SALA DE ESPERA

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No es nada personal que exploten las bombas. O que un pistolero coja a alguien como rehén en un estadio deportivo. Pero cuando el Monitor de la Red muestra una alerta especial, todas las emisoras de televisión locales van a pasar la pelota al presentador de la emisión nacional que empieza.

Si uno está mirando el televisor, verá que primero el productor y el director locales pasan al formato de caja doble. Lo que la mayoría de la gente llama pantalla partida. Entonces el presentador local dice algo del tipo: «Con las últimas noticias sobre el transatlántico naufragado, les pasamos a Joe Blow en Nueva York». Es por eso que se dice «pasar la pelota». O «dar la patada de saque».

La señal de la cadena nacional ocupa la banda de emisión y los chavales de la emisora local se quedan repantigados y esperan a que la cortinilla de la red señale el final de la emisión informativa especial.

A ningún publicista se le ocurre explicar todo esto a cada novato al que mandan por ahí a vender un vídeo para inversores, un libro o el último grito en peladores de zanahorias.

Así pues, sentado en la sala de espera de invitados, entre bastidores durante la emisión de ¡Despierta, Chattanooga!, un tipo joven con el pelo engominado hacia atrás le está impartiendo algunas lecciones de la vida a una rubia.

Lo que le está diciendo es que su pelo es demasiado rubio, que no puede ser. Que esa clase de rubio oxigenado vuelve locos a los productores de estudio, porque no se puede iluminar bien sin que deslumbre. Algunos productores de estudio dicen que «quema los fusibles». Parece que la cabeza rubia esté ardiendo.

—Hagas lo que hagas —le dice el tipo engominado a la rubia—, si tienes notas, no las consultes o la cámara te encuadrará la coronilla.

Los productores de estudio, le dice, odian a los invitados que traen notas. Odian a los invitados que no intentan esconder lo que han venido a decir. Los productores siempre te dicen: «Sé tu propio producto. No intentes colocarlo».

Es irónico, pero ese mismo productor de estudio te llama «Rueda para hacer fitness» porque eso es lo que dice en la casilla de tu bloque de programación. En el caso del tipo engominado, dice «Vídeo para inversores». En el caso del anciano, en la casilla pone «quitamanchas».

La rubia y el tipo engominado están sentados en el sofá de cuero reciclado que hay en la sala de espera de invitados, con varios vasos de café viejo abandonados en la mesilla que tienen delante, y encima de ellos hay un par de monitores de vídeo que parpadean en la parte superior de la pared, en las esquinas, cerca del techo. En un monitor se ve al presentador de la cadena nacional hablando del transatlántico e introduciendo el vídeo que muestra un barco panza arriba y las manchas de los chalecos salvavidas de color naranja que flotan a su alrededor. En el segundo monitor, dice la rubia, hay algo todavía más triste.

En esa esquina se ve al tipo del Bloque A de la programación, ese vejestorio con el pelo peinado de un lado a otro de la calva que ha salido de su cama en un Motel 6 a las cinco de la mañana para venir aquí y tratar de vender el cepillo quitamanchas especial que ha inventado. Pobre capullo. Le ponen un micrófono y lo colocan ante las cámaras, en el «set sala de estar» con su selva tropical de plantas falsas. Se sienta bajo esos focos que dan tanto calor mientras la presentadora da su «charla» de apertura.

El set sala de estar se distingue del «set cocina» y del «set principal» en que tiene más plantas falsas y más cojines.

Este sujeto cree que tiene un segmento enorme de diez minutos porque la emisora hace jugar el tiempo a su favor y no pasa a publicidad hasta que han pasado diez minutos. La mayoría de las emisoras lo hacen a los ocho o nueve minutos. De esa forma, se evita que el público empiece a hacer zapping y se consiguen supuestos índices de audiencia máximos para todo el bloque de quince minutos.

Relatos de Chuck PalahniukDonde viven las historias. Descúbrelo ahora