipo de cosas. Todo se trata del dinero, poder y estatus social, pero con ella... Era diferente. Me sentía libre, me sentía yo mismo por primera vez y eso me gustaba.
Odiaba que llegara el final del día obligándome a volver al asqueroso castillo. Irónico decirlo mientras iba con rapidez hasta ahí.
Era más bien que... Bueno, okey. Sí me impacté un poco, es decir, esa chica sacó rayos de sus manos como si nada. Obviamente una parte de mí quería irse de allí antes de que me hiciera lo mismo.
No le tenía miedo a nada en esta vida, sin embargo, ella me causó bastante respeto. Ahora me sentía un poco imbécil por tratar de lucirme con el troll, creo que no era muy necesario tampoco.
Como sea. Entré a hurtadillas en el palacio, ya que por desgracia hoy el tiempo se me había escurrido de las manos y perdí la cena con todo lo que sucedió. Por ningún motivo, podía encontrarme con alguno de mis cariñosos padres, que me comerían vivo por desobedecer tan pronto. Mucho menos sabía la excusa que iba a inventarme para no revelar nada sobre la existencia de Annia, así que sí, el sigilo se volvió mi mejor amigo en ese momento.
Pero aún tenía una cosa importante por hacer antes de terminar el día.
Esperé con paciencia cerca del pasillo que daba a la biblioteca, por dónde sabía que en cualquier instante pasaría el pequeño príncipe a sumergirse entre sus libros. Aquella se volvió su rutina desde hace muchos años atrás, iba después de cenar y se encerraba en la habitación hasta altas horas de la noche.
Milo tenía el porte y la inteligencia para ser un gran rey. Para desgracia de todos (sobre todo para mí) yo era el siguiente en la línea de sucesión.
Era una pena, pero ya no podía escapar de mi deber.
Unos pasos me trajeron de vuelta a la realidad y supe que era la hora de mi actuación. Tan solo estiré mi brazo en cuanto pasó y halé desde el cuello de su camisa hacia donde me encontraba. Lo bueno es que no había guardias a su alrededor porque me hubieran asesinado, aunque también me hizo darme cuenta de su negligencia y lo anoté para dar unas cuantas represalias más tarde por descuidar al príncipe.
Tapé su boca con mi mano antes de que quisiera quejarse y me burlé de él.
- Cada día más débil hermanito, eso no es lo que te he enseñado. - Rodó sus ojos con fastidio e hice una seña con la cabeza para dirigirnos en silencio a nuestro lugar de reuniones.
No podían enterarse de nada de lo que estaba planeando. Si salía bien y lograba adentrarse aquí, tenía que parecer que no estaba relacionada conmigo.
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La chica del caos
FantasyEn lo profundo del bosque, de un mundo donde las personas parecen ser todas similares de apariencia, una joven chica se mantenía oculta en su cabaña a la espera de su libertad. Viviendo día y noche entre el mismo territorio, sin poder ir más allá po...